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El cineasta Miguel Littin reedita su segunda novela

La película

La segunda novela del cineasta chileno Miguel Littin (1942) se titula El viajero de las cuatro estaciones y fue publicada en 1990, pero Seix Barral la reedita ahora al abrigo del éxito de El bandido de los ojos transparentes, que fue recibida por la crítica el año pasado como un gran libro de estirpe rulfiana. El viajero del título es "un personaje real, pero maravilloso y misterioso": su abuelo griego, padre de su madre, Kristos Kukumides. "Fue un tipo único, que paseaba por Palmilla, la aldea chilena a la que llegó desde Grecia, rodeado por un halo mágico de luz y de polvo", dice Littin. "Sólo hablaba griego, y vivió siempre con una libertad personal ingobernable. Fue un iconoclasta absoluto que despreció lo material, traspasó los horarios y se trascendió a sí mismo. Un alquimista, un forjador de sueños y de fuegos, quizá sin saberlo. Su muerte, que yo viví en directo cuando tenía 12 años, supuso mi primer sentimiento de orfandad, que luego se repetiría con el asesinato de Salvador Allende".Littin escribió la novela durante su exilio español, en un apartamento de la calle Panamá, de Madrid, "con una vieja máquina de escribir y frente a una pared blanca en la que se proyectaban los recuerdos". Antes, había documentado mucho esas memorias: se fue a Grecia y a Palestina a visitar los paisajes donde había vivido aquel monje estrafalario, y cuando realizó su célebre viaje clandestino a Chile, en plena época pinochetista, regresó a Palmilla, pueblo de 12.000 habitantes del que Littin se convertiría luego en alcalde (aún lo es hoy). "Palmilla es un paraíso lleno de picardía, de inocencia y de vida. Allí me contaron muchísimas leyendas, cuentos campesinos, historias de bandidos y salteadores, que fui entremezclando con la historia de Grecia".

La sombra del abuelo persiguió siempre a Littin. Él veía en la historia una película, y se la contaba a todos sus amigos. Hasta que Luis Buñuel le quitó la idea de la cabeza. "Un día me dijo que se la había contado ya seis veces y que cada vez se la contaba mejor, lo que significaba que todavía no estaba preparado para hacerla". Ahora Littin está listo, y anda ultimando el guión de El viajero de las cuatro estaciones. Cree que es una historia actual, además, porque el péndulo histórico repite ahora aquel periodo de principios de siglo: "Asistimos, como entonces, a un nuevo final de las utopías colectivas, a un momento lleno de mutaciones, de migraciones, de escepticismo y decepción. La mirada se vuelca más que nunca en el individuo, y éste no deja de viajar, de moverse, buscando una esperanza de cambiar el mundo".

Y, a veces, incluso, las cosas cambian. Por ejemplo en Chile. Littin califica la situación del país como "bastante serena, marcada por el ánimo de refundar la República". Y destaca que, "por primera vez, los perdedores están escribiendo la Historia y sacando a la luz verdades irrefutables. Sólo falta saber dónde están los desaparecidos y que la gente pueda ejercer el derecho de enterrar a sus muertos".

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