La invasión de Armintza
La localidad vizcaína de Armintza tiene poco más de 500 habitantes, pero este fin de semana ha recibido la visita de casi 15.000 jóvenes ávidos de escuchar música reggae, estilo sincopado y bailable popularizado por Bob Marley. Esta masiva asistencia es la gran prueba del éxito del Txapel Reggae, un festival organizado por la Comisión de Fiestas del pueblo que, tras nueve ediciones, ha logrado consolidarse como cita ineludible del verano para los aficionados a la música. Enormes filas de coches aparcados en plena calzada (de siete kilómetros de longitud en dirección a Plentzia y de cinco en dirección a Bakio), 700 tiendas de campaña instaladas en varias campas localizadas entre la cala de Armintzekoalde y la central nuclear de Lemoniz, así como los rescates de alguna persona que había caído al mar entre la osadía y el despiste dan buena fe de la invasión pacífica que ha vivido entre el viernes y el sábado la localidad costera. Una concurrencia que ha superado las optimistas previsiones de los propios organizadores. "Este año ha sido el que más gente ha venido. Pensábamos que ya no podía venir más, pero si el viernes ha estado como otros años, el sábado se han desbordado todas las previsiones. Y además creo que es casi imposible meter a más de 15.000 personas, porque no tiene mucha más capacidad el pueblo", reconoce Gorka Andraka, máximo responsable de un festival en el que han trabajado desinteresadamente (su presupuesto ronda los cinco millones de pesetas, cantidad irrisoria cuando otros manejan cifras entre los 40 y los 60) más de 200 personas; lo mismo poniendo bocadillos que regulando el tráfico o cuidando la zona de acampada. Todos ellos han procurado que nada perturbase las actuaciones de 14 grupos (uno menos de los previstos, ya que los suramericanos Cultura Profética se cayeron a última hora del cartel) que intentaron ganarse el favor del público con propuestas que oscilaban entre el reggae más clásico y el mestizaje. Una sana pugna en la que, según el sentir general, hubo tres vencedores: el octeto francés Gang Jah Mind, el barcelonés Macaco, que presentaba su primer elepé (El mono loco en el ojo del tigre), y la ecléctica banda argentina Bersuit. Contrastada la bondad del balance artístico, sólo falta comprobar si el económico ha sido igualmente positivo. Pese al carácter "no lucrativo y popular" de la muestra, a buen seguro que los números tienen algo que decir de cara a una continuidad que Gorka Andraka no se atreve a garantizar: "Por la gente del pueblo habría seguro, pero habrá que ver qué ánimo tenemos. Esto tiene sus compensaciones, pero también es muy duro". Lo que sí tiene claro el organizador es que habrá que mejorar la oferta de actividades paralelas, prácticamente limitada este año a un mercadillo ocupado por artículos como marroquinería, instrumentos, ropa, papel de fumar y hasta remedios de medicina natural.
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