Un hueco para los 'malditos'
Virenque y Pantani tienen ante sí la oportunidad de salir del ostracismo
Dos grandes nombres, con un pretérito brillante, llegan a la Vuelta. El italiano Marco Pantani, ganador del Tour y el Giro en 1998, y el francés Richard Virenque, quíntuple ganador de la montaña en el Tour e ídolo de su país durante los últimos años, pero cuyo pasado reciente está más ligado a las sustancias dopantes y las noticias extradeportivas que a sus triunfos sobre el asfalto y cuyo futuro es más que incierto. Durante estas tres semanas tienen una de sus últimas ocasiones para redimirse. La Vuelta les ha concedido la oportunidad que les habían negado otras carreras.
Pantani acude por un solo motivo: no perder la costumbre de la competición. El Pirata llega a Salamanca con un adelanto de intenciones inequívoco: 'Vengo para retomar el contacto con el ambiente de las grandes carreras y con el espíritu puesto en la próxima temporada. No tengo ningún propósito especial: ni llegar hasta Madrid, ni vencer en una etapa... Septiembre no ha sido nunca un mes favorable para mí y no me encuentro en las mejores condiciones'.
Si sus palabras no resultan suficientes, recuérdese su estadística más reciente. En las rondas de Castilla y León y Burgos consiguió llegar a la meta a duras penas. Más recientemente, todo son abandonos. En el Gran Premio de Llodio duró menos de una hora sobre la bicicleta. El lunes pasado, en el Giro del Friuli, aguantó algo más: 148 kilómetros. ¿Cuánto resistirá en la Vuelta? Pantani paseará su imagen: perilla, brillante calva, maillot amarillo-Mercatone... Pero no queda rastro del viejo Pantani, de aquél que hizo aflorar en el curso pasado las debilidades de Lance Armstrong. Y ya tiene 31 años.Pantani va camino de terminar la temporada en blanco, aunque más que a prepararse dedica el tiempo a elegir compañeros para su equipo del año próximo.
Virenque acude con parecidas intenciones, pensando más en el Mundial que en la Vuelta y sin apenas días de competición. El 13 de agosto terminó la sanción de nueve meses que le impuso la Federación de Suiza, país en el que reside, tras haber confesado durante el juicio del caso Festina que se dopó. En julio no pudo asistir a su carrera, el Tour. Durante ese mes estaba en otros menesteres, buscando equipo. Lo encontró en Bélgica, en el Domo-Farm Frites.
La organización de la Vuelta ha hecho el resto. Le ha abierto las puertas para intentar la recuperación de un ciclista que está a punto de cumplir, en noviembre, los 32 años y permanece inactivo desde el pasado otoño. El interés de su presencia tiene más relación con el morbo que con la carrera. De hecho, ya acudió a la Vuelta en 2000 y pasó por ella de puntillas.
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