Un Eldorado para España en África
A pesar de la constante amenaza de la guerra, los inversores españoles mantienen su confianza en el futuro de Angola
ENVIADO ESPECIAL"La reanudación de la guerra no ha frenado nuestro trabajo, simplemente ha provocado algunos retrasos en nuestros compromisos; ésa es nuestra mayor preocupación", dice Javier Elisburu, gerente desde hace veinte años de la compañía Ramón Vizcaíno en Luanda. La empresa, dedicada a la implantación de sistemas de refrigeración y plantas agroalimentarias, ha construido más de 150 instalaciones en todo el territorio por un valor de unos 140 millones de dólares (en torno a los 20.000 millones de pesetas).
Éste es uno de los múltiples ejemplos de la presencia comercial española en la que fuera la joya ultramarina del imperio colonial portugués. A pesar del escepticismo que predomina entre algunos inversores extranjeros, España mantiene su confianza en la reactivación económica de uno de los países más ricos de África y el que, sin duda, constituye su apuesta estratégica en el continente, tras Marruecos. Las empresas pesqueras, que descubrieron sus inagotables caladeros, abrieron las primeras rutas del comercio con Angola mucho antes de su independencia de Lisboa, en 1975, y desde aquellas fechas la presencia española ha ido aumentando progresivamente hasta convertirse en su tercer suministrador.
Las exportaciones españolas superaron en 1992 los 45.000 millones de pesetas cuando parecía que las primeras elecciones libres iban a sellar la paz en el país. La negativa de Jonas Savimbi a aceptar su derrota en las urnas volvió a sumirlo en una etapa de inestabilidad que sólo remitió con los acuerdos de paz de Lusaka, en 1994. Después de cuatro años de recuperación sostenida, las exportaciones españolas tendieron a normalizarse y superaron los 25.000 millones de pesetas en 1997, pero la reactivación de la guerra y la caída de los precios del petróleo pueden hacer que se tambaleen esos logros.
El embajador español en Luanda, Álvaro Iranzo, no tiene dudas: "La reanudación de la guerra, cuya responsabilidad se debe atribuir exclusivamente a Savimbi, está poniendo en peligro todo el esfuerzo político y económico del país y, sin duda, el de la colaboración internacional". No obstante, explica Iranzo, "España mantiene su confianza en el futuro económico y político de Angola, así como en la modernización progresiva de su sistema democrático. Ahora estamos en una fase transitoria, pero esperamos que el conflicto se resuelva lo antes posible y los nuevos yacimientos de petróleo permitan la recuperación de este nuevo Eldorado. No en vano se estima que los pozos descubiertos recientemente pueden triplicar la producción en los próximos ocho años y alcanzar los dos millones de barriles al día, de los 800.000 actuales" (suponen más de 3.000 millones de dólares anuales, lo que constituye más del 70% de su presupuesto). "Nosotros", añade el embajador, "apoyamos al Gobierno legítimo de Angola y no hemos tenido, como otros, ninguna veleidad con las actividades de la guerrilla de UNITA", la Unión para la Independencia Total de Angola, de Savimbi. En este sentido, el ministro de Exteriores español, Abel Matutes, fue uno de los primeros jefes de las diplomacias europeas que condenaron "la actitud obstruccionista y de nula colaboración de Jonas Savimbi en el proceso de paz y reconstrucción del país".
A pesar de todas las dificultades, el consejero económico y comercial de la Embajada española, Vicente Montes, explica: "Nosotros estamos trasmitiendo el mensaje de que hay que invertir en Angola. Éste es un país con inmensos recursos (petróleo, energía, diamantes y pesca, fundamentalmente) que necesita de la ayuda internacional para su reconstrucción". La apuesta está clara. Montes añade que el último acuerdo bianual (1997-1998) "abrió líneas de crédito por valor de 600 millones de dólares, entre los créditos FAD [fondos de ayuda al desarrollo] y los destinados a inversiones comerciales; ahora estamos a punto de negociar el próximo convenio y esperamos que la guerra nos afecte lo menos posible. Al menos el eje económico más importante del país (Luanda-Benguela-Lubango) está libre".
Estos créditos han servido para financiar todo tipo de proyectos en sectores como la educación (escuelas, universidades y centros de formación profesional), sanidad (hospitales y centros de salud), energía, aguas, telecomunicaciones (la red digital de Luanda), obras públicas y, por supuesto, las actividades pesqueras. A ellos han acudido empresas como Alcatel, Montreal, Emex, Iecsa, Isolux o Sercobe, entre otras. El único fracaso lo sufrió el sector del petróleo, incapaz de identificar unos riquísimos yacimientos de los que se están aprovechando compañías norteamericanas, francesas, belgas e italianas.
Con respecto a la deuda exterior de Angola (cerca de 12.000 millones de dólares, según los últimos datos), nadie tiene dudas de que España es uno de los países que mejor trato reciben. Luanda siempre ha cumplido sus compromisos, si bien es cierto que la guerra y la crisis del crudo han detraído muchos recursos y han reducido los planes de inversión.
En el país existe una colonia de unos cuatrocientos españoles, desde religiosos que llevan aquí años trabajando en las zonas de conflicto hasta empresarios y operadores económicos, pasando por miembros de diversas ONG (no sólo españolas) y observadores y miembros de otras áreas de Naciones Unidas. Hay quienes ya llevan muchos años aquí y quieren volver a España. Otros no escapan al síndrome de dependencia. Uno de los últimos en regresar a Angola ha sido José María Gordon, de Acción contra el Hambre, una organización que también presta ayuda humanitaria en las zonas controladas por UNITA. Le ofrecieron un buen contrato en una empresa de Madrid, pero se cansó a los tres meses. "Allí todo funcionaba bien; llamabas por teléfono y hablabas inmediatamente, con lo cual a media mañana ya había terminado todo", dice. "Así que decidí regresar. Esto me llena mucho más".
La seguridad es un asunto que preocupa, aunque Luanda, por el momento, está fuera de peligro. Javier Elisburu, que ha viajado por todo el país, explica: "Nunca hemos tenido problemas, ni con el Ejército ni con UNITA; ahora bien, sustos hemos tenido muchos. Yendo de viaje nos hemos encontrado con personas que acababan de matar, o hemos tenido que dormir en la playa, armados con metralletas, de espaldas al mar y con los pies en el volante. Hay que tomar algunas precauciones, pero nada más".
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