Oposición parlamentaria
La voluntad de la nueva dirección socialista de desplegar una oposición más dinámica se enfrenta a la dificultad de que la política española gira interminablemente en torno al tema vasco, un terreno en el que apenas es posible marcar distancias con el Gobierno. Eso explica algunas vacilaciones de los socialistas en su búsqueda de un mensaje diferenciado, y también la importancia que adquirió ese asunto en la reunión de ayer entre el nuevo secretario general y los diputados y senadores de su partido. La elección de Rodríguez Zapatero fue la expresión del instinto de supervivencia del PSOE. La entrada de un equipo nuevo era condición necesaria para poder realizar una oposición eficaz, sin las hipotecas del grupo dirigente anterior. El hecho de que la nueva dirección cuente con fuerte presencia (y experiencia) parlamentaria determina en parte el tipo de oposición a desarrollar. La prioridad que Zapatero otorgó ayer a las tareas de control parlamentario del Gobierno es lógica en una situación de mayoría absoluta. Es en la crítica al Ejecutivo desde donde se irá forjando una alternativa con propuestas propias. Éstas, sin embargo, no han aparecido todavía. Zapatero habla del tipo de oposición que le gustaría hacer, pero todavía no la ha hecho. Pide grandes acuerdos en los temas de Estado, pero no se conoce su posición sobre la reforma de la justicia, la política de inmigración, los carburantes o los trasvases hídricos, o cómo enmendar el error de las licencias de telefonía.
En su discurso de ayer puso como ejemplo de oposición leal pero no subordinada sus iniciativas para recomponer la unidad de los partidos democráticos frente a ETA. La ronda de Mayor Oreja con todos los grupos, incluidos los nacionalistas, es en parte fruto de la insistencia socialista, pero parece exagerado hablar de la unidad democrática como "objetivo estratégico básico" y como "única esperanza" a ofrecer a los ciudadanos. La unidad sirve para que las cosas no empeoren, no para acabar con el terrorismo. Ojalá que la ronda de Mayor sea el inicio de una dinámica diferente, pero hay bastante voluntarismo en considerar que bastarán esos contactos, o los que va a iniciar el PSOE por su lado, para que el PNV regrese al consenso estatutario tras haber aprobado en asamblea una estrategia de superación del Estatuto de Gernika.
Es lógico que los socialistas quieran marcar distancias en un tema que el Gobierno ha situado como eje de su política. Pero podrían estrellarse si la gente percibe artificiosidad en sus críticas. La política antiterrorista no puede hacerse desde el Parlamento. Corresponde al Gobierno, con el apoyo -y el control- del Parlamento. Es cierto que el PP no fue leal en este terreno cuando estaba en la oposición, pero eso no justificaría imitarle. Esto sí parece tenerlo claro el nuevo secretario general.
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