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Policías y forenses españoles no hallan pruebas de genocidio al norte de Kosovo

Crímenes de guerra, sí; genocidio, no. Así de tajante se mostró ayer el equipo de expertos españoles -formado por funcionarios de la policía científica y forenses civiles- que acaba de volver de Istok, la zona al norte de Kosovo bajo control de la Legión. Los 187 cadáveres encontrados y analizados en nueve aldeas estaban enterrados en fosas individuales, orientadas la mayoría hacia La Meca -para respetar las creencias religiosas de los albanokosovares- y sin señales de tortura. "No había ninguna fosa común... A lo mejor los serbios no son tan malos como nos los han pintado", reflexionó el forense Emilio Pérez Pujol.

No fue su única ironía. También cuestionó las sucesivas cifras que vienen ofreciendo "los aliados" sobre la tragedia de Kosovo: "Yo voy leyendo los datos de la ONU", dijo Pérez Pujol, director del Instituto Anatómico Forense de Cartagena, "y empezaron con 44.000 muertos, luego bajaron a 22.000 y ahora van por 11.000. ¡Ya tengo ganas de ver al final cuántos hubo realmente...!". La misión española, que deberá elevar ahora un informe al Tribunal Penal Internacional de La Haya, partió desde Madrid a principios del mes de agosto con la sensación de que se encaminaba al infierno. "Nos dijeron que íbamos a la peor zona de Kosovo, que nos preparáramos para practicar más de 2.000 autopsias, que tendríamos trabajo hasta finales de noviembre; el resultado es bien distinto: sólo encontramos 187 cadáveres y ya estamos de vuelta", explicó de forma muy gráfica el inspector jefe Juan López Palafox, responsable de la sección de Antropología de la Policía Científica.

Tanto el forense como el policía apelaron a su experiencia en Ruanda para asegurar que lo ocurrido en Kosovo -al menos en la parte encomendada al destacamento español- no se puede calificar de genocidio. "En la ex Yugoslavia", dijo López Palafox, "se han producido crímenes, algunos sin duda horribles, pero derivados de una guerra; en Ruanda vimos 450 cuerpos de mujeres y niños, unos sobre otros, en una iglesia, todos con el cráneo abierto". El inspector jefe añadió que en Kosovo, por el contrario, se han encontrado muchos cadáveres aislados: "Da la sensación de que los serbios daban opción a las familias para que abandonaran el hogar. Si algún miembro del clan, por las razones que fuera, decidía quedarse, al regresar se lo encontraban muerto, de un tiro o de cualquier otra forma". Uno de los cometidos de la misión española era aportar luz sobre lo sucedido en la prisión de Istok, bombardeada a finales de mayo por los aviones de la OTAN. El equipo dirigido por López Palafox y Pérez Pujol tenía que desvelar la siguiente incógnita: ¿quién mató a los más de 100 reclusos, las bombas de la OTAN o los disparos de los soldados serbios? La respuesta, según los primeros estudios, es compleja. Algunos de los cadáveres analizados tienen restos de metralla y, por tanto, parece claro que perecieron bajo el bombardeo, pero otros murieron de disparos limpios, quizá de ráfagas de metralleta. La tesis más ajustada es que, tras el bombardeo, los presos supervivientes intentaron huir y fueron tiroteados por los guardianes serbios.

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