Por el honor de Bahamontes
Virenque no es el que era. El francés, cabeza visible de la generación del 68, la más castigada este Tour, anda mejor de moral y de orgullo que de fuerzas. Bien se vio ayer en Vars. El único objetivo que antes de comenzar el Tour veía ligeramente alcanzable el ciclista francés más amado por su gente era el de conseguir su sexto reinado de la montaña. Es tan fuerte la asociación de Virenque con ese título que cuesta trabajo pensar que debajo del maillot de lunares no está él. Pero no, este Tour siempre ha habido un pantalón verdiazul del Kelme haciendo juego con los puntos. Primero lo llevó Otxoa y desde ayer, Botero. Entre ambos, y con medio Kelme en la faena, le están amargando el sueño a Virenque, que está, a falta de sólo dos etapas de montaña, todavía a 52 puntos de Otxoa y a 91 de Botero. Y también, luchando por el honor de Bahamontes, quien junto a Van Impe tiene el récord de reinados de la montaña, con seis títulos. Difícil lo tiene Virenque. Su mejor forma de cazar puntos siempre ha sido la escapada larga, opción imposible este año, en el que hay una nueva generación tapándole el hueco; ayer intentó recurrir al sprint en los últimos cientos de metros de los dos primeros puertos. En el de segunda, le ganó a Otxoa por un puesto. Pero lo más bonito, y lo más definitorio del papel que le queda al batallador Virenque en este Tour (aparte del de escaparse en todos los descensos para darse cuenta de que no va a ninguna parte), fue el verle pelear con los recién llegados por cualquier punto posible. Y sufrir para lograr cuatro. Fue, la verdad sea dicha, lo más interesante que le pasó la etapa hasta la llegada al Izoard. Fue un sprint lanzado. Lo intentó Virenque de frente con Otxoa. No pudo. Reclamó ayuda. Llegó su fiel Hervé para lanzarlo. Sólo así se pudo desembarazar del pegajoso vizcaíno. Total, una victoria pírrica: Virenque, cuatro puntos; Otxoa, uno. Botero, en el siguiente, 40. Ahí están los lunares.
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