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LOS ÚLTIMOS OSCAR DEL SIGLO

'Shakespeare enamorado' vence al soldado Ryan

Roberto Benigni consigue el mayor triunfo extranjero de las últimas décadas con tres 'oscars' por 'La vida es bella'

Cuando, al final de tres horas y media de espectáculo, Harrison Ford anunció con austeridad que Shakespeare enamorado conseguía el Oscar al mejor filme hubo una incontenible exclamación de sorpresa en el pabellón Dorothy Chandler de Los Ángeles. La gran mayoría del público norteamericano deseaba la victoria de Salvar al soldado Ryan, la película en la que Spielberg vuelve a contar con insólito realismo y patriótico espíritu norteamericano el desembarco en Normandía. Y por esa victoria había apostado la práctica totalidad de los especialistas en descifrar las intenciones de la Academia de Hollywood.Pero no, resultó que quien acertó fue la actriz afroamericana Whoopi Goldberg, la presentadora de la gala. Goldberg arrancó las primeras risas de la velada al aparecer disfrazada de Isabel I de Inglaterra, una premonición de cómo iba a terminar el gran duelo temático de estos Oscar: el que enfrentaba al mundo isabelino y la II Guerra Mundial. Goldberg bromeó así sobre su disfraz: "Buenas noches, mis leales sujetos, soy la Reina de África. Algunos pueden pensar que soy la Reina Virgen, pero no acierto a imaginar quiénes". Estallaron entonces las primeras carcajadas, y Benigni se removió en su asiento, deseoso de que le llegara su turno de hacer bufonadas.

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El arte y la vida

Con siete estatuillas, incluidas las de mejor película, mejor actriz, mejor actriz secundaria y mejor guión original, Shakespeare enamorado terminó imponiéndose a Salvar al soldado Ryan, que obtuvo cinco, la más destacada entre ellas la concedida a Spielberg como director. "Ha ganado una película que trata sobre cómo el arte y la vida se combinan mágicamente", dijo el productor Harvey Weinstein.En las horas que siguieron, algunos explicaron la victoria del filme producido por Miramax frente al de DreamWorks por la enorme cantidad de dinero gastado en su promoción en las últimas semanas. Otros, por su más reciente aparición en las pantallas de Estados Unidos. Muchos, por su encantadora frescura.

Y, sin embargo, hasta el último minuto numerosos signos parecían presagiar que la Academia iba a darle la victoria a Salvar al soldado Ryan como homenaje al momento más heroico de Estados Unidos durante el siglo XX: su decisiva participación en la derrota de los fascismos. No fue así, pero Spielberg, al recoger su segundo Oscar como mejor director -el primero fue por La lista de Schindler, en 1993-, lo dedicó sobriamente a las familias que perdieron algún miembro en la II Guerra Mundial.

Entretanto, el filme italiano La vida es bella, el candidato más arriesgado y conmovedor de la 71ª edición de los Oscar, se había llevado tres estatuillas, dos sabrosísimas: la de mejor filme en lengua no inglesa y la de mejor actor. Una hora y media después del comienzo de la gala, Sofía Loren -"uno de los más grandes tesoros de Italia", según Goldberg- apareció en el escenario con un escotado traje negro de Armani para presentar los cinco filmes candidatos al Oscar a la mejor película en lengua extranjera, incluidos los de dos directores españoles: El abuelo, de Jose Luis Garci, y Tango, de Carlos Saura.

Cuando anunció ganadora La vida es bella, Benigni hizo el número que todos esperaban: se subió a la butaca, fue saltando hacia el escenario, se fundió en un abrazo con la Loren y pronunció un histriónico discurso de agradecimiento.

Benigni dejó dos frases para la posteridad. Una, medio en broma, medio en serio: "Le agradezco a mi familia el haberme dado el mejor regalo que puede darse en esta vida: la pobreza". Otra, una cita de Dante que, dijo, resume el espíritu de su película: "El amor mueve el sol y las otras estrellas".

Pero la fiesta no había terminado para el italiano. Hora y pico después, Benigni, arrebatándole la gloria a Tom Hanks, Nick Nolte, Edward Norton e Ian McKellen, se convirtió en el primer actor masculino que gana un Oscar por un papel protagonista en un filme extranjero. Y no se le habían agotado las gracias. Dijo esta vez: "Me gustaría ser Júpiter, el rey de los dioses, para hacer el amor con todo el mundo. ¡Gracias, Italia! ¡Gracias, América! No lo merezco... pero me gustaría ganar otros oscars".

Lagrimones

El Oscar a la mejor actriz, cosechado por Gwyneth Paltrow, fue quizá el emblema de la gran noche de Shakespeare enamorado. Con el cabello rubio recogido en un moño, un hermoso vestido rosa y collar y brazalete de diamantes, Paltrow, que en ese filme convirtió su luminosa belleza en arte interpretativo, soltó tremendos lagrimones en su discurso de agradecimiento, que extendió a padres, abuelos y todo tipo de parientes, compañeros, amigos. Paltrow, que se sabía la favorita para el galardón, había ensayado todo un papel de frágil y coqueta princesa.A la británica Judi Dench, los ocho minutos de aparición en la película dirigida por John Madden le valieron el Oscar a la mejor actriz secundaria. Ahí sí acertaron las apuestas: la crítica y público estadounidenses estaban completamente seducidos por su corta pero eficaz interpretación de la reina Isabel I en Shakespeare enamorado. Ese mismo premio en su categoría masculina fue para James Coburn, de 71 años, por encarnar a un padre alcohólico y violento en la película de bajo presupuesto Aflicción.

La Niña, el fenómeno meteorológico que ha traído más frío y lluvias que de costumbre a Los Ángeles durante el invierno, fue benévola con los Oscar: la noche fue clara y fresca. Amanecía ya cuando aún circulaban entre villas y hoteles de Beverly Hills interminables limusinas blancas y negras cargadas de damas y caballeros en trajes largos y esmoquin que iban cotilleando de fiesta en fiesta.

En una de ellas, Spielberg se declararía "aliviado" por el resultado de los Oscar. Personalmente, tampoco le había ido tan mal. Además de cuatro premios menores para su película, él le había ganado el de mejor director a John Madden, el de Shakespeare enamorado, y sobre todo a Terrence Malik, su principal rival de la velada. Al no llevarse ni cacahuetes, La delgada línea roja, el filosófico producto de Malik sobre la batalla de Guadalcanal, fue el gran perdedor de una edición en la que la Academia de Hollywood optó por el amor y el humor.

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