Un periódico entre rejas
Los presos de Ohio informatizan la colección del Chicago Tribune desde 1849 por un salario de 66 pesetas hora
Era difícil pensar que un proyecto de semejante envergadura podía financiarse con un presupuesto relativamente modesto. Ahora se sabe cómo el Chicago Tribune va a informatizar todo su archivo por un precio módico: son presos en cárceles de Ohio los que mecanografían los textos antiguos en ordenadores a cambio de un salario que asciende a la cantidad de 40 centavos a la hora (66 pesetas). Con jornadas laborales prolongadas pueden llegar a ganar hasta 16.500 pesetas al mes.La iniciativa del diario es el sueño de cualquier editor de periódico: poner en Internet el contenido de todos los números publicados hasta ahora, desde la cabecera hasta los anuncios por palabras. Para el diario más importante de Chicago, el empeño es todavía más grandioso porque la publicación se fundó en 1849.
Los editores del Chicago Tribune contrataron a una empresa, PTFS, especializada en la informatización de textos. Los técnicos se dieron pronto cuenta de que no podían agilizar el encargo empleando las tecnologías más avanzadas de reconocimiento de texto porque los ejemplares más antiguos no están tan conservados como para que un lector óptico sea capaz de reconocer la letra impresa. No quedaba más remedio que interponer a un humano entre el papel y la máquina, así que buscaron a humanos "baratos", laboralmente hablando: los ejemplares del Tribune se enviaron a India para que fueran indios, con sueldos locales, los que trasladaran a los ordenadores las páginas.
Quizá porque resultaba pintoresco que fuera en India donde se pasaban a limpio las historias de la mafia y la depresión, la empresa PTFS ideó una nueva fórmula laboral para devolver el trabajo a EE UU sin dejar de pagar tarifas indias: contratar a presos. Llegó a un acuerdo con los responsables de instituciones penitenciarias en Ohio, que reciben 165 millones de pesetas a cambio de devolver a esta empresa 4.000 millones de caracteres informatizados. En la cárcel de Belmont los presos teclean las primeras páginas del diario, en la de North Central se clasifican los artículos y en la de Mansfield han caído las páginas con peores augurios, las necrológicas.
PTFS no ha fijado esos sueldos. Corresponde a los directores de las cárceles establecer unos salarios que oscilan entre 39 y 47 centavos a la hora, lo que es, según dicen, calderilla en el mundo exterior, pero oro detrás de los barrotes. Además, los presos ni siquiera reciben el dinero en metálico, sino que se acumula en cuentas personales para comprar los pocos productos que se venden en la tienda de la prisión o hacer llamadas telefónicas de larga distancia.
Troy Rock Rumschlag, que cumple cadena perpetua en Belmont por asesinato, dice que con el trabajo los días son igual de largos, pero menos aburridos. El encargo debe ser atractivo porque hay tantos reclusos dispuestos a aceptarlo como para que se hayan establecido condiciones de admisión: los teclistas tienen que tener acabado el graduado escolar, superar un examen de lectura y ortografía y, sobre todo, tener su historial penitenciario libre de peleas.
En las cárceles aseguran que así se facilita la reinserción. El periódico, que al principio se mostró abochornado por la noticia de que tenía a presos en su nómina, presume ahora de cooperar con una causa social.
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