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Reportaje:VERANO2000

Los arregladores de problemas

Un grupo de niños se reúne cada lunes para debatir sobre los principales conflictos sociales

Reyes Rincón

"Hace muchos, muchos años, vivía en China un gran emperador que tenía unos hijos muy hermosos y especiales. Pero la menor de todos era más especial porque vivía en un mundo sin sonidos, nunca había podido oír. Su familia pensaba que estaba loca y la llevaron ante los mejores médicos del mundo, pero no encontraron solución. El emperador la encerró en una torre y la dejó a cargo de una niñera. La princesa se sentía sola, nadie sabía comunicarse con ella, y un día se asomó a su ventana y al darse cuenta de que todos los niños jugaban, pero que ella no podía, se echó a llorar. Tanto lloró que las lágrimas formaron un lago y del lago surgió un...""¡No sigas, para, no cuentes el final!", grita Belinda Espinosa, una de las coordinadoras del grupo de dinamización educativa Los Piratas de Alejandría que, todos los lunes de julio y agosto, invita a los niños que se acerquen por el Parque del Alamillo de Sevilla a debatir sobre los principales males de la sociedad en el taller Un futuro sin problemas. La idea es entablar un parlamento filosófico al estilo de los que tenían lugar en los foros atenienses, para que los niños propongan soluciones a problemas como el de la capa de ozono, la contaminación del mar o la integración social de los minusválidos.

Para presentar el conflicto del día, cuatro monitores de Los Piratas de Alejandría leen un cuento sin final escrito por uno de ellos. A partir de ahí, los niños serán los encargados de buscar un final feliz y de proponer soluciones, "pero no sólo para la princesa, sino para todos los que tienen su problema", advierte Belinda, que sale al escenario del Cortijo del Alamillo ataviada con una nariz de payaso y dispuesta a erigirse en moderadora del debate de los pequeños.

Esta iniciativa, que forma parte de Los Veranillos del Alamillo, reúne cada lunes a unos 50 niños de entre dos y 14 años. La cita es a las 21.30, aunque a esa hora sólo los más extrovertidos se atreven a subir al escenario. Para acreditarse como "arregladores de problemas", los niños deben firmar en un libro, tatuarse un mapa del mundo con un sello de caucho, y pronunciar un juramento en grupo.

Terminado el ritual previo y después de escuchar el cuento sin final, los pequeños -ya en un número mucho mayor, una vez que la curiosidad y la envidia han vencido a la timidez- forman dos grupos, inventan el final de la historia y proponen soluciones para el problema del protagonista. "No es bueno que el emperador encierre a la princesa, porque si no nunca va a aprender nada ni va a ser feliz", asegura Alba, de 10 años, que participó el pasado lunes por primera vez en el foro, pero que piensa repetir "porque los cuentos y el teatro son muy chulos". Otros sugieren que alguien enseñe a la princesa a hablar por señas o que se invente un aparato que le permita oír. Leticia, de cuatro años, se ofrece incluso a estudiar Medicina para ayudarla.

Antes de abandonar el foro, varios niños leen sus propuestas y desvelan el final del cuento acordado por todos: del lago que formaron las lágrimas de la princesa surgió un príncipe mágico que le enseñó a hablar por señas. Los dos príncipes se casaron y se dedicaron a ayudar a todas las personas que vivían en un mundo sin sonido.

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Sobre la firma

Reyes Rincón
Redactora que cubre la información del Tribunal Supremo, el CGPJ y otras áreas de la justicia. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local en Sevilla, corresponsal en Granada y se ha ocupado de diversas carteras sociales. Es licenciada en Periodismo y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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