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Tribuna:ESPAÑA, FRENTE A UNA REVOLUCIÓN MÉDICA
Tribuna
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Investigación en células madre humanas: presente y ¿futuro?

Los autores piden que se prohíba la clonación reproductiva, pero que se permita investigar con embriones humanos congelados, de forma que se avance hacia la clonación terapéutica

La obtención de células madre embrionarias humanas ha abierto un enorme campo de investigación con posibilidades terapéuticas antes inimaginables. Nace así lo que se ha dado en llamar 'medicina regenerativa'. El fundamento de esta nueva medicina es utilizar las células madre embrionarias humanas, dado que (al menos teóricamente) son capaces de generar cualquier tipo de célula de nuestro organismo, para reemplazar las células dañadas o enfermas de un paciente. Un número muy elevado de enfermedades hasta ahora incurables podrían beneficiarse de este tratamiento, y de ahí la gran importancia de hacer avanzar esta línea de investigación.

El problema técnico fundamental a que nos enfrentamos para desarrollar este tipo de tratamientos es que todavía no sabemos cómo hacer que una célula madre embrionaria humana se diferencie específicamente en la célula que queremos, ya sea una célula cardiaca o una neurona. La impresión general es que aún quedan varios años hasta que se descubran los tratamientos adecuados a que hay que someter a las células madre en el laboratorio para que generen el tipo de célula especializada que se busca. Como es lógico, esto presupone que la investigación en esta línea esté permitida y que se conceda suficiente financiación para la misma, ya que todavía se requiere un esfuerzo hercúleo de investigación, tanto básica como aplicada, antes de que pueda pensarse siquiera en utilizar la medicina regenerativa en pacientes.

'La financiación privada ha estado detrás de la mayoría de las líneas celulares humanas'
'Hemos propuesto crear un comité que asesore al Parlamento y al Gobierno'

Los científicos hemos trabajado con células madre embrionarias de ratón desde principios de los años ochenta. Este tipo de investigaciones experimentó un giro cualitativo en 1998, cuando se aislaron por primera vez células madre pluripotentes humanas. En ese momento, como consecuencia del miedo a la experimentación con embriones humanos en general, la mayoría de países tenían estrictas leyes sobre reproducción asistida que prohibían la generación de embriones humanos para investigación. Los dos puntos extremos de estas legislaciones pueden ejemplificarse en Alemania (donde las prohibiciones son absolutas y cualquier mención a la eugenesia despierta recuerdos de un pasado nazi que nadie quiere volver a experimentar) e Israel (donde la religión judía, en la que no se considera persona al embrión no implantado, es extraordinariamente influyente en la normativa legal, que, por tanto, es, a este respecto, extremadamente permisiva).

En un punto intermedio se situaba EE UU, con una reglamentación que era vista por muchos como claro exponente de la doble moral que impera en la política americana: se permitía que la investigación pública trabajara con células madre humanas, pero éstas debían ser obtenidas por laboratorios privados o no americanos. Como consecuencia de esta normativa, la financiación privada ha estado detrás de la mayoría de las líneas de células madre humanas obtenidas hasta la fecha, lo que ha hecho que la utilización de estas líneas esté patentada y sujeta a estrechas restricciones de propiedad intelectual.

Es previsible que, pese a las limitaciones legales o administrativas, nuestro conocimiento sobre cómo diferenciar una célula madre embrionaria en cada tipo celular especializado aumente en los próximos años, y de esta forma seamos capaces de empezar a utilizar tratamientos para los pacientes en la próxima década. Cuando empiece a aplicarse esta medicina regenerativa, desaparecerá uno de los grandes problemas asociados al trasplante de órganos: la escasez de donaciones comparada con la demanda. Sin embargo, seguiremos enfrentándonos con el problema de la incompatibilidad de tejidos y el rechazo, puesto que las células trasplantadas al paciente no son genéticamente iguales a las suyas. Una estrategia que se ha propuesto para solucionar este punto es la generación de células madre embrionarias genéticamente idénticas al paciente, más conocida como clonación terapéutica, o terapia de sustitución celular mediante transferencia nuclear. La transferencia nuclear es la técnica que permitió la clonación de Dolly, mediante la que el núcleo de una célula diferenciada adulta es introducido en un óvulo no fertilizado (al que se ha desprovisto de su núcleo) para que se lleve a cabo su reprogramación. De esta manera se obtendría un blastocisto clónico, del que se derivarían células madre genéticamente idénticas al paciente. Con esta estrategia, el problema del rechazo desaparecería, puesto que se generarían células madre para cada paciente, de las que se diferenciarían específicamente las células necesarias para su propio trasplante, y sustituir así las que están dañadas.

