Libros, cine y Athletic
Al telefonear ayer a Francisco Frutos, una voz automática de mujer informaba de dos posibilidades: "El teléfono móvil al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura en este momento". No era problema de la red. Frutos lo tenía apagado y metido en un cajón, por si acaso. De José María Aznar y de Joaquín Almunia, tres cuartos de lo mismo. Los candidatos del PP, PSOE e IU permanecieron ayer, por primera vez en un mes, con el terminal caído. Aznar leyó y paseó por La Moncloa; Almunia salió a comprar el periódico y luego se fue al campo con Milagros y los chicos; y Francisco Frutos, según propia confesión, se dedicó a imitar al perro que sale en el vídeo electoral de Izquierda Unida: "Dormir y dormir".Es de suponer que Aznar, Almunia y Frutos ya sabían ayer lo que iban a votar hoy, con lo cual pudieron dedicar la jornada oficial de reflexión a otras cosas. O, mejor dicho, a una sobre todas las demás: descansar. El presidente lo hizo a su forma: gimnasia mañanera y lectura vespertina; el líder socialista según su costumbre: música clásica, cine y Athlétic de Bilbao; y el candidato de IU optó por la clausura más absoluta. Sus respectivos jefes de prensa se encargaron de transmitir lo que parece lógico: están destrozados físicamente.
¿Cuánto sabía El hombre que sabía demasiado? Almunia ya debe saberlo a estas alturas. El candidato socialista fue el único que se dejó ver ayer. A eso del mediodía salió de su casa, en el madrileño barrio de Saconia, para darse una vuelta y comprar en el quiosco un vídeo de la película de Alfred Hitchcock. El paseo por el barrio tuvo su aquél. Allí, después de 24 años de residencia, el candidato socialista es simplemente Joaquín. Así que lo saludaron por la calle sin alharacas electorales, con toda naturalidad: "Buenos días", "hasta luego Joaquín", "suerte para mañana". No parecían guardarle rencor por estar tan empeñado en ganar hoy y así cambiar de barrio.
A José María Aznar, en cambio, ayer sólo lo vieron los suyos. El presidente aprovechó el respiro de la campaña para insistir en el deporte -costumbre que no dejó pasar por alto ni un solo día a pesar de sus compromisos electorales- y enfrascarse en la lectura de la última novela de Mario Vargas Llosa, La fiesta del Chivo. Es casi increíble, pero, según sus colaboradores, el presidente del Gobierno ha tenido tiempo durante la campaña de devorar nada menos que tres libros: El alquimista impaciente, de Lorenzo Silva, último premio Nadal; Las moras agraces, de Carmen Jodrá, y El misterio del agua, de Emilio Prados.
En la familia Aznar-Botella se da la circunstancia, además, de que no sólo el candidato sufre el lógico desgaste electoral. También su esposa, que reclamó el voto por todo el país, y sus hijos -Alonso, Ana y José María-, que asistieron a un buen número de mítines. Según la agencia Efe, "el presidente del Gobierno ha recorrido durante la campaña 23.000 kilómetros". En una avioneta alquilada por el Partido Popular.
El otro candidato, Francisco Frutos, imitó ayer al presidente del Gobierno, aunque, claro está, salvando las distancias. Uno hizo gimnasia por los jardines de La Moncloa y el otro en el populoso barrio madrileño de Vallecas, sirviéndose de aparatos de musculación como los que venden en la Teletienda. El nuevo líder de Izquierda Unida sólo salió un ratito por la mañana, casi de furtivo, para comprar el pan y los periódicos sin encontrarse con los fotógrafos. Por pudor, el candidato Frutos dejó bien claro la víspera que quería dedicar el día de reflexión precisamente a eso. Tanta intimidad anhelaba que no sólo apagó el teléfono móvil, un artefacto al que no ha logrado acostumbrarse en la campaña. También pidió a su compañera, la actriz Esperanza Alonso, que filtrara las llamadas que se fueran recibiendo en su domicilio.
A las siete en punto de la tarde, José María Aznar y Joaquín Almunia se sentaron por separado frente al televisor para ver el partido de fútbol. Ayer se la jugaban el Athlétic de Bilbao y el Barcelona. Hoy les toca a ellos.
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