La telaraña del espionaje chino
China ha conseguido importantes secretos estadounidenses empleando científicos, informáticos y turistas
Durante su etapa imperial, China pensó con orgullo que el exterior no tenía nada que enseñarle, y eso la llevó a la decadencia. Aprendida la lección y siguiendo el ejemplo japonés, la China actual es una esponja sedienta de conocimientos científicos y tecnológicos, de preferencia norteamericanos. Conseguirlos por cualquier medio, legal o ilegal, es su principal obsesión, según ha confirmado la publicación del informe del Congreso de Estados Unidos sobre el más espectacular caso de espionaje de nuestros tiempos. China, según el llamado Informe Cox, ha utilizado durante dos décadas, y sigue utilizando, una compleja telaraña de medios para robarle a EEUU sus principales secretos nucleares."Volvemos a la era McCarthy, el peor momento de la guerra fría, cuando ser norteamericano de origen chino era sinónimo de traición y espionaje", declaró, compungido, el pasado jueves Lingchi Wang, un sinólogo de la Universidad californiana de Berkeley. Esa sensación era compartida por cientos de miles de chinos residentes en EEUU. Pekín, según el Informe Cox, ha utilizado a científicos norteamericanos de origen chino para hacerse, entre otras cosas, con datos decisivos sobre siete cabezas nucleares y la bomba de neutrones.
El pasado marzo, Wen Ho Lee, nacido en Taiwan hace 59 años y ciudadano norteamericano, fue expulsado del laboratorio nuclear de Los Álamos (Nuevo México), como sospechoso de haber pasado durante muchos años información confidencial a Pekín, incluidos códigos informáticos decisivos para el funcionamiento de las modernas cabezas nucleares. El FBI sospecha ahora de que la mayor parte de estas transferencias se hicieron durante viajes que, sin permiso de sus superiores y sin despertar en su momento la atención del contraespionaje de EEUU, Wen Ho Lee efectuó a China y a otros países asiáticos para dar conferencias.
La alerta se encendió en EEUU cuando, en 1995, un informador chino entregó a la CIA un documento secreto del Gobierno de Pekín con detalles sobre la cabeza nuclear en miniatura W-88, la más moderna del arsenal norteamericano. Pero aún fueron precisos cuatro años para que Wen Ho Lee, que ha resistido hasta ahora todos los interrogatorios y pruebas con el detector de mentiras, fuera despedido de Los Álamos.
El FBI, responsable del contraespionaje en el interior de EEUU y del monumental fiasco descrito por el Informe Cox, cree que el científico pasó unos 1.000 ficheros desde ordenadores secretos de Los Álamos al suyo personal, pero aún no ha podido probar que los transmitiera a Pekín.
Si el ya excientífico de Los Álamos es el principal sospechoso de facilitar a China el secreto de la miniaturización de las cabezas nucleares, el Gobierno de Bill Clinton ha prohibido a la comisión del Congreso dar detalles de cómo consiguió Pekín la información que le permitió probar una bomba de neutrones en 1988. En cambio, sí ha autorizado que se explique cómo Peter Lee, otro científico nacido en Taiwan y ciudadano de EEUU, transmitió a China información sobre cómo detectar submarinos nucleares.
En mayo de 1997, Peter Lee, científico del laboratorio nuclear de Lawrence Livermore (California), invitado a dar una conferencia en Pekín en el Instituto de Físicas y Matemáticas, mostró a miembros de la Academia de Ingeniería Física de China gráficos e imágenes informáticas sobre la lucha contra los submarinos. En anteriores viajes les había enseñado cómo realizar explosiones nucleares en miniatura usando deuterio (nucleido estable del hidrógeno) y tritio (nucleido radiactivo del hidrógeno) bombardeados por rayos láser. A finales de 1997, Peter Lee se declaró culpable de transmitir información confidencial a China y fue condenado a un año de prisión.