Las limitaciones impuestas a la investigación pública en EE UU van a terminar de desplazar una gran parte de estas actividades al sector privado. Las compañías biotecnológicas están apostando de forma claramente decidida por ponerse a la cabeza de estas investigaciones, y ser ellas las que obtengan, pongan a punto y comercialicen después los nuevos tratamientos revolucionarios. Se está hablando de muchos billones de dólares de ingresos en un mercado que está sufriendo una clara recesión ante la falta de nuevos productos y fármacos. En este contexto deben enmarcarse los recientes hallazgos de la empresa americana Advanced Cell Technology. En un trabajo en el que se tiene un especial cuidado en detallar la meticulosidad de las consideraciones éticas, investigadores de esta compañía han hecho público el primer ensayo de transferencia nuclear en humanos. Aunque los experimentos han tenido resultados negativos, puesto que los embriones no se han llegado a desarrollar más allá de seis células, han sido recibidos con la publicidad y sensacionalismo que, desde el nacimiento de Dolly, suele acompañar a la clonación reproductiva. La gran lacra que ha dificultado el progreso del clonado terapéutico ha vuelto a manifestarse en este caso en su máxima expresión. Unos resultados que por sí mismos no suponen avance científico alguno han sido voceados a los cuatro vientos y han causado pánicos infundados en una sociedad que parece estar perdiendo su espíritu crítico. De nuevo se ha vuelto a mezclar el clonado reproductivo con el terapéutico. Mientras el primero busca crear un ser genéticamente idéntico a otro, el clonado terapéutico persigue obtener células madre genéticamente idénticas a un paciente, que puedan ser usadas para su curación sin causar rechazo en el mismo. Esta desinformación puede poner en peligro el progreso científico en este campo durante años. De hecho, George W. Bush, presidente de EE UU, ya ha llamado a la prohibición de unas prácticas que él considera inmorales. No obstante, nos queda la esperanza de que la discusión pública de estos hallazgos en sociedades más tolerantes e informadas, como la europea, contribuya a que se aclare definitivamente la diferencia entre clonado reproductivo y terapéutico, y que ello conduzca a que se prohíba el primero mientras se fomenta el segundo. Dejando de lado el sensacionalismo informativo, los intereses económicos y los políticos, lo que realmente cuenta al final es que se está jugando con la salud y la calidad de vida de millones de personas, para las que, por primera vez en la historia, se vislumbra una posibilidad de curación.

La ciencia que se desarrolla en España, debido a un cúmulo de razones cuyo análisis escapa a este artículo, muestra un marcado retraso comparada con la que se lleva a cabo en EE UU. La carencia de medios, de infraestructuras y de planes de financiación a largo plazo ha sido suplida tradicionalmente con un gran esfuerzo y derroche de imaginación por parte de los científicos que desarrollan su investigación en España, no bstante lo cual es ya hora de que se produzca un cambio. Volviendo al campo específico de las células madre, un aspecto en el que la ciencia española se encuentra claramente por detrás de la americana es la participación de la iniciativa privada. Este hecho, si bien en ocasiones puede contribuir al retraso mencionado, también ha favorecido que la mayoría de la ciencia española siga teniendo un carácter eminentemente académico y orientado al bien público. Se da en estos momentos, pues, a nuestro juicio, un excelente caldo de cultivo para que nuestro país se suba al tren de la nueva revolución biomédica y participe activamente en un tema clave que afecta a la salud global de la humanidad. Así lo han entendido los responsables políticos del Reino Unido, que a principios de este año no sólo despenalizaron la utilización de embriones humanos para investigación en células madre, sino que ya han comenzado acciones específicas para fomentar estas actividades científicas. No en vano el Reino Unido es el país de Europa donde, considerada conjuntamente, se desarrolla la ciencia de mayor excelencia. En nuestro país existe el peligro de que se actúe en este tema por inercia, siguiendo el ejemplo de la Administración americana. Desde hace algo más de un año se vienen oyendo opiniones entre nuestros gobernantes que muestran su preocupación por los graves peligros que estas investigaciones pueden acarrear. Evidentemente, no es sino desinformación lo que hace proponer (bajo el pretexto de que la sociedad no está preparada para afrontar estos problemas), que se establezca una moratoria sobre estas investigaciones, cuya finalidad última es curar cientos de enfermedades hasta ahora intratables.

