La última escena de Buero Vallejo 6.000 personas desfilan ante los restos del dramaturgo en el patio de butacas del teatro María Guerrero
"Un inseguro autor en el espacio del centro, claramente iluminado". Con esta acotación terminó Antonio Buero Vallejo su última obra de teatro, Misión al pueblo desierto, estrenada el año pasado, 50 años después de Historia de una escalera, la pieza que le lanzó a la fama. Ayer, a la hora exacta del mediodía, esa escena imaginada se plasmó de nuevo en el patio de butacas del teatro María Guerrero, de Madrid, pero esta vez para acoger el cuerpo del dramaturgo, depositado en un féretro e iluminado por un foco de intensísima luz, con el resto de la sala en penumbra. Anoche ya habían desfilado ante el impresionante túmulo unas 6.000 personas para rendir homenaje al autor de una de las obras más libres y personales del teatro español del siglo XX.Buero Vallejo, académico de la Lengua y premio Cervantes, falleció en la medianoche del viernes a los 83 años de edad, y será enterrado hoy en el cementerio de La Paz, en Tres Cantos, localidad próxima a Madrid. El feretró saldrá del teatro a las 10.30 horas.
Envuelto en un sudario blanco, que hacía aún más afilado y terso su rostro, Buero Vallejo llenó ayer de dramatismo el escenario teatral más apropiado para el luctuoso momento: el mismo patio de butacas en el que, en enero del año pasado, Buero asistió, acompañado por los Reyes, al reestreno de La Fundación, la obra escogida por el Centro Dramático Nacional para celebrar su vigésimo aniversario. Paco Valladores fue, en 1974, uno de los actores que estrenó esa obra. "Era un hombre enorme, que nunca despotricó contra nada ni contra nadie. Cuando hablaba lo hacía sin esa venda en los ojos que muchos tenemos", dijo ayer el actor.
Autoridades, gentes del teatro y y de otras artes, pero sobre todo miles de personas anónimas, en impresionante silencio, desfilaron ayer ante los restos del dramaturgo y expresaron su duelo a Victoria Rodríguez, la actriz con la que Buero tuvo dos hijos, uno de ellos fallecido en accidente de tráfico. Precisamente el pasado domingo Buero fue al María Guerrero a ver la representación de La visita de la vieja dama, de Friedrich Durrenmatt, en la que su esposa interpreta un papel estelar.
Este pasado viernes, cuando Buero ya estaba en coma, Victoria Rodríguez acudió a la cita teatral de cada día, interpretó su gran papel de dama visitada y, nada más terminar la función, se trasladó a la clínica a tiempo para dar el último beso a su esposo, que éxpiró poco después. El teatro les permitió conocerse y el teatro logrará que, esta misma tarde, Victoria Rodríguez tenga coraje para subirse de nuevo al escenario, ocho horas después de que el feretro con los restos de su marido haya abandonado definitivamemte el proscenio y el patio de butacas del teatro más querido por ambos.
"Fue como una premonición. Sentí que se quería morir", dijo ayer la actriz María Jesús Valdés sobre la presencia de Buero en el María Guerrero el pasado domingo. "Para mí no ha muerto", añadió la actriz, que también actúa en La visita de la vieja dama. Fue ella la que estrenó hace 50 años Historia de una escalera.
La ministra de Educación, Cultura y Deporte, Pilar del Castillo, llegó al María Guerrero una hora después de instalada la capilla ardiente. "Lamento que mi primer acto oficial sea para visitar el féretro de un dramaturgo tan importante y con una obra tan potente", dijo. Según la nueva ministra, Buero fue un "rayo de luz y de esperanza" para toda una generación.
Los Reyes remitieron un telegrama de pésame a la viuda de Buero y a su hijo, Carlos. También enviaron una corona de flores, que se unió a otras de instituciones como el Ministerio de Educación, teatro Español, Universidad Carlos III, Presidencia del Gobierno y Ayuntamiento de Guadalajara, ciudad en donde Buero nació el 29 de septiembre de 1916, y que ayer decretó tres días de luto. "Un artista de la palabra". Con estas palabras resumió su homenaje a Buero el Gobierno de Castilla-La Mancha. Y el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, lo calificó como "un referente de la cultura comprometida".
