'En mis cuentos prevalece una imagen de melancolía y soledad'
El escritor peruano Edgardo Rivera Martínez (Jauja, 1933) imparte un taller de literatura en la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla. Su novela País de Jauja (1993) le consagró como escritor. Rivera acaba de publicar sus Cuentos completos en Alfaguara.
Pregunta. Publica sus Cuentos completos en una colección en la que figuran Cortázar, Bryce Echenique, Benedetti, Donoso, Mutis, Onetti, Ribeyro...
Respuesta. Estoy en muy honrosa compañía. Es una muestra de valoración generosa por parte de Alfaguara. Me siento complacido si los cuentos son difundidos en España.
P. En España ha habido reticencias hacia el cuento porque se solía decir que es un género que vende poco.
R. Efectivamente. También sucede algo semejante en el Perú, a diferencia de EE UU, donde el cuento tiene una presencia más notoria. Estos cuentos me han permitido escribir con una concentración, una intensidad y un lirismo que casan perfectamente con mis intenciones narrativas, mis fantasías, mis imaginaciones y, en fin, con todo aquello que quería transmitir.
'He encontrado una Sevilla hermosa y llena de vida en todos los órdenes'
P. En Latinoamérica hay autores que se han centrado prácticamente en el relato, como Borges o Cortázar, y han pasado con letras de oro a la historia literaria. Esto no ocurre en España.
R. La presencia del cuento como género narrativo varía según los países. En el Perú hay una cierta tradición cuentística importante que tiene que ver con las preferencias del público lector.
P. ¿El boom de la narrativa latinoamericana fue negativo para su generación?
R. Sí. Sin duda. Las preferencias y la atención europea se proyectan ahora hacia Europa Oriental. Hay menos interés por la literatura posboom a causa de corrientes de orden comercial y de la crisis económica que atraviesan los países latinoamericanos. Hoy no está vigente esa suerte de exotismo que prevaleció en los años sesenta y setenta y favoreció a los escritores latinoamericanos.
P. ¿Cómo ve la situación de Perú?
R. Hay un momento de esperanza y reinstitucionalización después de que las instituciones se convirtieran en meras fachadas. Tengo esperanza en los orígenes, formación y buena voluntad del presidente Toledo tras sufrir los años del terrorismo de Sendero Luminoso y del terrorismo de Estado practicado por Fujimori.
P. Por sus cuentos se mueven personajes solitarios, soñadores...
R. Ésta es una diferencia entre mis cuentos y nouvelles (novelas cortas) y mis novelas. En los cuentos prevalece una imagen de melancolía, de soledad... Son personajes solitarios que viven en una época no precisada, intemporal... En una Lima vista a través de los ojos de Melville: una ciudad triste, extraña. Lima es una ciudad que tiene unos inviernos muy largos, con una neblina casi permanente. Es una ciudad un poco depresiva. En mis cuentos prevalecen bien los barrios antiguos, deteriorados, con sus iglesias, monasterios, negocios de pompas fúnebres; bien los malecones melancólicos, con esa vista de un océano que no conoce las tempestades, con una luz blanquecina, mortecina. En cambio, en mis dos novelas prevalece una atmósfera de alegría, optimismo y luz.
P. El empleado de Una flor en la plaza de la Buena Muerte lleva una vida solitaria, modesta...
R. La plaza de la Buena Muerte está en una zona de Lima muy deteriorada. Esa zona fue en parte afectada por la explosión de Año Nuevo. Es una zona con una atmósfera especialmente depresiva, pero, al mismo tiempo, poética en un sentido enigmático y misterioso. Hay allí una notable presencia de todo aquello que recuerda la muerte: iglesias en decadencia, beatas vestidas de negro, gallinazos, que son una variedad de buitres.
P. El organillero es un cuento que muestra el poder de la sugerencia.
R. Busca suscitar en el lector lo que en el autor ha sido una cierta vivencia del misterio, de lo enigmático, pero siempre en una dirección lírica.
P. ¿Cómo ve Sevilla?
R. Este taller de literatura en la Universidad Pablo de Olavide me ha permitido volver a Sevilla. Estuve aquí siendo joven, cuando estaba vigente el régimen de Franco. He visto muchos cambios. Encuentro una Sevilla hermosa y llena de vida en todos los órdenes. La gente está mejor vestida, más animada, con una presencia más notable de los jóvenes, con un comercio más activo. Además, la primera vez que estuve fue a comienzos de mayo y me moría de calor. Ahora, en enero, no hace ese calor tan terrible.
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