Todos tranquilos, menos Beloki
Ser veterano en el Tour vale mucho. A simple vista resulta difícil de explicar. Pero es así. A uno le pueden aleccionar de qué se encontrará en la etapa. Le pueden explicar al dedillo quién empuja, cómo meten los codos, cuándo se hacen hueco. Pero si no lo ha vivido antes, sirven de poco los avisos. Hay que sufrirlo. Todos han pasado por la experiencia. Incluso Jackie Durand, una pieza de museo en el Tour, que un lejano día debió ser novato, pero del que nadie se fía porque, aunque le guste acabar el último en la general, casi siempre saca tajada. A sus 33 años, lleva tres victorias de etapa. Ayer le faltó tiempo para intentarlo otra vez. Pero chocó con el Cofidis, el equipo del líder.El Cofidis controló la etapa, la primera en grupo -nerviosa por definición-, y todos se lo agradecieron y más que nadie los equipos a los que los sprints les producen urticaria. Por ejemplo, los españoles, cuyo primer corredor en cruzar la meta fue Olano (el 33º). Hacía años que no iban tan tranquilos en el comienzo de un Tour. También Zülle, un hombre de naturaleza insegura y al que nada le ayudan recuerdos como el del año pasado en el paso del Gois, cuando perdió seis minutos. "Sentirse arropado le ayuda psicológicamente", se explicó Eusebio Unzue para aclarar por qué el Banesto estuvo siempre en una discreta segunda fila, pero siempre en la parte delantera del pelotón. "Ahora hay cinco o seis equipos interesados en el protagonismo. Nosotros vamos cómodos a rueda". Y Vicente Belda asentía: "Ojalá se siga así".
Pero, he aquí el asunto de la experiencia. Lo que para la mayoría resulta un paseo, para otros, para los nuevos, puede convertirse en un martirio. Joseba Beloki, tercer español en la clasificación general, era un manojo de nervios en la meta. En su primer Tour, no le tenía miedo ni a las etapas contrarreloj, ni a la montaña, ni a los descensos. Él llegó a Francia con pánico al llano. A las caídas de las que tanto le han prevenido. A los cortes por culpa de un despiste. Llegó el primer día, se vio rodeado por 176 bicicletas a más de 40 por hora y le entró el histerismo. Él, a punto de cumplir los 27 años, en su tercer año de profesional, en el de su confirmación (ha ganado la Vuelta a Asturias y terminó segundo en Romandía), debía saber cómo comportarse. Pero no. Estaba más nervioso que el día de su debut en profesionales. El Tour tiene estas cosas. "Ha llegado muy nervioso a la meta", declaró su director, Juan Fernández. "Veía que todos estaban manillar con manillar, tocándose y le ha producido un estado de nervios. Ya se irá acostumbrando".
Qué remedio. En Beloki tampoco extraña demasiado. Es un ciclista inquieto, que se va atemperando con los años, aunque como él dice, "eléctrico".
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