Redondo, la tristeza y la gripe
, Fernando Redondo siempre supo con certeza que haría lo posible por jugar el partido contra el Valencia. Cuando se enteró de que el seleccionador argentino, Marcelo Bielsa, le convocó para jugar dos amistosos con su selección, hace un mes, el jugador expuso sus intenciones con claridad: "La Copa del Rey es la única competición que puede ganar el Real Madrid este año y quiero jugarla. Si me voy con la selección no podría estar en las semifinales". Redondo fue el único titular, junto con Iván Campo y Sanchis, que se quedó a entrenar con el equipo. Contrajo una gripe el lunes, antes del partido. Y como es su costumbre -en la primera vuelta de la Liga jugó varios partidos con contracturas musculares- persistió. Se figuró la importancia del partido del miércoles sin sospechar que tantas renuncias no le traerían más que un disgusto: fue expulsado por roja directa al poco de saltar a la hierba de Mestalla. ¿Cuántas veces le han sancionado de esta guisa? No lo expulsaban desde que jugaba en el Tenerife (le dio un manotazo a Lasa, en el Bernabéu, en 1994). Y tuvo que ocurrirle contra el Valencia, en el minuto 24. A partir de ahí, y con un gol en contra, algunos de sus compañeros reconocieron ayer que el Madrid, sin su eje, se hundió con estrépito. Pocos se empeñaron con tanta determinación como Redondo en jugar el partido de Mestalla. Roberto Carlos y Seedorf se marcharon a jugar dos amistosos entre Brasil y Holanda. Karembeu calentó banquillo con Francia. Jarni, Mijatovic, Panucci, Morientes, Raúl y Hierro, partieron a disputar las eliminatorias de la Eurocopa 2000. Redondo pasó diez días anodinos en la Ciudad Deportiva del Madrid mientras en la concentración de su selección, en Chicago, Simeone se ejercitaba para ocupar su sitio frente a México. Para colmo, cuando saltó a enfrentar al Valencia, se encontró aislado, lejos de los delanteros y amparando a una defensa superpoblada. Se movía incómodo en el esquema de 5-1-2-2, y con gripe, cuando Angulo le acestó una patada por detrás. Había soltado el balón y respondió a la agresión fuera de sí, empujando a Angulo para ver cómo López Nieto lo mandaba al vestuario de un tarjetazo. "No sé cómo me pudo pasar, perdí la cabeza...", ayer Redondo no pudo ocultar un rictus de desolación. Su arrogancia, mal llevada, no le alcanzó para disimular el constipado.
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