Un pequeño gran bazar oriental
La comunidad asiática es la menos numerosa de la región, pero una de las de mayor presencia comercial
Los asiáticos componen la comunidad de inmigrantes más pequeña de la región. Sólo seis de cada cien extranjeros empadronados en Madrid proceden de ese continente, en especial de China (7.462) y Filipinas (5.655). Pero, en proporción, su presencia comercial en Centro, Tetuán y Usera es singular, en especial la china y, de forma incipiente, la bangladesí. Tiendas de todo a cien, pequeños ultramarinos que abren hasta altas horas de la noche, establecimientos de revelado de fotos, restaurantes, venta textil, regalos al por mayor...
Sin embargo, los filipinos quedan fuera de este circuito comercial. 'Quizá influya que muchos vinieron de paso, con idea de establecerse después en Estados Unidos o Canadá, y no en Madrid'. Así reflexiona Briccio Tahoro, sacerdote filipino de 55 años, afincado en Madrid desde hace once y vinculado a la asociación Tahanan (hogar en tagalo), que, a través de la Delegación Diocesana de Migraciones, da apoyo social a los inmigrantes de este país desde 1985. Cada domingo celebra una misa en tagalo en las parroquias de San Cristóbal (Chamberí) y de Nuestra Señora del Espino (Tetuán).
'La Comunidad filipina está en general bastante integrada. Como la mayoría de sus miembros llevan ya años en Madrid pudieron conseguir el permiso de residencia con la regularización de 1991', explica. Esta inmigración filipina tuvo su punta de lanza en las mujeres. Las pioneras llegaron en los años sesenta y setenta como empleadas domésticas de españoles adinerados que habían residido en Filipinas. 'Ellas mismas, al ver que aquí eran muy requeridas en el servicio doméstico por su fama de dóciles y educadas, avisaron a otras paisanas'. Poco a poco fueron llegando los maridos y los hijos.
En 1987 España empezó a exigir visado a los filipinos, 'pero era bastante sencillo conseguir el de turista, algo que cambió a finales de los años noventa'. La inmigración filipina a Madrid apenas crece. 'Allí la penuria es grande, pero ahora se emigra más a Japón, Singapur y otros tigres del Este', asegura Briccio.
Servicio doméstico
El servicio doméstico sigue siendo la ocupación mayoritaria de las filipinas, pero muchas de las mujeres que empezaron de internas han conseguido trabajos de externas. 'Entre los hombres hay bastantes que trabajan de cocineros o de chóferes privados', cuenta el sacerdote. El 82% de estos inmigrantes reside en la capital, sobre todo en Centro y Tetuán. 'Al principio vivían en pisos compartidos, después fueron alquilándolos y, en algunos casos, comprándolos. Nunca ha habido nadie en la calle porque entre nosotros hay solidaridad', apostilla Briccio. Existe ya una segunda generación con cerca de un millar de niños.
La colonia china ha crecido más que la filipina. Ahora hay más de 7.500 inmigrantes de ese inmenso país empadronados en la ciudad, aunque su número puede ser mayor porque muchos no se inscriben en el censo. Las principales zonas de origen son las provincias costeras de Zhejiang y Fujian, ambas de gran tradición migratoria a Europa y a EE UU.
Siete de cada diez inmigrantes chinos viven en la capital, sobre todo en Centro, Puente de Vallecas, Usera y Tetuán. Fuera de la ciudad hay comunidades chinas en Alcalá de Henares, Alcobendas, Fuenlabrada y Alcorcón.
La Asociación China en España explica el gran peso comercial de esta colonia por la presencia de inmigrantes que, tras vivir años en otros países, como Italia, consiguieron un dinero con el que después han montado negocios en Madrid y otras ciudades.
También creen que es una cuestión cultural: 'Emigran a España con un único afán, el de trabajar y trabajar, dedicando a ello las horas que hagan falta'. La mayoría se emplea en negocios de compatriotas. 'Para nosotros aprender castellano es difícil, y sin saberlo no encuentras trabajo fuera de nuestra comunidad', dicen.
