La enfermedad del coleccionista
Eduardo Costantini ha mostrado en los negocios una eficacia deslumbrante. No en vano ha amasado una fortuna que le permite dedicarse, cada vez con mayor atención, a la filantropía del arte. Desde 1994 preside y es el principal accionista de Consultatio Asset Management, dedicada a la gestión de fondos de inversión en América Latina. La empresa, ubicada en el centro financiero de Buenos Aires, se presenta como la única administradora de cartera latinoamericana que sobrellevó con éxito las distintas crisis que han golpeado la región.
Los orígenes del propietario del primer museo de arte latinoamericano de Buenos Aires no fueron fáciles. Según cuenta, en los años 70 trabajaba en el departamento administrativo de una empresa y a menudo se escapaba para salir a vender bufandas. Tenía 22 años y tres hijas, estudiaba en la Universidad Católica y trabajaba. 'Las bufandas me permitieron comprar el primer coche'. Su padre era un abogado y contable, al frente de una familia numerosísima. 'En casa se vivía bien, pero la chequera, con 13 hijos, se agotaba'.
Efecto mediático
De joven comenzó a comprar arte. 'La actividad filantrópica de uno tiene que mantenerse a través de los años, independientemente del resultado económico. Compré en las condiciones más diversas, en algunos casos estaban más valorados y en otros menos. El coleccionista es un enfermo de las adquisiciones'. Así fue como el proyecto del museo surgió cuando se convenció de que era coleccionista.
Cuando compra lo hace buscando la repercusión mediática. Costantini quiere crear un liderazgo. 'Nunca he ocultado el efecto mediático de las compras de arte, porque sirve para la promoción del proyecto y crea un mayor atractivo. Creo en la filantropía dando la cara. Hay algo de vanidad, pero ésta queda aminorada con la inteligencia. Por eso el museo se llama MALBA y no museo Costantini'.
En toda su inversión, no ha recibido ayuda del Estado y en Argentina no hay desgravación fiscal. A pesar de que se han reducido los impuestos de un 40% a un 10,5%, la Fundación tendría que pagar dos millones de dólares para que 40 obras registradas como importación temporal pudieran quedarse en Argentina. Si no, tendrán que salir del país, porque no está contemplada la importación de obras de arte para instituciones.
Babelia
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