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Reportaje:RUGBY

Vuelve el gran rugby europeo

Inglaterra, de nuevo favorita en la segunda edición del Torneo de las Seis Naciones

'Un equipo de rugby está formado por 15 jugadores: ocho, fuertes y activos; dos, ligeros y astutos; cuatro, grandes y rápidos, y un último, modelo de flema y sangre fría. Es la proporción ideal entre los hombres'. El escritor francés

Jean Giraudoux, gran aficionado, describió así a los participantes en un deporte ejemplar por su concepción y desarrollo que hoy vuelve al gran nivel europeo con el comienzo de la segunda edición del Torneo de las Seis Naciones. Inglaterra, ganadora la temporada pasada y que de nuevo es la gran favorita, visita a Gales en Cardiff para protagonizar uno de los choques clásicos entre equipos británicos. Italia, el país que amplió con su inclusión el centenario Torneo de las Cinco Naciones, recibe en Roma a Irlanda. Mañana, Francia, el teórico primer aspirante a derrocar a los ingleses, tendrá su primera prueba de fuego ante la también irregular Escocia.

El rugby no es sólo ejemplar por su composición, sino también por sus reglas, todas dictadas con un sentido. No hay azar en las melées, equivalentes a los saques neutrales del fútbol, pues sirven para que los ocho jugadores fuertes y activos, los delanteros, diriman su potencia y ganen el balón o metros. El saque de lateral o de banda se hace sobre dos líneas de jugadores para que también disputen el balón los segundas líneas, los delanteros más altos, y no se saca de cualquier manera al primer compañero desmarcado. Incluso el placaje, teóricamente el gesto más violento, es la propuesta esencial para limitar el individualismo. El rugby es el deporte de equipo por excelencia y, con esa amenaza real, el jugador está obligado así a pasar el balón a un compañero o a soltarlo en cuanto cae al suelo para que el juego colectivo triunfe.

El gran desafío del rugby, sin embargo, es su entrada de lleno en el profesionalismo. Su composición y sus reglas también iban acompañadas desde el principio por un espíritu especialmente amateur y con él se mantuvo como el último reducto aficionado cuando el resto de los deportes importantes ya nadaban en dinero. Sólo con romanticismo se puede entender la frase que también lo ha definido: 'Un juego de brutos practicado por caballeros'. Pero, cuando los intereses presionan, cada vez quedan menos sentimentalismos.

Inglaterra, precisamente, siguiendo de forma más rápida que sus rivales europeos la línea pionera profesional de los grandes del hemisferio sur -Nueva Zelanda, Australia y Suráfrica- es la que ha sacado ventaja en los nuevos tiempos. Y también la que, a diferencia de la voluble Francia, ha acertado al mantener a un técnico brillante y moderno, Clive Woodward. El equipo inglés basa su fuerza en un magnifico paquete delantero y en su defensa, pero sólo como ejes de un juego muy inteligente, que no se obsesiona en ataques continuos, por ejemplo, sino en espaciarlos tomándose descansos a la espera de los momentos oportunos. Su capitán, el segunda línea Johnson, es el líder, secundado por el apertura y pateador Wilkinson, y ya cuenta como zaguero con la revelación, Balshaw, clave en la victoria sobre Australia, 22-19, uno de los éxitos del último otoño que avalan el potencial inglés. Los otros fueron el 25-17 sobre Suráfrica y el 19-0 ante Argentina, los siempre peligrosos Pumas. En pura lógica, Inglaterra debe dominar a Gales pese a las ganas de un equipo que recibe por primera vez al de la rosa en su Estadio del Milenario y que siempre tiene al mejor pateador, Neil Jenkins. Pero sólo lucha por ser el glorioso que fue. En todo caso, los ingleses no olvidan el 32-31 de 1999 en Wembley -campo galés en Londres mientras acababan el suyo-, que les privó del Grand Chelem, el triunfo en todos los partidos del torneo.

Curiosamente, el día antes, Escocia también ganaba en París al anfitrión, Francia, por un rotundo 36-22. Mañana volverá a intentarlo, pero difícilmente lo logrará si el zaguero Garbajosa y los medios Lamaison, el apertura, y Galthié, el de melée, dirigen la orquesta francesa como el 18 de noviembre, cuando se impusieron a los All Blacks neozelandeses, por 42-33, en Marsella. En cambio, todo es posible si aparece el equipo que ha perdido siete de los diez partidos jugados en su Estadio de Francia desde 1998. Escocia es otra lotería, capaz de permitir el único triunfo italiano de 2000 en el primer partid, 34-20, pero también de privar en el último a Inglaterra de otro Grand Chelem al ganar 19-13.

Italia también tratará de repetir hoy ante Irlanda su hazaña del año pasado, cuando debutó ganando a Escocia. Pero no parece fácil, porque después fue arrasada en todos los partidos. Además, hasta esta misma mañana no sabrá si juega su hombre clave, el cerebro de origen argentino Diego Domínguez, recuperado para la selección tras retirarse después del pasado torneo, pero lesionado hace siete días. Irlanda, tercera de la pasada edición, tiene nueve jugadores del Munster, el club subcampeón de la Copa de Europa de 2000 y ahora semifinalista. Una garantía.

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