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Tribuna:PREMIO PARA UN MAGO DEL CUENTO
Tribuna
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La exactitud del artesano

José Andrés Rojo

Cuanto escribe Monterroso es de la más estricta seriedad y, sin embargo, parece una broma. En literatura hay un montón de desafíos que dependen de otra cosa: de una trama bien resuelta, de unos personajes en los que el lector se reconoce, de un mensaje grandilocuente, de una cadena de golpes de efecto, de lo que se ha dado en llamar "gran estilo". En Monterroso nada de todo esto ocupa un lugar preferente. Sólo existen las palabras, una al lado de otra, y así las coloca, con tremenda seriedad, y hacen chispas y aparece el humor. En cierto sentido, el propio Monterroso protagoniza todas sus obras. Es fácil reconocerlo porque casi siempre es él quien toma la palabra. Pero su protagonismo se desdibuja en seguida porque, si así aparece presuntamente, sólo lo hace para dejar pasar a través suyo lo demás: la vida y todo lo que hay en ella, y la entera literatura. En el prefacio a La letra e, Monterroso reconocía que al escribir el libro se encontró "con diversas partes de mí mismo que quizá conocía pero que había preferido desconocer", y añadía después que había descubierto al "amigo de las cosas simples, de las palabras, de los animales y hasta de algunas personas, entre autores y gente sencilla de carne y hueso". Ahí puede estar una clave del origen de la escritura en Monterroso y, también, un aviso de lo que son sus preocupaciones. La clave: que, al fin y al cabo, el acto de escribir no es otra cosa que la búsqueda gratuita, sin brújula ni objeto determinado, de alguna suerte de conocimiento. Y el aviso: que sus preocupaciones están en ese círculo doméstico en que se manejan los tipos de carne y hueso, aunque sean autores."Soy, me siento y he sido siempre guatemalteco", confesó en Los buscadores de oro, sus memorias. Nació, sin embargo, en Tegucigalpa (Honduras) el 21 de enero de 1921, y vive exiliado en México desde 1944. En Viaje al centro de la fábula (1981), un volumen de entrevistas, decía: "La cualidad principal de la prosa es la precisión: decir lo que se quiere decir, sin adornos ni frases notorias. En cuanto la prosa 'se ve' es mala". Ese afán de precisión le ha creado fama de ser uno de los escritores más obsesionados por la brevedad. Todos sus libros son delgados. En 1959 publicó su primer libro, Obras completas (y otros cuentos). Le siguieron La oveja negra y demás fábulas (1969), Movimiento perpetuo (1972) y, en 1978, apareció su primera novela, Lo demás es silencio, la singular biografía de un literato, Eduardo Torres, que Monterroso relataba a través de (breves) caminos un tanto particulares. Una de las partes recogía dichos o aforismos del personaje y allí podía leerse, por ejemplo: "Enano. Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista".

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La tremenda seriedad de Augusto Monterroso. Su exactitud. La palabra mágica (1983) reunía unas cuantas de sus fábulas y otros tantos homenajes a autores. "-Envejezco mal- dijo; y se murió" es una de las anotaciones de La letra e (1987), que reunía textos de la más variada procedencia. Luego vinieron Los buscadores de oro (1993), Cuentos, fábulas y lo demás es silencio (1996) y La vaca (1998), además de la Antología del cuento triste (1992), que hizo con su mujer, Bárbara Jacobs.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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