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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Frente al Cantábrico

Frente a la escultura de Chillida abierta a los vientos del Cantábrico, los informadores vascos reiteraron ayer su compromiso de no ceder ante los intentos de chantaje de ETA. Tres días después del intento de asesinato de Aurora Intxausti, Juan Palomo y su hijo, los periodistas de Euskadi y Navarra hicieron público un manifiesto "contra la dictadura de ETA", cuya actuación califican de "fascista". La situación ha llegado a un punto en el que la equidistancia resulta indecente. Como dice el manifiesto, "no es una frontera ideológica, sino moral, la que hoy separa a quienes se oponen a ETA de quienes consienten y justifican su intento de imposición".Si no se hace frente, cada cual desde su responsabilidad, a ese intento de acallar a tiros o a bombazos las opiniones contrarias a la ideología tras la que ETA pretende justificar sus crímenes, Euskadi podrá ser una tribu tan antigua como se quiera, pero no una nación. Nación significa pluralismo, que es lo contrario a la pretensión totalitaria de homogeneizar a la sociedad a tiros. Un proyecto político edificado sobre la eliminación física de los discrepantes, sean políticos rivales o voces críticas en los medios, no puede ser democrático. Pero decirlo es peligroso. La libertad de expresión "se encuentra más amenazada que nunca en este lugar de Europa", dicen los periodistas vascos en su apelación a las instituciones, incluyendo las de la UE, a las que emplazan a implicarse en la defensa de esa libertad amenazada.

Los periodistas también denunciaron ayer a los "acólitos delatores" de ETA: a aquellos que dicen no desear la muerte de nadie, y haberse alegrado de no "tener que lamentar" las muertes de Aurora Intxausti y su familia, pero se abstienen cuidadosamente de reprochar a ETA que haya intentado matarles y defienden a quienes adelantaron con sus insidias los motivos que podría tener ETA para hacerlo. El terrorismo mata a uno para aterrorizar a muchos, y para ello necesita que sus delatores extiendan con sus perfidias la impresión de que nadie está fuera de peligro.

Una encuesta conocida ayer constata que en Euskadi hay mucha sensación de inseguridad, pero que no está homogéneamente distribuida. Quienes pueden elevar su voz sin temor a que alguien les anote por ello en una lista están moralmente obligados a abandonar sus sarcasmos entre dos aguas y a sustituir sus lamentos privados por un emplazamiento público a ETA; mientras no lo hagan, no podremos creer en la sinceridad de su pesar porque algunos de sus lectores hayan querido matar a dos colegas y a su niño, de año y medio de edad.

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