Declarar una moratoria sobre la utilización de embriones humanos para investigación en células madre constituiría un grave y posiblemente irreparable error. Por un lado, si bien puede ser cierto que la ciencia está avanzando a una velocidad mayor de lo que la sociedad puede 'digerir', la solución no es paralizar el desarrollo de la ciencia, sino establecer programas y acciones especiales para aumentar el grado de conocimiento de la sociedad (esto, además, debería ser aplicable a otros muchos campos).

Por otro lado, aun siendo conscientes de que hay ciudadanos que encuentran moralmente reprobable la destrucción de embriones humanos para investigación, también pensamos que ésta no es una creencia mayoritaria en la población europea en general, y española en particular, y que la ley debería reflejar este estado de opinión. De hecho, la interrupción voluntaria del embarazo fue despenalizada en nuestro país el siglo pasado. Aun no considerando estos argumentos, el hecho incontestable es que en las clínicas de reproducción asistida se generan muchos más embriones de los que son implantados. En España hay más de 40.000 embriones humanos congelados, que no van a ser utilizados, pero que tampoco pueden ser destruidos, ya que la ley no lo permite. El futuro de estos embriones es incierto, y alguien deberá decidir en breve si se autoriza su destrucción. Recientemente, un grupo de científicos españoles hemos analizado esta situación y transmitido nuestras sugerencias al presidente del Gobierno, proponiendo la creación de un comité que asesore al Gobierno y al Parlamento en esta materia concreta. Este comité debería estar formado por expertos en los distintos aspectos implicados en las células madre embrionarias humanas, tanto científicos, como éticos y legales. Además de asesorar al poder legislativo, este comité supervisaría la adecuación de las investigaciones en células madre embrionarias humanas a las normativas generadas, garantizando el máximo respeto a la dignidad de la vida humana. La creación de un comité de expertos de estas características es no sólo una necesidad, sino un deber. Debería ser una obligación de nuestros legisladores informarse en profundidad antes de autorizar la destrucción del excedente de embriones, o bien permitir que sean utilizados para un objetivo superior, como el de investigar con el fin de aliviar la enfermedad de un número muy elevado de seres humanos.La obtención de células madre embrionarias humanas ha abierto un enorme campo de investigación con posibilidades terapéuticas antes inimaginables. Nace así lo que se ha dado en llamar 'medicina regenerativa'. El fundamento de esta nueva medicina es utilizar las células madre embrionarias humanas, dado que (al menos teóricamente) son capaces de generar cualquier tipo de célula de nuestro organismo, para reemplazar las células dañadas o enfermas de un paciente. Un número muy elevado de enfermedades hasta ahora incurables podrían beneficiarse de este tratamiento, y de ahí la gran importancia de hacer avanzar esta línea de investigación.

El problema técnico fundamental a que nos enfrentamos para desarrollar este tipo de tratamientos es que todavía no sabemos cómo hacer que una célula madre embrionaria humana se diferencie específicamente en la célula que queremos, ya sea una célula cardiaca o una neurona. La impresión general es que aún quedan varios años hasta que se descubran los tratamientos adecuados a que hay que someter a las células madre en el laboratorio para que generen el tipo de célula especializada que se busca. Como es lógico, esto presupone que la investigación en esta línea esté permitida y que se conceda suficiente financiación para la misma, ya que todavía se requiere un esfuerzo hercúleo de investigación, tanto básica como aplicada, antes de que pueda pensarse siquiera en utilizar la medicina regenerativa en pacientes.

Los científicos hemos trabajado con células madre embrionarias de ratón desde principios de los años ochenta. Este tipo de investigaciones experimentó un giro cualitativo en 1998, cuando se aislaron por primera vez células madre pluripotentes humanas. En ese momento, como consecuencia del miedo a la experimentación con embriones humanos en general, la mayoría de países tenían estrictas leyes sobre reproducción asistida que prohibían la generación de embriones humanos para investigación. Los dos puntos extremos de estas legislaciones pueden ejemplificarse en Alemania (donde las prohibiciones son absolutas y cualquier mención a la eugenesia despierta recuerdos de un pasado nazi que nadie quiere volver a experimentar) e Israel (donde la religión judía, en la que no se considera persona al embrión no implantado, es extraordinariamente influyente en la normativa legal, que, por tanto, es, a este respecto, extremadamente permisiva).

