Muere la poeta de la generación del 27 Ernestina de Champourcín
Durante muchos años, Ernestina de Champourcín -fallecida en Madrid el pasado sábado a los 93 años y enterrada el domingo- pasó por ser la autora que Gerardo Diego incluyó en su antología. Ese pedigrí suscitó otras imágenes: la de miembro femenino de la generación del 27 y la de escritora del exilio, que vivió en México en compañía de su marido, el poeta Juan José Domenchina, secretario de Manuel Azaña. Champourcín (Vitoria, 1904, aunque de infancia y juventud madrileñas) publicó cuatro libros antes de la guerra civil (El silencio, Ahora, La voz en el viento, Cántico inútil); cinco en el destierro (entre ellos Presencia a oscuras, y El nombre que me diste), adonde acompañó a su marido, y varios más a su regreso a España, donde volvió definitivamente en 1972 (valga citar Primer exilio). Era una fiel seguidora de Juan Ramón Jiménez, y la huella juanramoniana es visible en su poesía, en especial en la de antes de la guerra. El poeta andaluz, que agradecía su lealtad, le dedicó un hermoso retrato en Españoles de tres mundos: "¿Qué boca de lobo hay al fondo del bosque de Ernestina y adónde largamente dará? Porque parece que sale peleada con los perros infernales, achicharrada con signos, con evidentes sangres mezcladas, dientes descompuestos de haber mordido su defensa, ojos en audaz extravío. Y ese misterio repetido le va dejando, no sé en qué dónde de su cuerpo o de su alma, un resto retorcido, ahumado, resplandoroso, cabalístico. ¿La pitonisa de Madrid?".
Antología de 1932
Ernestina de Champourcín puede, por razones cronológicas y culturales, ser adscrita a la generación del 27, pero no pertenece al núcleo creador de esa generación, esto es, el grupo del 27, que, como tal grupo, fue perfectamente codificado por Gerardo Diego en su primera antología, la de 1932, que es la que verdaderamente importa; Diego fue su responsable editorial, pero su elaboración corrió a cargo de la plana mayor del grupo. Con este grupo, que constituye la generación del 27 por antonomasia, mantuvo relaciones muy malas el poeta Juan José Domenchina.La antología de 1934 fue una operación ecléctica con la que Diego, ahora a título individual, trató de frenar, aunque no lo consiguió, las virulentas reacciones hostiles que había suscitado la gran antología del 32, componiendo un panorama histórico-crítico que carecía del encanto y el rigor programático de aquélla. Ernestina de Champourcín y Josefina de la Torre fueron la dos presencias femeninas que utilizó el antólogo para ampliar la selectiva y rigurosa muestra de dos años antes. Crear una sección femenina del grupo del 27 es un manifiesto despropósito. Ella, en la nota que antepuso a la antología de Diego, indicó su lugar y fecha de nacimiento como único dato real de su biografía; recusó, felizmente, "el horrible calificativo de poetisa", y agregó que carecía de todo concepto teórico sobre la poesía, matizando que prefería mantenerse desdibujada "entre los equívocos linderos de la vaguedad y la vagancia".
Babelia
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