Música para piratas
La venta de discos por Internet altera drásticamente el funcionamiento de la industria
Historias de imperios poderosos y audaces piratas capaces de vencer todas las fortalezas. Historias de liliputienses que igualan sus fuerzas a las de los gigantes, David y Goliat, Robin Hood, la fiebre del oro, Sherlok Holmes y el pastor mentiroso (¡Que viene el lobo!), encuentran en la época más turbulenta de la industria discográfica sus nuevas versiones. Hay una revolución en marcha, y todos se están preparando. La venta de música por Internet es el gran detonante, y los cambios que se avecinan van a alterar tan drásticamente el panorama, que todos quieren tomar las mejores posiciones para remontar con fortuna el temporal. Como telón de fondo, las amenazas de la piratería, con cifras que rondan el 10% del mercado global del disco.Internet es la jungla. Y, como tal, un territorio frondoso y plagado de frutos suculentos para quien sepa orientarse, y un laberinto incomprensible para el principiante. En Internet se pueden encontrar miles de sitios con música de todo el mundo. Se pueden sacar miles de canciones gratuitamente y almacenar en el ordenador auténticas discotecas especializadas, y grabártelas en un CD que puedes escuchar en cualquier sitio.
"La mayoría son artistas nuevos o poco conocidos, de los lugares más remotos y también de las grandes capitales. Muchos disc jockeys hacen remezclas de temas sin autorización, que luego distribuyen gratuitamente", afirma David P., navegante empedernido por los territorios de la música virtual. El perfil del internauta melómano es el de un hombre, entre 25 y 35 años, con conocimientos básicos de informática, que suele utilizar los ordenadores de su centro de trabajo o estudios para navegar por la red, porque es ahí donde suelo haber tarifa plana para el uso prolongado de Internet.
En España, sin embargo, los exploradores tienen que andar por caminos demasiado estrechos. El ancho de banda que determina el tiempo para bajar el fichero, en España es de 45 megabites, en el Reino Unido es de 1.500.
Pero las grandes discográficas están más preocupadas por otro de los aspectos de este boom. La venta de los discos compactos (verdadero sustento de la industria en su forma actual) que desde su creación en 1981 ha logrado acaparar el mercado en un 80%, empieza a ver su declive.
Y no a causa de la piratería, sino del crecimiento de la venta de música en línea. Aunque estas modalidades de venta son todavía marginales, se calcula que en 1998 unas 240 cibertiendas vendieron a través de Internet en Estados Unidos entre 25 y 30 millones de discos. Para 2002 el mercado musical por Internet, incluido el copiado de ficheros musicales (downloads), podrá generar 1,4 billones de dólares (alrededor de 230.000 millones de pesetas). Los downloads, que en 2002 representarán ingresos por 30 millones de dólares en 2004 se dispararán hasta los 4 billones de dólares (640.000 millones de pesetas), según el semanario L'Economie du disque.
Actualmente hay cerca de 2 millones de títulos disponibles en Internet solo entre los dos sitios más solicitados: MP3.com y Emusic.com. El primero de ellos registró 27 millones de downloads en 1999. Este éxito los ha llevado a crear su propio sello y distribuir directamente su música, pagando a los artistas un 50% por derechos de autor. Lo habitual es el 10%. Tienen un catálago mucho más amplio que las tiendas, se pueden visitar día y noche y no sólo te permiten escuchar la música sino que ofrecen mucho más información que la que se obtiene en los comercios. "En España, además de caros, son muy pocos los discos que se pueden escuchar en las tiendas y es muy difícil escoger", afirma David P. La sentencia de las grandes tiendas de discos parece estar firmada ante el avance de esta modalidad de venta, pero en esta historia todavía quedan muchos otros papeles por definir.
Los grandes sellos discográficos y sus recientes alianzas (en los últimos días Time-Warner no sólo firmó su alianza con American Online, sino que compró EMI) se orientan a unir contenido y servicios en una sola oferta. Muchos auguran que estos colosos perderán la carrera ante la reacción de los sellos medianos y pequeños que, agrupados, pueden ofrecer soluciones más ágiles e imaginativas en un terreno, como Internet, que los iguala en posibilidades. La carrera ha empezado y, por ahora, hay terrenos baldíos y zonas sin ley.
Ante esta amenaza los cinco (ahora cuatro) grandes sellos discográficos: Universal, Sony, Warner, BMG y EMI se unieron hace más de un año en el SDMI (Secure Digital Music Initiative) para investigar las formas de detectar la piratería en Internet y establecer un estándar. Por otro lado, cada uno desarrolla sus propias estrategias en privado.
La alarma también está en boca de los artistas, que hace unos meses presentaron al Parlamento Europeo la propuesta de una directiva que regule sus derechos de autor en Internet. El Parlamento la aprobó con la vaga promesa de que se les garantice "una remuneración justa".
Aunque la persecución de los piratas virtuales es difícil, sobre todo porque operan desde cualquier sitio y en cuanto son detectados, escapan y crean otra página, hay quienes ven contados los días de los infractores. José Neri, director de la Sociedad Digital de Autores y Editores (SDAE) resta importancia a la piratería musical por Internet. "La red es un sitio donde todo lo que haces deja huella y se puede rastrear. Si las grandes casas de discos no han actuado con fuerza, poniendo demandas judiciales, es porque no han querido. Están ganando tiempo para su propio desembarco", opina. "Dentro de poco todos los ficheros que viajen por la red estarán protegidos. Calculo que en los próximos seis meses alguna de ellas va a hacer un movimiento audaz, poniendo su catálogo en Internet o algo parecido".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.