Valencia, los tabacos
Cohiba es el nombre que los indios taínos, originarios del Nuevo Mundo, daban a sus tabacos, aquí puros. Dichos tabacos los fumaban desde mucho antes de la llegada de Colón a aquellas tierras, ya que éste comenta en su diario "mujeres y hombres con un tizón en la mano, yerbas para tomar sus sahumerios que acostumbran". En aquella civilización, como ha sucedido con la nuestra en multitud de productos, se consideraba el fumar tabaco como un hecho mágico, que servía para poner en comunicación al hechicero con seres extraordinarios que le aconsejaban en sus curaciones. Sin tener en cuenta estos antecedentes también en Europa tuvo el tabaco carácter sanitario, y es conocido que con ocasión de una visita del Rey Jacobo I de Inglaterra a la Universidad de Oxford, uno de los profesores le emplazó a debate público arguyendo en favor del tabaco, y esto lo aceptaban las autoridades científicas del lugar, el bien que hacía para respirar. Cómo han cambiado las cosas; pero quizá bien visto, aquellos hechiceros y los posteriores galenos únicamente trataban del puro, cuyo humo no debe tragarse, y no del cigarrillo, ante el cual no se pronunciaban.Ya dice Fernando Ortiz, imprescindible escritor cubano, que el puro se fuma con los cinco sentidos y con meditación, y sin embargo el cigarrillo se fuma sin sentir, como hábito acomodaticio. No creo tener que explicarles qué fumaba Don Fernando. El puro se construye únicamente con hojas de tabaco, y está formado por un alma confeccionada con apretadas hojas mezcladas de tres calidades, lo cual le proporciona sus características más señaladas, aroma con el ligero, combustibilidad con el volado, y finura con el seco. Dependiendo de la proporción entre ellas saldrá uno u otro tipo de puro. Esta mezcla se recubre con la capa, que es una hoja elegida por su calidad y presentación, y que modifica el aspecto exterior del cigarro en función del color. La misma pureza se descubre en los productos que ofrece el restaurante Rías Gallegas de Valencia. Su mayor virtud consiste en que, como en aquellos, se prescinde del papel y aditamentos para mejorar la combustión y nos ofrecen con toda la sobriedad, y por ello mismo con toda su virtud, una alimentación presidida por la calidad de la materia prima. Ésta se dirige con mayor ahínco a los productos marítimos, más aún a los gallegos, de donde proceden, pero sin dejar de lado aquellos otros que se consiguen en los mercados cercanos. No es fácil olvidar una centolla hervida y sin manipulaciones, o unas almejas vivas, grandes y jugosas, o las ostras, las angulas, solo cuando el precio es soportable. Pero su mayor gloria son los pescados; recién traídos de los pescaderos, buscados de gran tamaño para que su carne esté más hecha y con mejor sabor, y guisados, nada, al horno, a la plancha, hervidos y servidos con un excelente aceite de oliva, o a la gallega, que total es pimentón.Postres caseros e incluso hogareños como las filloas. Amplia y bien seleccionada carta de vinos, así como de licores, y sobresaliendo, una de las más completas colecciones de puros de la capital, perfectamente conservados y ajustados precios. Sólo nos falta encenderlos con la suficiente tranquilidad, y degustarlos sin prisa, el local no urge a que lo abandonemos. Podemos elegir puros de distintas procedencias pero para delimitar nuestras preferencias, contaremos una anécdota sacada de El Bello Habano de Reynaldo González, que le sucedió al Mariscal Otto von Bismarck en la batalla de Sadowa. A este, que afirmaba "un hombre no debe soñar en morir antes de fumar cien mil brevas", le sucedió en la citada batalla que viendo desde su cabalgadura cómo uno de sus hombres se encontraba moribundo, se le acercó y encendiendo un tabaco holandés que llevaba en la guerrera, lo puso en la boca del herido, el cual, aspiró unas bocanadas y antes de expirar pudo decir: "Señor von Bismarck, se lo agradezco profundamente, aunque hubiera preferido que fuera un Habano legítimo.
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