En un punto intermedio se situaba EE UU, con una reglamentación que era vista por muchos como claro exponente de la doble moral que impera en la política americana: se permitía que la investigación pública trabajara con células madre humanas, pero éstas debían ser obtenidas por laboratorios privados o no americanos. Como consecuencia de esta normativa, la financiación privada ha estado detrás de la mayoría de las líneas de células madre humanas obtenidas hasta la fecha, lo que ha hecho que la utilización de estas líneas esté patentada y sujeta a estrechas restricciones de propiedad intelectual.

Es previsible que, pese a las limitaciones legales o administrativas, nuestro conocimiento sobre cómo diferenciar una célula madre embrionaria en cada tipo celular especializado aumente en los próximos años, y de esta forma seamos capaces de empezar a utilizar tratamientos para los pacientes en la próxima década. Cuando empiece a aplicarse esta medicina regenerativa, desaparecerá uno de los grandes problemas asociados al trasplante de órganos: la escasez de donaciones comparada con la demanda. Sin embargo, seguiremos enfrentándonos con el problema de la incompatibilidad de tejidos y el rechazo, puesto que las células trasplantadas al paciente no son genéticamente iguales a las suyas. Una estrategia que se ha propuesto para solucionar este punto es la generación de células madre embrionarias genéticamente idénticas al paciente, más conocida como clonación terapéutica, o terapia de sustitución celular mediante transferencia nuclear. La transferencia nuclear es la técnica que permitió la clonación de Dolly, mediante la que el núcleo de una célula diferenciada adulta es introducido en un óvulo no fertilizado (al que se ha desprovisto de su núcleo) para que se lleve a cabo su reprogramación. De esta manera se obtendría un blastocisto clónico, del que se derivarían células madre genéticamente idénticas al paciente. Con esta estrategia, el problema del rechazo desaparecería, puesto que se generarían células madre para cada paciente, de las que se diferenciarían específicamente las células necesarias para su propio trasplante, y sustituir así las que están dañadas.

Las limitaciones impuestas a la investigación pública en EE UU van a terminar de desplazar una gran parte de estas actividades al sector privado. Las compañías biotecnológicas están apostando de forma claramente decidida por ponerse a la cabeza de estas investigaciones, y ser ellas las que obtengan, pongan a punto y comercialicen después los nuevos tratamientos revolucionarios. Se está hablando de muchos billones de dólares de ingresos en un mercado que está sufriendo una clara recesión ante la falta de nuevos productos y fármacos. En este contexto deben enmarcarse los recientes hallazgos de la empresa americana Advanced Cell Technology. En un trabajo en el que se tiene un especial cuidado en detallar la meticulosidad de las consideraciones éticas, investigadores de esta compañía han hecho público el primer ensayo de transferencia nuclear en humanos. Aunque los experimentos han tenido resultados negativos, puesto que los embriones no se han llegado a desarrollar más allá de seis células, han sido recibidos con la publicidad y sensacionalismo que, desde el nacimiento de Dolly, suele acompañar a la clonación reproductiva. La gran lacra que ha dificultado el progreso del clonado terapéutico ha vuelto a manifestarse en este caso en su máxima expresión. Unos resultados que por sí mismos no suponen avance científico alguno han sido voceados a los cuatro vientos y han causado pánicos infundados en una sociedad que parece estar perdiendo su espíritu crítico. De nuevo se ha vuelto a mezclar el clonado reproductivo con el terapéutico. Mientras el primero busca crear un ser genéticamente idéntico a otro, el clonado terapéutico persigue obtener células madre genéticamente idénticas a un paciente, que puedan ser usadas para su curación sin causar rechazo en el mismo. Esta desinformación puede poner en peligro el progreso científico en este campo durante años. De hecho, George W. Bush, presidente de EE UU, ya ha llamado a la prohibición de unas prácticas que él considera inmorales. No obstante, nos queda la esperanza de que la discusión pública de estos hallazgos en sociedades más tolerantes e informadas, como la europea, contribuya a que se aclare definitivamente la diferencia entre clonado reproductivo y terapéutico, y que ello conduzca a que se prohíba el primero mientras se fomenta el segundo. Dejando de lado el sensacionalismo informativo, los intereses económicos y los políticos, lo que realmente cuenta al final es que se está jugando con la salud y la calidad de vida de millones de personas, para las que, por primera vez en la historia, se vislumbra una posibilidad de curación.