Desde Puerto Rico, Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, en la que Buero ocupaba el sillón X, habló del "gran dramaturgo y maestro indiscutible", antes de recordar que era uno de los académicos más rigurosos y fieles a su trabajo. Buero acudía cada jueves a la Academia y ayer algunos de sus colegas le llenaron de elogios. "El teatro español sería incomprensible sin él", dijo Gregorio Salvador. "Alcanzó la cima del drama español", añadíó José Luis Sampedro. "Es el primer dramaturgo español desde Calderón", proclamó Luis María Anson.
El ex líder comunista Santiago Carrillo recordó a Buero como "un héroe de este siglo, a pesar de su modestia", antes de subrayar su faceta de soldado de la República, "prisionero de Franco y condenado a muerte". "Fue un héroe también con la pluma, con sus obras rindió constantemente honor a la libertad", concluyó Carrillo.
La bondad disimulada
La manía de exigir al artista genial que se comporte como un jefe de negociado. El Buero dolorido o amargado. El Buero camaleónico. "Las cosas que he tenido que escuchar. Pero que digan misa", replicó una vez Antonio Buero Vallejo. Como si no le hubieran sobrado motivos para proclamar su horror por la España que le tocó vivir, incluida una condena a muerte, apenas cumplidos los 20 años de vida, y el fusilamiento de su padre. Al María Guerrero llegó ayer una corona enviada por la familia de Miguel Hernández, con quien Buero Vallejo compartió cárcel y a quien pintó en el más célebre retrato del poeta.La fama del dramaturgo tiene muchas vertientes, pero absolutamente nadie le negó ayer a Buero la excelencia y el magisterio sobre la escena española. "Deja obras imprescindibles", dijo la actriz Nuria Espert.
Los actores le amaban, los críticos lo maltrataron en demasiadas ocasiones. Y Buero no hizo nada por mejorar su fama de cascarrabias. Le bastó con saberse verdadero. "Era bueno, pero hosco. Austero, muy castellano. De una inteligencia y brillantez extraordinarias. Pero, sí, le persiguió esa fama de duro. Y él, como queriendo disimular su ternura, su bondad", afirmó la actriz Maria Asquerino, protagonista, con apenas 25 años, de Madrugada, estrenada por Buero en 1953.
María Asquerino acababa de hacer la película Surcos y recuerda la emoción de entrar en el teatro por la puerta grande de una pieza de Buero. "He tenido mucha suerte porque también fui protagonista de El sueño de la razón, estrenada en 1970, junto a José Bódalo. Y recuerdo cómo en 1953 y siempre, en aquella horrible dictadura, la gente iba a ver el teatro de Buero, un rojo maravilloso, para descubrir sus símbolos, para ver qué decía entre líneas. Y decía cosas, claro, y muy gordas, y otras que estaban y a lo mejor no sabíamos descubrir".
"Abrió la ventana del teatro español y nos hizo ver a los que estábamos ciegos por culpa del franquismo", opinó Adolfo Marsillach, apesadumbrado por la pérdida "de un gran amigo", de cuya mano llegó al teatro como actor en la obra En la ardiente oscuridad. "La trayectoria de nuestro teatro se transformó desde el estreno de Historia de una escalera. Hasta entonces se hacía un teatro complaciente con la clase social que había ganado la guerra, siempre intentando obviar los conflictos", añadió Marsillach.
Antonio Gala también cree que Buero "preparó al público para entender las medias palabras". "A la censura le salió el tiro por la culata. Cuando llegué al teatro, el público estaba muy sensibilizado y entendía todo porque la censura, a fuerza de ejercerse, se convirtió en colaboradora de los dramaturgos. Buero fue un hito, el modelo de todos por su honestidad, seriedad y entrega a su oficio de dramaturgo", explicó Gala.
Babelia
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