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Reportaje:SAN MIGUEL (CÓRDOBA) | PLAZA MENOR

Mucho pisto

¿En qué estaría pensando el filósofo Séneca cuando, dejando Córdoba, se marchó, rumbo a Roma, a dar clases particulares al pirómano emperador Nerón? Una cuestión que se plantea uno andando en un día como hoy, luminoso y cálido, por la ciudad.

Hay que hacerlo porque esta población, mezcla de tantas culturas, es un lugar para quedarse disfrutándola paso a paso como puede hacer cualquiera que, animado por la curiosidad, decida recorrer sus calles explorando lugares que quizá no figuren en muchos planos. Sí en la memoria de los cordobeses. Uno de ellos, la iglesia, plaza y taberna de San Miguel.

Si sube por la calle San Fernando, dejando atrás el Arco del Portillo y la hermosa casa palacio de los Marqueses de Carpio, desvíese a la diestra para tomar la vía llamada de Tundidores, no tardará en toparse con la fachada, casi románica, rozando con el gótico primitivo, de la parroquia que da nombre a la plaza. Ésta, no se sabe muy bien por qué, queda en la parte posterior; es pequeña, recogida y absolutamente peatonal, lo que le permitirá observar sin sobresaltos el entorno.

Columnas romanas, piedras visigodas, puerta mozárabe, arcos cristianos: un guiso cultural que tiene más de dos milenios

A la derecha se ven, que no contemplan, edificios de nueva construcción, pero lo que interesa a la visita es el templo a su izquierda y el fondo del enclave, una de las más antiguas y prestigiosas tabernas cordobesas: la tasca de San Miguel también llamada del Pisto.

La sede parroquial es una construcción de las denominadas fernandinas. Recibe este nombre debido a que cuando Fernando el Santo reconquistó Córdoba, mandó hacer catorce parroquias. Obedientes, los nuevos súbditos las edificaron sobre mezquitas o hasta encima de antiguos templos cristianos utilizando materiales de acarreo; elementos de piedra y ladrillo provenientes de ruinas cuya datación puede remontarse más allá del año 206 antes de Cristo. En esa fecha fue arrebatada la ciudad a los iberos por tropas romanas. Ahorradores, los nativos dejaron estructuras musulmanas, una de ellas es la puerta mudéjar con arco de herradura que da acceso a la iglesia por su fachada trasera y el suelo de guijarros con dibujos geométricos que alfombran la entrada hacia la portada Epistolar. No solo eso; la planta de la primitiva mezquita asimismo se respetó y la capilla bautismal es de la época califal, dando por ello lugar; románico, gótico, mudéjar y hasta inscripciones hebreas, a una mezcla de estilos única y sorprendente. Remata semejante ordenado caos la gárgola de cinc que, cuando llueve, vierte el caudal recogido por las tejas morunas dentro de los canaletes que desembocan en ella.

Dado que ya se echa el cierre al sagrado recinto -el cura o trabaja poco o es que tiene que atender las catorce fundaciones del Rey Santo-, es bueno y deseable dirigirse al domicilio del pagano dios Baco recorriendo la escasa decena de metros que separan un centro de culto del otro. Se identifica fácilmente, no sólo porque es el único consagrado a la deidad romana sino también porque tiene el nombre, escrito en azulejos de cerámica, del arcángel y debajo, entrecomillado, su otro título: 'El Pisto'.

Antes de traspasar el umbral es preciso detenerse porque junto a la puerta hay un mosaico. Ahí se ve un señor, tocado con sombrero cordobés y camisa abotonada hasta el cuello. Bajo su retrato cantan estos versos: 'Con más pompa y protocolo/ que cardenales y reyes/ dictando a la Tauromaquia/ tu estilo largo y alegre/ echándole a los remates/ el sol de las aguas fuertes/ juntando lidia y tronío con redaños cordobeses'. Está dedicada al torero Guerrita, cuya peña reside aquí desde nada menos que 1896.

Es solo el aperitivo para lo que espera dentro del establecimiento. Allí, rodeado de recuerdos: fotografías y dibujos taurinos, imágenes de cantaores y guitarristas, dedicatorias escritas por personajes famosos de la farándula, política o las bellas artes, se encuentra el actual dueño: Rafael López, hijo de José López que a su vez heredó el negocio y la vocación vinatera del abuelo y otros antepasados. Material genético de verdad tras la barra. Posición desde la cual atiende a la fiel clientela que llena el lugar a estas horas. Cederán el paso gentilmente y podrá el neófito pedir esa copa de Moriles o una caña de cerveza servida por el mismo Rafael o cualquiera de los empleados que, atareados, son propensos a la charla igual que Paco Estevez, asiduo parroquiano de la vetusta tasca.

Mencionan que ésta tiene 120 años de antigüedad y que aquí no está sólo la peña del Guerrita, también tiene su sede la de Manolete y citan personajes pintorescos como Rafael 'el Calzones', 'Vizcaya' que no era vasco o 'el Cantimplas'. Comentan la anécdota del padre del torero cordobés Manolete. Aquél, apasionado jugador de dominó, en una partida muy reñida escondió el seis doble en la boca para no ahorcarlo y que antes de dar el brazo a torcer fue capaz de tragarse la ficha.

La charla es amena y pide otra ronda. Hagan caso a un cartel enmarcado que reza: 'El que bebe se emborracha, el que se emborracha duerme, el que duerme no peca, el que no peca va al cielo y, puesto que al cielo vamos, bebamos'.

Como no es cuestión de salir dando bandazos hay que empapar el vino con las tapas de la casa. Salmorejo, pringosas pero exquisitas manitas de cerdo, o el plato estrella de la cocina: pisto. Auténtica especialidad donde se dan la mano cebolla, tomate, pimiento, calabacín y aceite de oliva obtenido en esta tierra. El condumio alcanza nivel de realeza si se corona con un par de huevos fritos, consumidos poco antes de salir despidiéndose de estos descendientes de ilustres romanos, árabes como Abu Walia ibn Rusch, Averroes o Maimónides.

Se vuelve a salir al tibio sol de invierno que calienta la plaza y al pasar junto a la iglesia es inevitable volver a mirar y, aun tocar las antiguas columnas -probablemente romanas-, esas piedras de cantería que conservan la huella del cincel visigodo, la puerta mozárabe, los arcos cristianos -románicos y góticos-, incluso aquellos canales metálicos, más recientes y los edificios modernos con sus escaparates. Este es otro pisto; es un guiso cultural cuya receta tiene más de dos milenios. Mucho pisto.

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