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DISCURSO DE ALBERTO RUIZ-GALLARDÓN

'EL PAÍS es una auténtica institución de nuestra sociedad civil'

Quiero que mis palabras sean para agradecer que EL PAÍS en su 25º aniversario haya tenido la generosidad de querer compartir, de invitarnos a compartir en este caso, a la Administración que presido y a mi propia persona en su acto de clausura. No creo que aquellos que creemos profundamente en la sociedad civil exageremos al decir que EL PAÍS es una auténtica institución, y me gustaría trasladar sobre todo esta idea a aquellas personas que con motivo del 25º aniversario han sido convocadas y hoy asisten como espectadores a una realidad que es el colofón de un trabajo y de una trayectoria que se ha hecho durante estos 25 años.

EL PAÍS es una auténtica institución, y no es exageración, de nuestra sociedad civil, y sería muy difícil entender en estos momentos la situación democrática en España en ausencia de una voz permanentemente libre que ha tenido su espacio, su tiempo y su oportunidad en el periódico de EL PAÍS. Creo que quizás estos días se ha caracterizado mucho a EL PAÍS como un periódico de la transición, lo cual me parece cierto pero injusto. Cierto, los hechos son evidentes. La injusticia consiste en pensar que este periódico ha agotado su proyecto fundacional con la consecución de un régimen democrático de estabilidad en nuestro país. Eso puedo garantizar que no es así.

'Es un periódico en lucha permanente contra el pensamiento único'

Es cierto que en aquella España de 1976, que estaba muy poco acostumbrada al debate y a la reflexión, un grupo de profesionales de ámbitos muy diversos tuvo la auténtica audacia de presentar un periódico que nacía al amparo de un reclamo publicitario no menos chocante cuando decía 'EL PAÍS da que pensar'. La verdad es que EL PAÍS ha dado mucho que pensar a los lectores, ha dado mucho que pensar a una sociedad democrática. Es un periódico severo que ha construido un discurso desde la autenticidad, siempre más pródigo en datos que opiniones, más proclive desde luego al argumento que a la demanda de adhesiones inquebrantables, y en una lucha permanente contra el pensamiento único, y eso es algo que debe ser elogiado. Elogiado no sólo por aquellos que han coincidido con la línea editorial de EL PAÍS, sino elogiado por aquellos que en su caso hubieran discrepado.

Creo que éste es el gran mérito de este periódico y de este grupo de personas, que han sido capaces de construir un medio de comunicación en el que nos sentimos cómodos, desde la coincidencia o desde la discrepancia, un medio de comunicación que ha puesto en nuestras manos los elementos de juicio para que nosotros mismos podamos extraer nuestras propias conclusiones, y de ninguna de las formas un medio que haya pedido la adhesión a un pensamiento único, sino, antes al contrario, lo que ha hecho ha sido tensar nuestra capacidad de elaborar nuestro propio pensamiento. Por eso, ese ejercicio permanente de pensamiento crítico es un valor, un valor en una democracia.

Sé que he sido invitado a este acto como presidente de esta Comunidad autónoma, lo cual agradezco, pero quiero hablar también, o hacer una reflexión de pasada como una persona que pertenece a una generación en España infinitamente privilegiada. A nosotros nos dieron la posibilidad de desarrollar nuestras potencialidades como no la tuvo la generación de nuestros padres. Nos encontramos con una España en la que había los elementos objetivos para que pudiésemos desarrollar nuestras capacidades porque habíamos tenido una formación que no nacía ni muchísimo menos del exceso de bienestar de la generación de nuestros padres, sino, antes al contrario, de lo que ellos mismos habían resignado para que nosotros pudiésemos completar esa formación.

En 1976, lo que hoy consideramos habitual había sido en la historia de España absolutamente excepcional. Se nos dio la libertad de opinar, de pensar, de discrepar, y en estos 25 años nos hemos ido encontrando con la realidad de España con un pensamiento abierto. A todos los que habéis construido con esfuerzo lo que ahora consideramos como algo absolutamente común a nuestro propio comportamiento, que fue en un día vanguardia, y era vanguardia porque había una retaguardia fuerte que intentaba oponerse a ello, os tenemos que decir con toda sinceridad que ésta, además de una generación privilegiada, es una generación agradecida. Es una generación que quiere huir de esa maldición machadiana de que en España nueve de cada diez cabezas embisten en lugar de pensar.

Yo creo que esto es lo que intentaba decir el director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, cuando hace unos días escribía que los profesionales de EL PAÍS siempre quisieron hacer un periódico mejor equipado de razones que de pasiones. Y una última reflexión. EL PAÍS es el mérito de sus profesionales, sus profesionales los periodistas, que han podido convocar a una sociedad a una tensión creadora que es la historia de los últimos 25 años en España, pero sí tengo que decir que un medio de comunicación exige la simbiosis de dos talentos, del talento de los que lo hacen cotidianamente, desde el ejercicio de su profesión de periodistas, y el talento de aquellos que desde la responsabilidad empresarial son capaces de construir y sostener frente a viento o marea, frente a cualquier embate o presión, ese espacio de libertad.

No existiría la libertad de los periodistas si no existiera la responsabilidad de los editores, y yo quiero en este acto hacer un homenaje a la persona de Jesús Polanco, editor del diario EL PAÍS, que ha sido un empresario de esa raza verdaderamente fuerte de los empresarios de Prensa que ha dedicado toda su vida a un oficio que, por conocerlo, estoy convencido de que lo amaba, y que ha sido el que ha conseguido, no que su pensamiento se convierta en la línea editorial de EL PAÍS, sino que EL PAÍS tenga una línea editorial donde puedan habitar todos los pensamientos y donde los periodistas, desde la discrepancia o la coincidencia, puedan manifestar cuáles han sido sus opiniones.

Termino. Estoy absolutamente convencido de que 25 años es una fecha redonda y muy significativa, desde luego para todos aquellos para los que esos veinticinco años constituyen más de la mitad de nuestra vida, que representa o identifica todo nuestro acercamiento permanente a un servicio público a través del ejercicio de responsabilidades en un ámbito de libertades como hemos vivido en España. Gracias en nombre de la sociedad de Madrid. Gracias, en nombre de la institución que presido, por ese trabajo a un periódico que en nuestra Comunidad autónoma es el exponente claro de la libertad.

Y una última invitación. Alguien puede pensar que, coronada la transición en España, está la tarea concluida. Ni mucho menos. Día a día tenemos que seguir construyendo esta libertad de expresión, me atrevo a decir que muchas veces frente a los riesgos que nosotros mismos podamos originar. Es, por tanto, no sólo en los próximos 10 o en los próximos 25 años, una tarea permanente la que le queda al diario EL PAÍS y a los profesionales que en él trabajan durante los próximos años. Nos habéis regalado la posibilidad de pensar en libertad, y ése es un regalo que, por haberlo valorado como lo hemos valorado, os demandamos en este momento que siga siendo una constante permanente en el periódico que dirigís. Enhorabuena y muchas felicidades.

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