¿Y las mafias? La comunidad china resopla al oír esa palabra, que atribuye a una exageración de la prensa. 'En todas partes hay gente que abusa de los más pobres, pero no existe una organización como tal. Muchos inmigrantes están explotados, no sólo en empresas chinas, también en españolas', advierten en la asociación.
Sí reconocen que algunos chinos han tenido que recurrir a redes de inmigración ilegal para llegar a España, aunque en los últimos años viene mucha gente con visado de turista o de trabajo, sobre todo por cuenta propia. Las mayoría tiene ya papeles. La colonia china comenzó a formarse en Madrid en los años ochenta y creció tras las regularizaciones de 1985 y 1991. Hay 1.200 menores de 16 años, que, en general, se adaptan bien a la escuela.
En Madrid disponen de tres periódicos en su idioma, y en dos colegios de Centro y Puente de Vallecas se imparten los sábados clases de chino para 350 niños. 'En el escaso tiempo libre nuestra vida es muy tranquila, consiste en pasear, reunirnos en casas de amigos o ir al karaoke', cuentan. Pero a algunos, los más jóvenes, les gusta también la agitación: de lunes a jueves suelen juntarse en una discoteca de Estrecho donde otros días también se reúnen grupos de africanos. El pasado 23 de enero, por vez primera, la gran fiesta del Año Nuevo Chino, con sus dragones y farolillos, salió a las calles de Lavapiés. Era un intento de apertura de una comunidad tradicionalmente cerrada.
Casa Juanito de Bangladesh
En Casa Juanito, junto a los azulejos con motivos castizos, se sirven raciones de arroz con curry. Este establecimiento, en Lavapiés, 42 (Centro), es un claro exponente del mestizaje cultural de este histórico barrio, donde numerosos viejos comercios están ahora en manos de inmigrantes. Desde hace un mes esta tasca la regenta Mohamed Belal, un inmigrante de Bangladesh que lleva en Madrid nueve de sus 37 años. Entre los parroquianos hay vecinos de la zona de toda la vida y grupos de inmigrantes que acuden a hacer gasto para sus compatriotas y a degustar platos de su tierra. Ziaur Rahman Khan es el presidente de la Asociación de Bangladesh en España, creada en 1999. Según sus datos, en la región vive cerca de un millar de ciudadanos de este país situado entre India y Birmania. Una comunidad pequeña pero creciente y cada vez con mayor presencia comercial, al menos en Lavapiés, en tiendas de comestibles y de bisutería y en restaurantes. 'La mayor parte de los bangladesíes no ha llegado a Madrid directamente, sino después de vivir durante años en Italia, Francia y Portugal, donde han logrado ahorrar dinero. En esos países se consigue trabajo incluso siendo un inmigrante irregular, pero obtener el permiso de residencia es muy difícil. Por eso, aprovechando que ya están dentro del espacio Schengen, muchos vienen a España, donde es más sencillo sacarse los papeles. Entre nosotros hay pocos irregulares', explica Rahman. 'Sobre todo han venido los hombres, porque en Bangladesh la mujer no puede salir del país sin el permiso de su marido. La mayoría son personas de origen humilde: la gente de nuestra tierra con mayor formación consigue visado para emigrar a Reino Unido o Estados Unidos', añade. De religión islámica, disponen de un oratorio en Embajadores donde rezan y leen el Corán. Esta llegada de inmigrantes desde el golfo de Bengala se ha incrementado desde hace tres años, aunque modestamente en relación con otros colectivos como los ecuatorianos y los colombianos. 'Somos inmigrantes económicos porque en nuestro país no hay empleo', apunta Rahman, que trabaja en una tienda de venta al por mayor y espera abrir la suya en Getafe. 'La mayoría estamos empleados en tiendas, sobre todo de compatriotas, y también en el campo y en la venta ambulante. Las pocas mujeres que han venido no trabajan porque sus maridos no les dejan, aunque ésto es algo que seguro que cambiará pronto. También poco a poco se van formando matrimonios mixtos con españolas', agrega.
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