¿Espejismo o realidad?

Lo primero que llama la atención de lo que está pasando operísticamente en el Festival Mozart de A Coruña es precisamente el nivel de calidad con el que se están desarrollando sus actividades. Todo parece muy sencillo y, sin embargo, hay por detrás una cuidada y precisa planificación. Acostumbrados a que sean los teatros de tradición los que marcan las pautas del arte lírico en España, resulta atrevido y hasta descarado que una ciudad periférica y alejada de los centros de decisión artística se convierta de la noche a la mañana en un lugar donde confluyen, asombradas, muchas miradas. Porque atrevimiento y hasta descaro es salir airosos en su primer mozart escenificado, con ese mecanismo de relojería teatral, prodigio de ambigüedad y conocimiento humano, que es Così fan tutte. Una nota diferencial de la ópera en A Coruña es la existencia de una orquesta de fuste en el foso, la estupenda Sinfónica de Galicia. Tiene buena parte de razón su director, Víctor Pablo Pérez, cuando asegura que la condición imprescindible para que un teatro de ópera funcione es contar con una gran orquesta. No sería, en cualquier caso, suficiente sin una acertada elección de los repartos vocales. Y en esto, de momento, en el Festival Mozart lo están consiguiendo.

Destacó en Così María Bayo, una Fiordiligi más compacta, más lírica y con más peso vocal que la que nos brindó en San Sebastián hace siete años. María Bayo ha mejorado en interiorización expresiva, en sabiduría teatral y en apropiación del estilo. No ha tocado techo, ni mucho menos, todavía en la composición del personaje de Fiordiligi, pero está en muy buen camino.

Cálido color

A su lado, Raúl Giménez impuso su cálido color y un extraordinario dominio del lenguaje mozartiano. No se quedaron atrás Pietro Spagnoli y Liliana Nikiteanu. Más ligeros musicalmente, pero magníficos desde la composición teatral, estuvieron G. Bradley y G. Furlanetto. Jonathan Miller resuelve la escena con claridad conceptual y perspicaz oficio teatral. Los detalles se multiplican. Estupenda la escena del silencio y los correspondientes carraspeos en el segundo acto antes de la definitiva seducción entre las parejas; sugerente (y algo monótona) la escenografía de evocaciones pompeyanas, cenizas volcánicas y calor sofocante, aun sin contar con la presencia del mar.

Víctor Pablo consiguió un primer acto excelente. El director burgalés subrayó la atmósfera camerística de la ópera desde un planteamiento muy nítido de los equilibrios orquestales. Atento a los conflictos que sucedían en la escena, buscó la teatralidad desde la concepción del sonido y estuvo siempre pendiente de la evolución musical de los personajes. En el segundo, la representación tuvo cierta caída de tensión o, si se prefiere, algunas irregularidades, dentro, por supuesto, de un tono más que notable tanto musical como escénicamente. Fue, en cualquier caso, un Così fan tutte casi milagroso.

Las comparaciones son odiosas, lo sé, pero a veces se hace necesario enfatizarlas para comprender mejor por dónde van las cosas. En el Victoria de Barcelona se está representando durante estos días una Flauta mágica al borde del naufragio musical y vocal; en A Coruña mantienen el tipo y hasta logran momentos de brillantez con una ópera tan complicada como Così fan tutte. ¿Qué diablos está pasando? ¿Es un espejismo, una realidad, o un reflejo de que los grandes se tambalean y los llamados pequeños se rebelan? La solución, en los próximos meses.