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Las Américas, en Filipinas

Ángel Gamarra tiene una pena "terrrrrible", así, con todas las erres subrayadas. Pero se ríe, desde el centro de una ironía que no le es desconocida: por segunda vez vuelve a agitar la mano, despidiéndose de la ilusión de su vida. Se puede frivolizar; desdramatizar es preciso. Pero Gamarra no será jamás profesional de cestapunta. ¿Y qué? Nada, para los que nunca han realizado una inversión vital. Mucho, para los que como él tienen que recuperarse tras el descalabro. Tomás Larrucea, intendente del frontón de Manila, ha sembrado en su recolecta de puntistas un reguero de ilusiones y frustraciones, a partes iguales. Para operar la resurrección del frontón filipino, Larrucea ha contratado a 27 jugadores, cinco de ellos navarros. Después de aceptar, Gamarra se sumergió en los trámites de su partida. Casado y con un hijo, psicólogo escolar, Gamarra (33 años) se vio dibujando un amplio corte de mangas al destino, a aquella huelga que paralizó los frontones americanos cuando, a sus 18 años, le insinuaron un contrato profesional. Larrucea no ofrece las Américas, entrega las Filipinas. En cualquier caso, prestigio al margen, vende el sueño de la aventura profesional, algo muy remoto para un puntista navarro. Ahí se agarró Gamarra mientras tramitaba el visado, renunciaba a su puesto de funcionario, al doctorado, se arriesgaba a perder su destino a su regreso, a una merma en su nómina. Se apeó de sus fantasías una noche de la semana pasada: ¿Y si le ocurría algo a su familia? Por la mañana, presentó su renuncia y ahora se le cae "la tirita, escuece la herida". También en Noain, Ismael Biurrun (22 años) comenta con Rubén Lakirain (17) los prolegómenos de su viaje, fijado para este miércoles. Rubén no se va, atado como está a la disciplina paterna y a sus estudios de Formación Profesional. Cada uno da vueltas a su circunstancia, uno en su alegría, otro en su desilusión. La oportunidad es la oportunidad en mayúsculas, que argumenta por sí sola el paso al frente. José Manuel Pérez Artoleta (30 años) defiende este argumento con serenidad y un cierto alivio: "Lo mejor es que veré cosas nuevas, haré nuevas relaciones. Lo veo como una experiencia, no como un proyecto de vida, eso está bien para los jóvenes. En principio me quedaré un año". A su regreso, tiene garantizada su rutina: un encadenamiento de entrenamientos y trabajos a tiempo parcial. El mismo panorama para Ismael, igualmente deslastrado del peso de una relación sentimental. "Cuando me dijeron que no perdería mi trabajo [es camarero] ya no lo dudé, y como no tengo novia, sólo tuve que discutirlo con mis padres", comenta Ismael. En cambio, Juan Ignacio Lakirain (22 años), primo de Rubén, tiene novia y bar: "Sopesas lo que tienes y lo que te ofrecen. Para los que no tienen trabajo la decisión es fácil. A mi me tira la novia, aunque me dijo que si regresaba al cabo de un año no habría problema. Los que se van a América suelen llevarse a la mujer o a la novia, pero Filipinas no es América". Como casi siempre en estas disquisiciones, corazón y razón disienten. En su caso pesa más la razón. Los que se subirán al avión no desdeñan las bonanzas de la vida prometida: alojamiento pagado y ubicado en la zona más lujosa de la ciudad, dinero (unos 2.500 dólare, más de 360.000 pesetas ) y cesta punta. Ni siquiera les escuece la posibilidad de jugar seis días a la semana. "Además espero viajar, ir a Australia, aprender inglés, o euskera, con los vizcaínos que viajan con nosotros", dice Artoleta. Buena parte de los que se van y de los que quieren irse y no lo hacen descubrieron hace un año la vida del pelotari emigrado. Convivieron varias semanas con puntistas vascos en Nueva York, Florida y Newport, durmiendo en sus casas, acoplados al ritmo del profesionalismo como espectadores privilegiados. Y ahora viajan sobre el molde de ese grato recuerdo, un referente nostálgico a partir del cual recrearán lo no vivido los que sigan en Noain. Gamarra, el de las erres rotundas, se concede una última oportunidad, ésta casi virtual: su hijo de ocho años, Eneko, frecuenta ya los frontones. "Hará las Américas por mí", se consuela.

Quinielas y mala gestión

El frontón Belle Jai-Alai Corporation de Manila reabre sus puertas el 15 de febrero. Su cierre y su mala fama, motivados según Tomás Larrucea por su "mala gestión" sirvió para que Babcor, "una de las empresas gubernamentales que más factura en Filipinas", emprendiera su reflotamiento. El frontón puede acoger a 10.000 personas, cifra razonable para el intendente del frontón de Manila: "La gente entiende de cesta punta, se aficionó a este deporte con la apertura del primer frontón profesional en 1942", destruido poco después con la ocupación de Japón. El público, de clase media-alta, atiende tanto al juego como a las quinielas, afición cuyo declive precipitó el cierre del Belle Jai-Alai. La mayoría de los 27 puntistas ya contratados son vizcaínos, probados en el frontón Ezkurdi de Durango a instancias del acuerdo de colaboración entre empresarios filipinas y Eusko Basque, cuya cabeza visible, Aitor Totorika, estuvo a punto de agredir a Tomás Larrucea acusándole de menospreciar sus gestiones a la hora de contratar pelotaris.

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