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Columna
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Rebatiña por las migajas

Puede ser que Rafael Rubio, secretario general del PSPV de Valencia ciudad, esté en lo cierto cuando afirma -no sin cierto cinismo- que una decisión política intempestiva, pero útil para los propios intereses, se salda con un leve incordio mediático que pronto se olvida. Por ejemplo, esta segunda o tercera ofensiva suya contra la portavoz del grupo municipal socialista, Ana Noguera, se liquidará con cuatro titulares y otros tantos comentarios de prensa más o menos aflictivos. Para la opinión pública, e incluso para la mejor informada, este episodio no sería más que una erupción tardía y circunstancial de la inestabilidad latente en el partido. A la postre, otra rebatiña en la lucha por las migajas del poder sin mellar el crédito de los protagonistas.

Me temo, sin embargo, que en esta ocasión el mentado secretario no ha calculado debidamente los riesgos, tanto mediáticos como políticos, al tratar de imponer por la tremenda y a golpe de hecho consumado el intento de decapitación de la referida portavoz. Verdad es que en su mano ha estado hacerlo, pues poder orgánico tiene para ello, y hasta es posible que contase con la anuencia mayoritaria de los concejales. Pero perdió su oportunidad y ahora necesitaba cuanto menos un pretexto y la bendición de las instancias superiores, renuentes, aquí y en Madrid, a las crisis y disensiones tan escasamente persuasoras como las provocadas por la codicia o la animadversión personal. Y en punto a pretexto ¿cómo negar que la ex candidata a la alcaldía se está dejando el alma para tonificar la presencia de la oposición en los medios vecinales? ¿Cómo obviar, además, los índices positivos de reconocimiento y valoración que la otrora candidata obtiene en las encuestas? No suficientes para incomodar la poltrona de Rita Barberá, es evidente, pero a años luz de cualquier otro aspirante en este momento.

Aunque apostaríamos por que nada va a cambiar, la situación es volátil y la falta de liderazgo sugiere cualquier salida. Pero el corolario de esta sacudida no puede ser más lamentable para Rafael Rubio, presunto valor emergente de los socialistas valencianos. Ha desestabilizado el grupo municipal sin postularse como alternativa a la portavoz, lo que nos autoriza a sospechar que no está en su ánimo asumir el desalentador ejercicio de la oposición sin perspectiva de triunfo. A lo peor, su as en la manga era promover a un tercero -¿cómo el hábil José Luis Abalos ha caído en el enredo?-, y quedarse en segundo plano, digamos el segundo en la futura candidatura capitalina, para optar a la eventual presidencia de la Diputación. Es la versión de alguno de sus afines. Sagaz jugada que delata el proyecto de un arribista más que el de un dirigente en horas bajas de sus siglas. Un trepa, en fin.

Sólo han transcurrido siete meses desde que el repetido Rubio asumió la dirección del socialismo en el cap i casal y han sido suficientes para calibrar todo su potencial político. Ya nos ha hecho saber que tiene prisa por llegar a ninguna parte y a cualquier precio, pues le importa una higa lo que digan los periódicos. Lástima que este ardimiento no lo consuma criticando a su adversaria, que no es, precisamente, la portavoz de su grupo.

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