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JAIME ESQUEMBRE

Cuando un Gobierno presiona hasta conseguir neutralizar la labor de organismos supuestamente independientes e imparciales, a los que se presupone una importante carga moral y doctrinal en base a criterios objetivos, no hace sino evidenciar su debilidad. Forzar a un órgano consultivo a modificar sus criterios hasta el punto de pronunciarse de forma tan ambigua como ayer lo hizo el Consell Valencià de Cultura, con respecto a la previsible construcción de un palacio de congresos en el monte Benacantil de Alicante -a la que antes se oponía-, transmite la sensación de que ese Gobierno es incapaz de convencer por razón y por gestión, al optar por burlarse del sistema democrático y arrebatar a esos órganos su mejor y única dote: la credibilidad.

Debilidad e incapacidad, en este caso, no tienen nada que ver con apoyo electoral ni reparto de escaños, que esos están claros.

Esa forma de actuar nos indica que resulta inútil a toda mente inquieta plantear debates que, de antemano, han sido sentenciados. Ya lo dijo Eduardo Zaplana hace semanas: el palacio de congresos de Alicante se construirá en el Benacantil, diga lo que diga el Consell de Cultura. Suyos son los votos, suyas las decisiones, suya la gloria y la sinrazón. Conmigo o contra mí. Con los míos o contra la apisonadora del poder. Con el proyecto de Alperi o contra el Consell, porque lo del áurea mediocritas es cosa de oratoria.

Claro que, en esto de verdades aplastantes, Alperi ganó la carrera a Zaplana el año pasado, cuando en pleno debate ciudadano enfatizó que el palacio sería una realidad, en ese lugar, sencilla y simplemente porque a él le daba la real gana. Ante tamaños argumentos no caben réplicas.

En el escaso margen de un mes, este Gobierno que nos ha tocado en suerte ha brindado muestras diversas de injerencia en estamentos consultivos e independientes. Tal es la dinámica a la que hemos llegado al fin, que recomiendo vivamente a cuantos se sientan presionados o insultados que acudan raudos al Síndic de Greuges. Él lo arreglará todo.

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