Otra reposición en Anoeta
La Real Sociedad vuelve a desinflarse tras dominar a un Alavés inteligente y práctico
Los partidos de la Real Sociedad se han convertido en una reposición: la misma cinta proyectada una y otra vez sin piedad para machacar a su hinchada. Cualquier rival con vídeo y memoria sabe, en consecuencia, a qué atenerse. Sabe, sobre todo, que parte desde el vestuario con media victoria en sus manos. El Alavés tiene todo esto y a su entrenador, José Manuel Esnal, Mané, que mantiene intacta su capacidad para alterar a su gusto todo aquello con pinta de definitivo. La Real, en cambio, sólo tiene, o tenía, una cuenta bancaria en forma y un técnico plenipotenciario, John Toshack, que no ha sido capaz de arreglar casi nada en dos campañas. Así, un día más, la Real sigue en el agujero, un lugar que se ha convertido en su sitio natural.
REAL SOCIEDAD 1| ALAVÉS 2
Real Sociedad: Westerveld; López Rekarte, Kvarme, Luiz Alberto, Aranzabal; Xabi Alonso, Idiakez, Tayfun, De Pedro (Gabilondo, m. 72), Khokhlov (Aranburu, m. 60); Kovacevic (De Paula, m. 76). Alavés: Kike; Geli, Coloccini, Téllez, Llorens; Turiel (Jordi, m. 70), Pablo, Astudillo, Ibón Begoña (Witschge, m. 62); Mara (Magno, m. 55) y Rubén Navarro. Goles: 1-0. M. 7. Kovacevic remata sin oposición un centro de Aranzabal. 1-1. M. 76. Jordi supera a la defensa para cabecear a pase de Witschge. 1-2. M. 86. Magno remata solo una falta botada desde la línea de fondo. Arbitro: López Nieto. Amonestó a Xabi Alonso, Aranburu, Turiel y Pablo. Unos 28.000 espectadores en Anoeta. El entrenador de la Real, John Toshack, cumplió su partido de sanción y siguió el juego desde el palco.
En San Sebastián no hay día bueno por mucho que Anoeta sea capaz de alcanzar el éxtasis de la mano de su protegido Kovacevic. El hijo pródigo del equipo blanquiazul sólo necesitó tocar dos veces el balón para solucionar en un visto y no visto el que parecía ser el mayor de sus problemas: la falta de gol. Un cabezazo preciso y la grada se transportó automáticamente hacia un mundo mejor, donde el buen juego siempre alcanza el máximo premio. Siguió creyendo en esta posibilidad durante toda la primera mitad; sencillamente, porque el Alavés no tenía nada que decir.
Los de Mané se sostenían en pie gracias a su defensa y jugaban a entregar balones a un centro del campo que sólo sabía devolvérselos. El Alavés era un frontón en sí mismo, pero era más o menos lo que su técnico quería que fuera. Mané tiene vídeo. Mané debía de saber de antemano que la Real les perdonaría dos o tres goles y se derritiría asustada por su propia impericia. Desde luego, no esperaba que su triplete ofensivo (Ibon Begoña, Astudillo y Mara) no merecería nada de ese calificativo. El triplete hizo baldío el trabajo de Pablo y homenajeó la solvencia de Coloccini.
El Alavés no podía ofrecer más. La Real parecía que sí, hasta que Kovacevic, en la reanudación, marró lo impensable y Luiz Alberto le imitó apenas tres minutos después. El doble desatino tuvo un efecto desastroso sobre la entereza de un equipo que también juega de memoria. Tocaba flaquear, temblar, abandonarse y entregar la pelota para mendigar después algún contragolpe zafio.
De inmediato, Mané cambió al trío de mediopuntas inofensivos por una hornada de estilistas (Jordi y Witschge) y un oportunista con hambre de gol (Magno). Toshack realizó movimientos similares, quizá por falta de memoria. Pero los problemas de la Real estaban más bien en la retaguardia, ahora poblada de jugadores al borde de un ataque de pánico. Y entre ellos, sus centrales, Kvarme y Luiz Alberto, capaces de permitir que Jordi parezca Coloccini y cabecee sin oposición una maravilla de centro de Wit-schge. La Real ya había perdido cuando empataron los albiazules. Los donostiarras se movían por el campo en dos direcciones: hacia atrás, nerviosos, y a la carrera en inocua persecución de alguna patada a seguir. Todo muy sencillo para el Alavés, tan acostumbrado a crecer a costa de la debilidad ajena, a transformarse a última hora para parecer otro. De hecho, era otro, un equipo con criterio, llegada y ambición. Con todo esto fabricó una falta, no necesariamente peligrosa, que la Real empleó para descoyuntarse. Magno llegó al trote para rematarla dentro del área. La defensa local le habría podido aplaudir la ocurrencia y el gesto no hubiera extrañado a nadie en Anoeta.
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