Referéndum pinchado
Los italianos se han negado una vez más, por la vía de la abstención, a sancionar una reforma política que pretende combatir su inestabilidad crónica mediante la liquidación del sistema de representación proporcional en el Parlamento. Sobre las otras lecturas que quieran hacerse del formidable abstencionismo ciudadano del domingo, en una consulta que ya fracasó el año pasado -desde el disgusto con el sistema hasta la fatiga de haber sido convocados siete veces a referéndum desde 1990-, se diría que los votantes italianos desconfían de los Gobiernos fuertes y que, puestos a decidir, prefieren continuar con un sistema de provisionalidad casi permanente que ha consumido 57 gobiernos en poco más de medio siglo.Hecha esta salvedad, el veredicto ciudadano es una nueva bofetada para la coalición gobernante, cuyos partidos principales estaban a favor de la reforma, y un nuevo éxito, aunque más reducido que los comicios regionales del mes pasado, para el opositor Silvio Berlusconi. Con unas elecciones generales en un plazo máximo de 11 meses, el jefe de la derecha, que, junto con los sindicatos, era el principal abanderado de la abstención, tiene motivos para verse a las puertas del poder. El primer ministro, Amato, que asumió el cargo en precario hace 20 días, confiaba en que un voto favorable le diera el apoyo popular necesario para impulsar unos cambios que anteriores gabinetes de centro-izquierda habían sido incapaces de sacar adelante en el Parlamento. Incluso acababa de purgar por decreto el censo de casi un millón de fallecidos y no residentes para facilitar tal propósito. Ahora tiene bastante con mantener unida su dispar alianza antes de la cita con las urnas de la próxima primavera.
Italia, sin embargo, necesita cada vez con mayor urgencia un sentido de disciplina política que permita planear a medio plazo y sacar adelante leyes efectivas. Lo necesitan sus instituciones de gobierno (en las que sólo cree el 33% de los ciudadanos, según una reciente encuesta), pero también lo exige su cada vez más compleja y penalizada economía. El Banco Central Europeo, la OCDE y el Fondo Monetario habían señalado que la aprobación de las reformas a consulta -no sólo estrictamente políticas- fortalecería las finanzas del país y su imagen entre los inversores.
El presidente Ciampi llamaba ayer al entendimiento político para la reforma electoral. Aun suponiendo una voluntad reformista no probada, éste es el caso del huevo y la gallina. Los cambios sustantivos requieren un poder fuerte capaz de impulsarlos, y el de Amato no lo es. Y la consecución de un Gobierno sólido depende, a su vez, de la reforma del sistema electoral. La experiencia italiana muestra que temas candentes como éste suelen quedar rápidamente disueltos en los intereses encontrados de un Parlamento en el que están representados hasta cuarenta partidos.
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