Metamorfosis
Fuegos artificiales
Dulce Pontes
Dulce Pontes (voz y piano), Luis Pontes (guitarra acústica), Manuel Mendes (guitarra portugués), Ricardo Cruz (contrabajo), Domingos Silva (piano y acordeón), João Ferreira y Dalú Rogée (percusión), Hubert-Jan Hubeck (saxos) y cuarteto de cuerdas Et Incarnatus.Palacio de Congresos. Madrid, 26 de octubre.
En la entrada del concierto, algunos jóvenes -y no tan jóvenes- se llevaron como botín el autógrafo del futbolista Luis Figo, que no quiso perderse la actuación de su compatriota. La programación musical de Perfil de Portugal, una importante muestra de actividades culturales del país vecino, ha traído estos días hasta Madrid a solistas y grupos como Mísia, Rui Veloso, Ala dos Namorados, Madredeus o Dulce Pontes, un valor que parece cada vez más seguro en la cotización de valores de los promotores de nuestro país.Aquella muchacha de burdos planteamientos escénicos y excesivo gusto por los equilibrismos vocales sin sustancia ha dejado paso a una cantante de pulso firme, que, por fin, descubrió que tener un don vocal no significa exhibir la voz sin ton ni son. Ahora evita los alaridos. Dulce Pontes ya susurra, insinúa, matiza... Se contiene. Y si suelta el vozarrón es porque el momento lo puede requerir. Voz poderosa siempre la tuvo, pero para llegar a ser una gran cantante hacen falta emoción, inteligencia... (y probablemente un entorno favorable capaz de arroparla y llevarla por caminos más estimulantes que antaño).
Su técnico de sonido y productor de su último disco, O primeiro can', António Pinheiro da Silva, alguna culpa parece tener en esta magnífica metamorfosis. Ya en la grabación del disco, Dulce Pontes se dejó de querencias por lo falsamente folclórico y se olvidó de sus tics de cantante de casino y Eurovisión.
Realmente esperanzadora la evolución de la portuguesa. Trajo un estupendo trío de base (guitarras portuguesa y acústica y contrabajo), al que se iban sumando piano, saxos, percusiones y hasta un cuarteto de cuerda, que le dio una elegancia desconocida a su música en una canción como O que for há de ser.
Para la segunda parte, Dulce Pontes dejó los fuegos artificiales: sus canciones más exitosas o esa estremecedora Balada para un loco, de Astor Piazzolla, que interpretó en español con el único acompañamiento del piano y en la que, desgraciadamente, la intención del tango se perdió un poco por el camino.Hubo también invitados especiales: la helena Elefthería Arvanitaki, que salió para cantar a dúo con ella, y en griego, Meno Ektos, y Waldemar Bastos, un artista angoleño al que convendría descubrir ya de una vez por todas, y con el que la cantante portuguesa regresó a su idioma materno para compartir Velha chica.
Babelia
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