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VISTO / OÍDO
Columna
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Parlamentarios

Los carteles que exhibieron los diputados en el Parlamento Europeo para decir 'no' ante la presencia del fascista Le Pen son beneméritos, pero hipócritas. Le Pen ha sido elegido como ellos, tiene su partido legal y ha ofrecido más al pueblo francés de lo que han hecho otros. Con un simple (mal) recuerdo evoco franceses como Doriot o Maurras, como Pétain o De Maistre, o el coronel La Rocque o Poujade; y los cientos de miles de entusiastas colaboracionistas franceses que no dejaron de perseguir judíos y comunistas. No sé por qué ha de creer uno que Francia es sólo la de la Revolución del 89 y la de la Enciclopedia, y la cuna de las libertades mundiales: ha tenido sus fascismos.

Afortunadamente, ese espíritu sobrevive vagamente, y queda la Declaración de los Derechos del Hombre, pero no hay que olvidar que hace poco se quiso hacer un juicio nuevo a Luis XVI y a María Antonieta para revindicarles del 'regicidio revolucionario' y que Jean-Paul Sartre está muy mal visto por su relación con los comunistas. Los parlamentarios, aquí y allí, no deben olvidar que no están presentando a sus electores programas que les salven de su atonismo político, maneras de salir del imperio americano o un reverdecimiento de los motes de su origen: libertad, igualdad, fraternidad.

Allí son aún lo suficicientemente decentes como para no hacer una nueva ley de partidos con las medidas del Frente Nacional para prohibirle, como aquí con Batasuna. Aún tienen un republicanismo, unos códigos, unas leyendas. La primera oferta para combatir al fascismo es presentar realidades frente a su demagogia; buscar en la democracia las telas de araña con que se la ha envejecido, devolver al voto su sentido humano, hacer que los diputados representen a sus electores por encima que a sus partidos, y que sus partidos no distorsionen sus ideales. Acabar con la corrupción. No basta a los franceses, ni a los parlamentarios europeos, preparar unos carteles bien impresos para mostrarlos cuando aparezca el fascista electo. Tan electo como ellos: y por el defecto de ellos y de los partidos y Gobiernos que representan. En Le Pen votan una alternativa a la democracia; es la democracia la que debe rehacerse con sus principios y expulsar la corrupción y los sistemas de truco electoral. Un diputado, un parlamentario, no debe tener más disciplina que la que manda quien le vota.

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