Moral y diplomacia
COMO LÍDER espiritual, cabeza de la Iglesia católica, el papa Juan Pablo II es muy libre de considerar que Pinochet debe regresar a Chile, bien sea por razones humanitarias o porque considere que favorece la reconciliación de los chilenos. Si así fuera, lo podía haber manifestado públicamente. Pero una "gestión diplomática", una carta de una "alta autoridad" del Vaticano al Gobierno del Reino Unido, constituye una injerencia de un Estado no precisamente democrático en una cuestión sometida a dictamen de siete magistrados británicos. ¿Acaso duda el Vaticano de la independencia de los jueces lores o de las garantías que tiene Pinochet para ejercitar su defensa?El Gobierno chileno había solicitado al Vaticano que realizara la gestión. La diplomacia vaticana pensaba quizá que la misiva permanecería en el terreno confidencial. Pero ha sido Norman Lamont, miembro de la Cámara de los Lores, antiguo ministro thatcherista y parte activa del lobby que presiona por la libertad de Pinochet, quien ha forzado, a través de una pregunta parlamentaria al Gobierno de Blair, a desvelar su existencia, que no su verdadero contenido.
Durante su papado, Juan Pablo II ha enarbolado la bandera de los derechos humanos y ha sido un defensor de las libertades, especialmente en Europa del Este. Pero su anticomunismo le ha cegado en ocasiones en su trato a dictaduras de otro signo, entre ellas la de Pinochet, que le recibió en Chile en 1987. Se da además la sospechosa coincidencia de que el jefe de su diplomacia, el secretario de Estado y número dos del Vaticano, cardenal Angelo Sodano, fue nuncio papal en Chile entre 1978 y 1988, en pleno apogeo de la dictadura pinochetista. Sodano ha defendido la inmunidad del ex dictador, justamente la cuestión que están considerando los siete jueces británicos y sobre la cual deben pronunciarse en breves días. El Gobierno británico dice haberse limitado, correctamente, a contestar al Vaticano que la justicia se pronunciará sin interferencias. Es lo que tiene que hacer.
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