El documento del Congreso sostiene que el gigante asiático "emplea varios sistemas para obtener información de científicos norteamericanos: apelación al común origen étnico, organización de visitas a los hogares de ancestros y parientes; pago de viajes a China; elogio de su sabiduría e inteligencia; organización de banquetes para los huéspedes de honor, y preguntas técnicas aparentemente espontáneas, a veces al final de una comida en la que se ha consumido abundante alcohol".
A veces, señala el Informe Cox, Pekín obtiene datos de sus agentes en los laboratorios nucleares de EEUU por correo electrónico, a través de Internet. "Nuestros laboratorios", dice el informe, "no pueden determinar quién se está comunicando con quién. Por ejemplo, "más de 250.000 mensajes sin control se envían cada semana desde el laboratorio Sandia".
El precursor de la red de científicos chinoamericanos a la que pertenecían Wen Ho Lee y Peter Lee es Qian Xuesen, formado en los años treinta en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y prominente científico en los programas norteamericanos de misiles intercontinentales. Tras ser acusado de espionaje, Xuesen volvió en 1955 a China, donde se convirtió en el padre del plan espacial y balístico.
Pekín lo usa todo, con una tenacidad y paciencia extraordinarias: no se le escapa ninguna publicación científica o informe no confidencial del Gobierno, las universidades y las empresas estadounidenses. Por este procedimiento obtuvo datos sobre el empleo de explosivos convencionales en las detonaciones de armas nucleares.
El turismo y las visitas oficiales, universitarias o empresariales son otra fuente de datos. Si los norteamericanos que se desplazan a China son hábilmente sonsacados para que faciliten la menor brizna de información, el Informe Cox calcula que, cada año, unos 80.000 chinos que visitan EEUU reciben el encargo de "recolectar, legal o ilegalmente, toda la información posible".
La telaraña del espionaje chino tiene varios centros en Pekín, donde miles de personas procesan todos los datos recibidos, por insignificantes que parezcan. Uno de los más importantes es la Academia China de Ingeniería Física. Varios dirigentes de ese organismo han visitado oficialmente los laboratorios de Los Álamos y Lawrence Livermore desde 1993. Allí, cree el Informe Cox, estrecharon lazos con científicos de origen chino.
Las redes informáticas tampoco son inmunes a la ofensiva china. "Los ataques de piratas al sistema informático del Departamento de Energía y a los laboratorios nucleares de EEUU constituyen un grave problema", dice el Informe Cox. Pero lo sorprendente es que añade que la red del Departamento de Energía "no cuenta con instrumentos de detección para determinar si se han producido o no intrusiones". Más sencillo todavía es explotar las ganas de introducirse en el mercado chino de las grandes empresas norteamericanas. Al menos dos de ellas, Loral y Hughes Electronics, han ayudado a China desde 1996 a corregir problemas en sus cohetes de lanzamiento de misiles sin permiso estadounidense de exportación de tecnología.
Pekín explota, asimismo, la hambruna de fondos electorales que caracteriza a la política estadounidense. Johny Chung, un norteamericano de origen chino que recaudaba fondos para Clinton en 1996, recibió 300.000 dólares (45 millones de pesetas) del Ejército chino para que colocara en EEUU a Liu Chaoying. Hija de un general chino, Chaoying tiene rango de teniente coronel y es vicepresidenta de China Aerospacial. El recaudador cumplió y Liu Chaoyng hasta se entrevistó con Clinton.
EEUU se consuela pensando que China no es capaz de explotar a fondo todos los datos que cosecha. Según Ivan Eland, del instituto Cato, "tienen que mantener los submarinos que transportan misiles balísticos casi todo el tiempo amarrados porque tienen muchos problemas cuando se alejan de las costas". El exsecretario de Estado Henry Kissinger cree que China necesita "un mínimo de 15 años" para convertir un secreto robado en un arma efectiva.
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