Un Afganistán sin arte
Debe haber algo en el alma de un fanático que se enfurece por lo que Yeats llamaba 'imperecederos monumentos del intelecto'. Estamos ante la destrucción sin sentido de las estatuas budistas preislámicas en Afganistán por el movimiento fundamentalista conocido como talibán.
En la Alemania nazi y en la Camboya de los Jemeres Rojos, los déspotas comenzaron por quemar libros y terminaron masacrando a hombres y mujeres. Una notable diferencia entre los talibán y sus predecesores es que los fanáticos que ahora gobiernan el 90% de Afganistán comenzaron en 1994 matando a hombres y atormentando a mujeres. Es evidente, por la respuesta de los países islámicos, que la orden de eliminar las imágenes esculpidas de otras culturas no representa el pensamiento fundamental de los musulmanes (...).
El alejamiento de los talibán de las tradiciones islámicas es aún más evidente cuando sus acciones se oponen a la historia de tolerancia musulmana con otros credos y otras culturas. Los gobernantes islámicos en España antes de la Reconquista construyeron sus suntuosas mezquitas, pero, por una cuestión de tolerancia, asumieron (...) la herencia de la antigüedad griega y romana y no obligaron a judíos y cristianos a vivir entre ellos forzándolos a la conversión, a persecuciones o a expulsiones violentas.
La guerra de los talibán contra sus estatuas es una calamidad que merece la condena del mundo entero. (...) Al destruir la cara de Buda, los talibán (...) están intentando en vano destruir la historia que sobrevive en imperecederos monumentos del intelecto.
Boston, 2 de marzo
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