La fuerza del sol
Isofotón, con sede en Málaga, es la segunda productora europea de paneles fotovoltaicos
El petrolero que hace algunos días embarrancó junto a las islas Galápagos, poniendo en peligro una de las reservas naturales más valiosas del planeta, se dirigía al archipiélago para abastecerlo de la única fuente de energía con que cuentan los 6.000 habitantes de tan apartado territorio. En la actualidad, la electricidad que se consume en estas islas se produce en centrales térmicas y generadores, con el riesgo que supone el transporte y almacenamiento de combustible, así como el impacto paisajístico que causan los tendidos eléctricos y depósitos.
La solución a este problema estuvo en manos de una empresa andaluza, Isofotón, que en 1990 consiguió del Gobierno ecuatoriano la aprobación de un proyecto para la electrificación, mediante paneles solares fotovoltaicos, del archipiélago. Las obras, presupuestadas en 23 millones de dólares, nunca se llevaron a cabo por la desidia de la administración de aquel país.
Con ser uno de los más llamativos, no es el único proyecto que Isofotón ha desarrollado fuera de nuestras fronteras. La tecnología que ha desarrollado para convertir la radiación solar en electricidad está hoy presente en más de 30 países de los cinco continentes, desde Costa de Marfil hasta Taiwán, pasando por Guatemala, Finlandia o Argentina. Pocas empresas andaluzas pueden presumir de estar bien situadas en un mercado tan amplio, sobre todo cuando se compite en un sector liderado por multinacionales.
Otro rasgo peculiar de Isofotón es que nació de una tesis doctoral dirigida por Antonio Luque, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, malagueño de origen y uno de los principales especialistas mundiales en el campo de la energía solar. Las aplicaciones tecnológicas apuntadas en aquella tesis salieron del laboratorio y se materializaron en una fábrica que, a partir de 1981, comenzó a elaborar paneles fotovoltaicos. Hoy, la factoría de Isofotón, ubicada en el malagueño polígono industrial de Santa Teresa, factura al año más de 5.000 millones de pesetas y acaba de embarcarse en un plan para triplicar su producción a corto plazo.
Hasta hace algunos años el uso de este tipo de paneles, bastante más caros y sofisticados que los de tipo térmico (destinados a calentar agua), estaba asociado a la electrificación de viviendas aisladas o al suministro de instalaciones estratégicas, y esta parecía ser la única aplicación rentable de la tecnología fotovoltaica. Sin embargo, algunos países europeos, con Alemania a la cabeza, comenzaron a fomentar el uso doméstico de energía fotovoltaica, primando su producción, lo que originó un aumento espectacular en la demanda de equipos.
'En la actualidad', explica Emiliano Pérez, director de Operaciones de Isofotón, 'se están instalando en Andalucía la décima parte de los paneles que se colocan en Alemania, país que recibe la mitad de radiación solar que nosotros, lo cual no deja de ser un contrasentido'. Si el 80 % de la producción de esta empresa se dedica a la exportación, la mitad de los productos que sacan al exterior van a parar al mercado alemán, donde se aplican sustanciosas primas a los kilovatios generados con esta tecnología en el ámbito doméstico. 'Se trata de una cuestión de mentalidad, no de rentabilidad', argumenta Pérez.
Un sondeo realizado por la Unión de Consumidores en colaboración con la Sociedad para el Desarrollo Energético de Andalucía, hecho público a comienzos de año, revela como el 29 % de los andaluces estarían dispuestos a consumir electricidad de origen renovable aunque fuera más cara que la convencional, y si los precios fueran similares el porcentaje de adeptos se eleva hasta el 60%.
Si a este cambio de actitud se unen los incentivos que ya han sido aprobados por el Gobierno, la energía fotovoltaica puede despegar en Andalucía al mismo ritmo que ya lo ha hecho en otras regiones europeas menos favorecidas por el clima. Las compañías eléctricas están obligadas a comprar toda la energía procedente de fuentes renovables. De esta manera, cualquier particular puede enganchar a la red general sus paneles fotovoltaicos y vender así el excedente de energía que no consuma, recibiendo a cambio 66 pesetas por cada kilovatio/hora producido.
A pesar de todo, los paneles fotovoltaicos instalados hasta ahora en la comunidad suman una potencia de 3,5 megavatios, suficientes para cubrir las necesidades energéticas de unas 22.000 familias.
Cuestión de primas
En circunstancias normales, un panel solar térmico transforma en energía útil entre el 30% y el 40% de la energía solar que recibe. Y lo hace mediante un sencillo mecanismo que actúa como una trampa para cazar al sol. Una placa de color negro, cubierta por material transparente, concentra la energía térmica siguiendo los principios del efecto invernadero, dejando que pase la luz pero impidiendo que el calor escape. De esta forma el panel llega a alcanzar temperaturas comprendidas entre los 80 y 100 grados, suficiente para calentar un circuito por el que discurre agua que, posteriormente, se almacena para su uso en la vivienda. Un segundo grupo de paneles, más sofisticados, son los fotovoltaicos en los que la radiación solar provoca determinadas reacciones físico-químicas en unas células fabricadas con materiales como el boro, el fósforo y el silicio. En el proceso se produce energía eléctrica que puede almacenarse en una batería o volcarse a la red, cobrando, en este último caso, las primas establecidas por la ley, que van desde las 66 pesetas para los pequeños productores hasta las 30 pesetas que reciben los grandes suministradores. Existen, además, aplicaciones tecnológicas que permiten obtener electricidad mediante sistemas térmicos. En Andalucía se han llegado a diseñar varias centrales de energía solar de alta temperatura, donde un campo de espejos móviles (heliostatos) permitirían concentrar la radiación del sol en una torre, obteniendo así la temperatura suficiente para producir electricidad. Sin embargo, y de manera sorprendente, el Gobierno central ha discriminado este tipo de instalaciones dentro de los planes de fomento de las energías renovables, ya que las primas que se aplican a cada kilovatio/hora obtenido mediante este sistema no alcanzan siquiera las 6 pesetas, cantidad que hace inviable, por ruinosa, la construcción de cualquiera de estas plantas.
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