Arte científico
El diseñador Fernando Medina ensaya con máquinas que decodifican la influencia del color en las personas
Del caballito de mar que coronaba las torres de apartamentos de Sofico en la Costa del Sol al reloj de papel, minimalista y frágil, convertido en el objeto más vendido de la tienda del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) han transcurrido casi tres décadas, que han dejado huella en el trabajo del diseñador gráfico Fernando Medina (Cádiz, 1945), considerado entre los mejores del mundo. Ahora ha vuelto a casa -de donde salió con sólo cuatro años- para realizar varios proyectos para la Diputación: el trabajo gráfico de dos series de vídeos, una muestra con su obra personal y un posible museo interactivo que sea un homenaje a la inventiva, la ciencia y el talento que hicieron posible la navegación.Medina ha cerrado su estudio de Nueva York y vive en Fontainebleau (Francia) junto a su mujer, Mónica Laroque, mitad sevillana, mitad francesa, y, de algún modo, el 50% del equipo. En 1983 ya diseñó el Manual de Identidad Corporativa de la Diputación de Cádiz. Desde entonces, ha forjado las imágenes corporativas, el diseño y las identidades visuales de empresas como Iberia, Ertoil o Polaroid; ha trabajado en proyectos como la expo de Vancouver (1986), la de Sevilla (1992) y ha incluido su Proyecto de Paz en la colección permanente del Peace Museum de Chicago. Son sólo retazos de un currículo cuajado de caminos nuevos, de experimentos inquietos que fraguaron con la colección exclusiva para el MOMA de objetos de papel: relojes, termómetros, lámparas, teléfonos móviles. Todos funcionan y destilan liviandad.
Pero el concepto más importante para el diseñador es el de la perdurabilidad. "El diseño es función, no es arte", dice, "debe perdurar en el tiempo, estar siempre vigente hasta que alcance el nivel de clásico". Será por eso que sus relojes de papel (Papertime) aguantan tan bien el tiempo: diseños generosos de formas y colores; siluetas desafiantes e irónicas. Son relojes que crean su propio código y disponen de una numeración propia. Debajo sólo late una pequeña maquinaria estándar, la sofisticación conceptual está a la vista.
Acostumbrado a mirar hacia adelante, Medina ha disfrutado echando la vista atrás con su Traces of soul (Trazos del alma), una muestra de 250 símbolos africanos procedentes de Malí, Nigeria, Senegal y Zaire que contienen mensajes que ni los más eruditos han descifrado aún. En todo caso, tienen miles de años y a Medina, que los ha trasladado al conocimiento colectivo, le parecen "joyas de la humanidad".
En cualquier caso, Fernando Medina y Mónica Laroque dedican su tiempo y su dinero al proyecto que más les fascina: el diseño de una colección de máquinas que ayuden a comprender y descifrar la influencia del color en los seres humanos. "Usamos el color sólo por intuición", sostiene Medina, "a mí me interesa el diseño a nivel científico".
La base es la cromoterapia. Una de las máquinas está dotada de una pequeña hélice movida por un motor. Según la velocidad, el giro y la inclinación, produce un efecto en la persona que recibe la luz. Otro prototipo consta de una bola con seis aspas pintadas con los colores básicos.
Cada máquina que ha armado Fernando Medina tiene dos virtudes: un diseño esmerado y atractivo y una aplicación práctica, aunque aún trabaja en que un equipo científico teste los efectos y acredite la utilidad de los artefactos, porque éste "no es un proyecto ideológico" sino "científico".
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