LOS PACTOS TRAS EL 13-J La pinza y la garra
Sostiene la presidenta del PP en Andalucía, Teófila Martínez, que los recientes pactos, democráticos y legítimos, alcanzados por el PSOE con IU-CA y el PA en los ayuntamientos han conformado "una garra de intereses entrelazados" (véase EL PAÍS del pasado domingo 11 de julio), frente a la calificación más venial que, a su juicio, merece aquella pinza contra natura del PP e IU-CA, una sociedad concebida con el único objeto social de obstruir el gobierno de Andalucía durante el bienio 1994-95 (de la pinza articulada a nivel estatal escribiremos en otra ocasión). Sostiene la señora Martínez que el acuerdo de gobierno alcanzado ahora en el Ayuntamiento de Sevilla es un "pacto espurio" frente a la lógica e incuestionable legitimidad del suscrito en 1991 por el PP y el PA, que diera la alcaldía a Alejandro Rojas-Marcos, porque "en aquel momento sí que había una mayor igualdad entre las tres fuerzas; no se estableció claramente cuál era la más votada". Si el resto de las declaraciones de Martínez, pasadas y presentes, gozaren del mismo rigor y crédito que sus afirmaciones anteriores, habrá que relativizar en el futuro cualquier intervención de la presidenta del PP en el debate político. En 1991, la candidatura del PSOE en las elecciones del municipio de Sevilla obtuvo 40.000 votos más que la del PP, con una ventaja porcentual de 14 puntos, y 31.000 votos por encima de la correspondiente al PA. Supongo que la fragilidad de memoria de la señora Martínez no será tanta por haber olvidado que en las recientes elecciones municipales los resultados del PP y el PSOE en Sevilla han estado en un pañuelo. En el capítulo de intereses y referencias mercantiles de éstos, al parecer, venales pactos de hoy, convendrá Martínez conmigo en que el récord, propio del Guinnes, lo debe ostentar el PP por los cuantiosos "dividendos" que ha cobrado en estos tres años pasados, según su propia palabra y contabilidad, ese Pujol al que poco antes se conminaba despectivamente a hablar en castellano. Item más: en la propia Sevilla, el PP había echado el resto hace unas semanas (lo que quiera Alejandro, decía Arenas) y en Baleares, hace unos días, estaba dispuesto impúdicamente a tirar la casa (y el propio Estado) por la ventana para mantener el Gobierno regional en las islas: ¿cómo puede ofrecerse transferencias cienmillonarias, el título de "nacionalidad histórica" -¿es el PP también dueño de la historia?-, e indeterminados cargos financieros y judiciales para conservar un Gobierno regional, mientras a comunidades autónomas como Andalucía se les racanea el dinero que corresponde a su censo real de población y competencias que ya disfrutan otras comunidades autónomas del artículo 151? ¿Qué ocultas riquezas atesoran las islas Baleares que valen tanto para el PP? ¿Cuál habrá sido la conducta política del PP en Baleares para que Unió Mallorquina no haya sucumbido a estos cantos de sirena? Creo que el PP debería preguntarse por qué ha perdido el gobierno de tantos ayuntamientos y comunidades autónomas; por qué nadie quiere pactar con este partido; por qué no cae bien; por qué, en las negociaciones posteriores, ha empeorado sus ya de por sí mediocres resultados electorales, cualquiera que sea el maquillaje que se les aplique: me decía un amigo que lo determinante para analizar los resultados del PP era el Informe Cáritas, no Cáritas, sino del rictus, la expresión facial, que les había dejado el 13-J a los dirigentes conservadores. Si encuentra respuestas a las preguntas anteriores, sería bueno para el PP que las medidas correctoras pasaran por un acto de contrición más que de venganza, por la humildad más que por la soberbia, por la limpieza más que por la suciedad. No vaya a ser que el PP, llevado por la desesperación y su evidente aislamiento en Andalucía, pudiera caer en la tentación, ante las elecciones andaluzas, de sacar las garras -estas sí- de esa fiera dormida a la que tanto cuesta a veces digerir la democracia y sus reglas.LUIS PIZARRO
Luis Pizarro es secretario de Organización del PSOE de Andalucía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.