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Tribuna
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El éxito de la ciudadanía

En la antesala de la cumbre europea, con una ciudad tomada por la policía, cientos de miles de personas se manifestaron festivamente en la primera cita reivindicativa, la contraria al Plan Hidrológico. Muchos manifestantes provenían de Tarragona y Aragón, pero estaban también todos los colectivos catalanes que han convocado la manifestación del próximo sábado. Y se ha demostrado que es más rentable social y políticamente que el titular de los informativos de todas las cadenas sea que más de 150.000 personas se manifiestan de manera festiva contra la política del Gobierno, que sacar imágenes de entidades bancarias y contenedores incendiados, cargas policiales y manifestantes ensangrentados.

Con el Gobierno de Aznar que califica de insolidarios e ignorantes a quienes se oponen al trasvase del Ebro y de retrógrados o incluso de violentos inadaptados a quienes piden una Europa más social, y con un presidente de Cataluña y un conseller en cap que parece que vayan pidiendo perdón a Europa porque aquí haya disidentes, demostrar que se puede tomar la calle sin ponerla patas arriba es una victoria de la ciudadanía. También es importante para los presidentes y funcionarios de esa Europa unida demostrar que disidencia y violencia no son sinónimos, sino que para muchos son contrarios. Si la exitosa manifestación de ayer hubiera acabado con incidentes, Aznar podría eludir su responsabilidad criticando a los violentos. Ahora sólo le queda callar y gobernar sabiendo que la oposición a la política hidrológica, pese a que Bruselas no se oponga, no sólo no decrece, sino que es más fuerte que nunca.

Uno de los temas estrella de las cumbres europeas es la política policial y de seguridad. Quienes ponemos objeciones a ciertos aspectos del proceso de unidad europea lo hacemos porque da mucha libertad de circulación de capitales y empresas, y unifica el espacio policial con una relativa libertad para los originarios de los estados miembros, pero pone cortapisas a los recién llegados o a aquellos que no han conseguido la nacionalidad en el país donde residen y trabajan. El consenso se alcanza en los aspectos antiterroristas, policiales y de control, pero no se avanza al mismo ritmo a la hora de dotar de unas bases de derechos sociales para todos. Por ello, pienso que el hecho de que los mandatarios europeos hayan asumido como normal que las ciudades donde se reúnen periódicamente deban vivir una especie de estado de sitio, mientras grupos de vándalos intentan asaltar los búnkeres donde toman decisiones, da la razón a aquellos que dentro de la Unión dan prioridad a los aspectos policiales sobre los sociales. Si en Barcelona demostramos nuestra capacidad para movilizarnos sin violencia, podemos marcar un punto y aparte para hacer que el sinónimo de la lucha contra la globalización y ciertas políticas económicas sea en el futuro la fiesta y la fuerza ciudadana, en lugar de barricadas ardiendo.

Xavier Rius-Sant es periodista

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