La ciencia que se desarrolla en España, debido a un cúmulo de razones cuyo análisis escapa a este artículo, muestra un marcado retraso comparada con la que se lleva a cabo en EE UU. La carencia de medios, de infraestructuras y de planes de financiación a largo plazo ha sido suplida tradicionalmente con un gran esfuerzo y derroche de imaginación por parte de los científicos que desarrollan su investigación en España, no bstante lo cual es ya hora de que se produzca un cambio. Volviendo al campo específico de las células madre, un aspecto en el que la ciencia española se encuentra claramente por detrás de la americana es la participación de la iniciativa privada. Este hecho, si bien en ocasiones puede contribuir al retraso mencionado, también ha favorecido que la mayoría de la ciencia española siga teniendo un carácter eminentemente académico y orientado al bien público. Se da en estos momentos, pues, a nuestro juicio, un excelente caldo de cultivo para que nuestro país se suba al tren de la nueva revolución biomédica y participe activamente en un tema clave que afecta a la salud global de la humanidad. Así lo han entendido los responsables políticos del Reino Unido, que a principios de este año no sólo despenalizaron la utilización de embriones humanos para investigación en células madre, sino que ya han comenzado acciones específicas para fomentar estas actividades científicas. No en vano el Reino Unido es el país de Europa donde, considerada conjuntamente, se desarrolla la ciencia de mayor excelencia. En nuestro país existe el peligro de que se actúe en este tema por inercia, siguiendo el ejemplo de la Administración americana. Desde hace algo más de un año se vienen oyendo opiniones entre nuestros gobernantes que muestran su preocupación por los graves peligros que estas investigaciones pueden acarrear. Evidentemente, no es sino desinformación lo que hace proponer (bajo el pretexto de que la sociedad no está preparada para afrontar estos problemas), que se establezca una moratoria sobre estas investigaciones, cuya finalidad última es curar cientos de enfermedades hasta ahora intratables.

Declarar una moratoria sobre la utilización de embriones humanos para investigación en células madre constituiría un grave y posiblemente irreparable error. Por un lado, si bien puede ser cierto que la ciencia está avanzando a una velocidad mayor de lo que la sociedad puede 'digerir', la solución no es paralizar el desarrollo de la ciencia, sino establecer programas y acciones especiales para aumentar el grado de conocimiento de la sociedad (esto, además, debería ser aplicable a otros muchos campos).

Por otro lado, aun siendo conscientes de que hay ciudadanos que encuentran moralmente reprobable la destrucción de embriones humanos para investigación, también pensamos que ésta no es una creencia mayoritaria en la población europea en general, y española en particular, y que la ley debería reflejar este estado de opinión. De hecho, la interrupción voluntaria del embarazo fue despenalizada en nuestro país el siglo pasado. Aun no considerando estos argumentos, el hecho incontestable es que en las clínicas de reproducción asistida se generan muchos más embriones de los que son implantados. En España hay más de 40.000 embriones humanos congelados, que no van a ser utilizados, pero que tampoco pueden ser destruidos, ya que la ley no lo permite. El futuro de estos embriones es incierto, y alguien deberá decidir en breve si se autoriza su destrucción. Recientemente, un grupo de científicos españoles hemos analizado esta situación y transmitido nuestras sugerencias al presidente del Gobierno, proponiendo la creación de un comité que asesore al Gobierno y al Parlamento en esta materia concreta. Este comité debería estar formado por expertos en los distintos aspectos implicados en las células madre embrionarias humanas, tanto científicos, como éticos y legales. Además de asesorar al poder legislativo, este comité supervisaría la adecuación de las investigaciones en células madre embrionarias humanas a las normativas generadas, garantizando el máximo respeto a la dignidad de la vida humana. La creación de un comité de expertos de estas características es no sólo una necesidad, sino un deber. Debería ser una obligación de nuestros legisladores informarse en profundidad antes de autorizar la destrucción del excedente de embriones, o bien permitir que sean utilizados para un objetivo superior, como el de investigar con el fin de aliviar la enfermedad de un número muy elevado de seres humanos.

Ángel Raya Chamorro y Juan Carlos Izpisúa Belmonte son investigadores en el Instituto Salk (La Jolla, California)

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