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Los hombres del Kremlin barren en las elecciones a gobernadores

Espías y dinero

Poco a poco, el presidente ruso, Vladímir Putin, va colocando a sus fieles en puestos clave para fortalecer una jerarquía del poder en la que nadie discuta que él es quien manda. Las elecciones regionales del domingo han ofrecido la última prueba. Un general del FSB (heredero del KGB soviético), al que un día tuvo a sus órdenes, y otro del Ejército, que siguió sin fisuras su inflexible estrategia en Chechenia, se convirtieron en gobernadores con facilidad pasmosa. Mejor aún lo tuvo el oligarca petrolero Román Abramóvich, que supo hacerse un hueco a la sombra del líder del Kremlin y que compró su victoria.Putin sigue dejando claro que, en la frontera del tercer milenio, es la única referencia válida del poder en Rusia, que a su lado se puede prosperar con facilidad y que, contra él, sólo se puede esperar lo peor.

El general Vladímir Shamánov, que fue en la primera fase de la guerra de Chechenia jefe del frente oeste, y cuyos hombres fueron acusados de atrocidades sin cuento que quedaron impunes, se convirtió en gobernador de la región de Uliánovsk, la patria chica de Vladímir Ilich Lenin.

La momia del líder de la revolución bolchevique debió removerse inquieta en el mausoleo de la plaza Roja (donde, según algunos rumores, tiene los días contados), al ver cómo era derrotado un comunista ortodoxo, Yuri Goriachev, que desarrollaba uno de los escasos experimentos "soviéticos" de todo el país, incluyendo la subvención directa al pan y la leche.

En Voronezh, el jefe local del FSB, Vladímir Kulakov, arrolló al gobernador Iván Shabanov, comunista, al que triplicó en votos. Es el enésimo miembro de los servicios secretos, el horno en el que se forjó Putin, que se ve catapultado a una posición de poder.Hubo otra elección el domingo cargada de significado: la del magnate petrolero Román Abramóvich en la remota región siberiana de Chukotka, más grande que España, de apenas 150.000 habitantes y rica en petróleo. Se calcula que este oligarca que fue miembro de la corte de los milagros de Borís Yeltsin, antiguo aliado de Borís Berezovski, invirtió cerca de cuatro mil millones de pesetas para lograr una victoria abrumadora (más del 91% de los votos), convertida en trámite cuando se retiró su principal rival, que buscaba la reelección.

Entretanto, Putin declaraba que el país está saliendo por fin de un sistema descentralizado (el de la era de Yeltsin), pero que eso no debe conducir a otro centralizado "al estilo soviético". No hay duda de lo primero. No está tan claro, sin embargo, que el líder del Kremlin intente evitar lo segundo.

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