"Desnudar" a la musa desnuda
Etimológicamente, museo es un lugar destinado a las Musas y hay una historia reciente ligada a una de las Musas (la del arte y el canto, Melpomene), al músico Arriaga y a la jefa del departamento de Conservación del Museo de Bellas Artes de Bilbao. El pasado 17 de marzo, uno de los mecenas para los trabajos de conservación del museo, El Corte Inglés, firmaba un convenio para restaurar la obra de Francisco Durrio, el monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga. Comenzaba entonces una actividad más para Ana Sánchez-Lassa, responsabilizándose de la restauración de una obra que el Ayuntamiento de Bilbao encargó en 1907 a Durrio para conmemorar el centenario del nacimiento de Arriaga. La pieza se inauguró en 1933 y fue instalada en el estanque contiguo a la pinacoteca. La figura de la musa, desnuda, marca con su cuerpo un arco y eleva el rostro quejándose de la muerte prematura (20 años) del músico bilbaíno, como en una representación trágica. En 1948, tras una intensa campaña, la musa fue sustituida por otra vestida, permaneciendo la original en los almacenes del museo hasta 1975, año en que fue contratada para el departamento de restauración Ana Sánchez-Lassa. La labor restauradora consiste ahora en limpiar la superficie (desnudar) de la polución, la humedad y el deterioro que le han ocasionado el tiempo, el aire libre y la humedad de un almacén y hacerlo con el "más profundo de los respetos a lo que quiso hacer y representar el artista, Durrio".
ANA SÁNCHEZ-LASSA RESTAURADORA "Un museo es un lugar sagrado para gozar de fuertes emociones"
"Cuando empecé a trabajar, en 1975, tenía un caballete y una mesa. Eso sí: el sitio era privilegiado, con vistas al parque y una luz maravillosa, algo fundamental para nuestro trabajo. A partir de 1983, las cosas comenzaron a mejorar: pude adquirir nuevo material que me permitía meterme en el mundo fascinante de la investigación y la restauración artística. Hoy soy la más antigua del Museo de Bellas Artes de Bilbao y lo digo con orgullo porque este museo forma parte de mí". Ana Sánchez-Lassa, jefa del Departamento de Conservación y Restauración de esa pinacoteca bilbaína, nació en San Sebastián y estudió en Madrid, Roma y Bruselas, principales capitales en el tratamiento del arte. Ha realizado y dirigido numerosas restauraciones y ha intervenido en congresos, cursos, conferencias, publicaciones y exposiciones. Ahora participa en una muestra de Gentileschi (1562-1647) realizada por The National Gallery, el Museo de Bilbao y el Prado. La exposición triunfa en Londres y se verá pronto en Bilbao. En la conversación se aprecia enseguida que el arte ocupa plenamente su vida: "Un museo es un templo, un lugar sagrado para experimentar y gozar de fuertes emociones, un centro de la capacidad creativa de los tiempos. A través de un objeto artístico podemos admirar lo que han sido, y son, capaces de realizar los seres humanos, y gozar, experimentar numerosas emociones" Esa suerte tiene quien trabaja en un museo, pero "la puede tener el visitante. Por eso creo que es importantísimo que se vaya despertando ese interés desde niños. Los museos ganan mucho con la visita de niños y jóvenes, despertando en ellos su sensibilidad. Tanto que estoy segura de que si el arte y los museos tuvieran más difusión, la sociedad sería no sólo diferente, sino mejor, estaría más sensibilizada y valoraría más a sus antepasados". Pregunta. ¿Cómo es la labor del restaurador?. Respuesta. Delicada, compleja y complicada, a veces insospechada. Lo es porque todos los elementos que constituyen la obra están intrínsecamente unidos y el restaurador debe tratarlos desde el más profundo respeto al original y a su autor. Se debe evitar una intervención, digamos, creativa. Creo que una obra de arte no se beneficia con el sello personal del restaurador, algo extendido en los países anglosajones. El tiempo pasa sobre las obras y no encuentro que sea un inconveniente que se note. P. ¿Trabajar sobre el pasado, qué supone de especial? R. El objeto artístico es la fuente más directa que te permite evocar visualmente el pasado. Digamos que se establece una relación entre el restaurador y la obra y, a través de ella, al artista que la ha realizado. Se inicia desde el momento en que se intenta penetrar en el mundo del artista a través de un objeto. Una vez situada la obra en su contexto histórico-artístico, viene un aspecto fundamental: el conocimiento de la materia, cómo está hecha esa pieza, con qué materiales, qué métodos se han seguido para ejecutarla. Para eso contamos con una serie de técnicas, de métodos de análisis, impensables hace unos años, que nos abren un mundo fascinante y que nos permiten conocer mejor lo que tenemos entre manos y seguir paso a paso el proceso creativo de la obra. P. ¿Y en Euskadi, están las instituciones y la sociedad concienciadas o sensibilizadas para esta tarea?. R. En los últimos años, sobre todo desde la década de los 80, se ha hecho un gran esfuerzo por restaurar parte del patrimonio de nuestra comunidad, pero son muchas las obras que quedan aún por restaurar. En esta labor están todos concienciados y han influido las facultades e institutos de arte, incluida la arquitectura. La prueba está en que ciudades y pueblos están recuperando la belleza de fachadas y edificios o que la mayoría de los museos y las diputaciones tienen un departamento de conservación y restauración con personal altamente cualificado, y mantienen sociedades que trabajan muy bien. A eso hay que añadir la exigencia de una sociedad como la nuestra que da ya mucho valor a lo que tiene y a lo que se hace con el patrimonio, que es de todos. El único problema radica en la falta de medios. Por eso, el mecenazgo es importantísimo.
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