Complejos y etiquetas
El efecto Mendiluce ha tenido un mes y medio de duración, y una estructura de puzzle, de piezas que había que encajar meticulosamente y que al final saltaron por los aires. Los numerosos enemigos y críticos de Greenpeace han conseguido que cale en ciertos sectores de la sociedad una etiqueta que a ellos no les gusta nada, y a Xavier Pastor le exaspera especialmente: "Sólo se preocupan de las focas y las ballenas", "les interesa más el bienestar de los animales que el de las personas".
Es una imagen que preocupa en una organización que nació como pacifista, que tuvo su origen en 1971 luchando contra las armas nucleares. "Y que ahora ve cómo otras organizaciones con menos trayectoria le están tomando la delantera en este sentido", explica Joaquín Fernández, autor del libro El ecologismo español. "Hay un debate interno muy fuerte sobre la posición de Greenpeace en conflictos como los de Kosovo y Chechenia", añade Xavier Pastor. "Tenemos un grupo que trabaja específicamente sobre cuál ha de ser nuestra estrategia, con asesores muy capacitados. Pero también hay otra corriente que quiere que continuemos centrándonos sólo en el medio ambiente; argumentan que en temas humanitarios ya hay muchas otras organizaciones trabajando". De hecho, uno de los últimos éxitos de la organización fue su campaña contra las minas antipersonas.
Además, a Greenpeace le han perseguido otros dos complejos. Por un lado, las acusaciones de ser excesivamente apocalíptica, demasiado negativa en sus críticas. Por otra parte, reflejar en mayor medida la postura de los desarrollados países del Norte y menos la del Sur, donde cuenta con menos implantación. De ahí la importancia que conceden a la oficina española y a Xavier Pastor, que son vistos como la necesaria bisagra para abrirse a otros puntos de vista del planeta.
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