Sufrimiento en el trabajo e insolidaridad
Repasan las autoras la creciente situación de acoso moral en el trabajo y recuerdan que la OIT ya ha lanzado su voz de alarma.
Los psiquiatras C. Dejours (autor del libro Souffrance en France. La banalisation de l'injustice social, auténtico best-seller en Francia) y M. F. Hirigoyen (El acoso moral en la vida cotidiana) han impactado a la sociedad francesa denunciando la situación de sufrimiento que se puede sentir, consentir o infligir en el mundo del trabajo y han conseguido crear tal conciencia social, que el 17 de enero de este año 2002 entraba en vigor una de las legislaciones europeas más progresistas sobre el acoso moral en el trabajo, que sanciona dichas prácticas tanto en la legislación laboral como en la penal. C. Dejours señala que si el acoso moral en el trabajo produce tanto sufrimiento en la actualidad no se debe a que dichas técnicas se hayan perfeccionado a lo largo de los años sino, fundamentalmente, a la insolidaridad creciente que se vive en el mundo laboral.
En la práctica, lo que impera es la falta de democracia en las relaciones laborales
Las nuevas concepciones del trabajo, en las que prevalecen los resultados sin importar la satisfacción de los trabajadores, hacen que trabajar esté dejando de ser asociado al placer, para concebirlo como algo desagradable y patógeno, pero necesario para la economía familiar. Hace unos años se les preguntó a más de 400 médicos especialistas si dejarían el sistema público si pudieran mantener el poder adquisitivo: el 79% estaría encantado de hacerlo y el 68% no volvería a estudiar medicina. En mis casi 20 años de trabajo en hospitales del Servicio Vasco de Salud-Osakidetza, nunca había visto hasta ahora a jefes de servicio y médicos de gran prestigio contando los días que faltaban para obtener la jubilación.
Parece que el sufrimiento en el trabajo es un hecho incuestionable, aunque haya un manto de silencio a su alrededor. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya ha lanzado la voz de alarma anunciando que los riesgos psicosociales laborales se están disparando. En contra de las teorías cristianas, el sufrimiento, según varios expertos, no purifica ni fortalece el espíritu. Al contrario, a partir de un cierto umbral se ponen en marcha estrategias defensivas, tanto individuales como colectivas, que pervierten el mundo laboral. Para evitar sufrir, los mandos intermedios y directivos utilizan el cinismo viril, como muy bien explica Dejours, y acaban creyendo que maltratar a los subordinados y hacerlos trabajar más por menos dinero bajo la amenaza del despido es algo muy valiente, que otorga un label de calidad a su manera de gestionar. Sirva de ejemplo la anécdota de un prestigioso psicólogo del trabajo que, cuando preguntó al director de una empresa cómo solucionaba él los problemas de estrés de sus empleados, le contestó que en su empresa no había ningún problema de estrés, pues cuando detectaba que alguno de sus empleados se había pasado de rosca le mandaba directamente a la calle.
Estas estrategias colectivas colaboran con las individuales, gracias a las cuales nadie se da por enterado de lo que pasa a su alrededor. Posiblemente, todos hayamos conocido a algún médico o profesor distante, que casi no mira a los ojos cuando se le habla; frío como el cristal, notas que tu sufrimiento le resbala, pero quizás ese profesional que tiene 15 o 20 años de experiencia era un joven entusiasta e idealista que, por las deficiencias del sistema, falta de recursos, precariedad laboral, estrés, humillaciones, miedo..., se defiende de manera patológica perdiendo su humanidad.
Son estrategias defensivas cuyo origen está en el sufrimiento y en las malas condiciones en las que se trabaja, mientras cínica e hipócritamente se despilfarran millones en cursos dentro de la empresa sobre la calidad total, la autogestión, la ética en la empresa. En la práctica, lo que impera es la falta de democracia en las relaciones laborales, con deseos de poder y sometimiento hacia el subordinado. Por ello el acoso moral tiene su máxima incidencia en la Administración, donde lo que está en juego en realidad no es la productividad, sino el ego de sus dirigentes.
Lo más peligroso de esta situación es que todo aquel que señale alguna deficiencia o corrupción del sistema donde trabaja, con las pocas garantías legales que tenemos actualmente, tiene grandes posibilidades de ser víctima de acoso y acabar siendo despedido o excluido del mundo laboral. ¿Cómo es posible que la Administración pueda despedir incluso a trabajadores fijos, de manera abusiva, no ya sin causa justa, sino precisamente por haber cumplido con su deber, indemnizándoles con dinero público, sin que los sindicatos, partidos, ni otras fuerzas sociales se escandalicen? ¿Tan bajo hemos caído?
Como dijo Heinz Leymann en su libro Mobbing, la persecution au travail, todo acoso se puede abortar; y todo aquel que pudiendo hacerlo no hace nada es culpable. Cuando nos acercamos a la Fiesta del Trabajo es el momento de que los sindicatos se replanteen sus objetivos, porque a veces hay que apoyar causas morales, sin pensar en regatear, comerciar u obtener ventajas materiales. En los convenios no sólo se deben buscar medidas económicas, sino cláusulas anti-mobbing, como acaba de firmar el sindicato de la OIT. (convenio colectivo sobre prevención y solución de reclamaciones en materia de acoso entre OIT y sindicato de la OIT, en www.ilo.org/public/spanish/staffun/docs/harassment.htm).
María Reyes Núñez Bartolomé es médico del Trabajo y Carmen Sánchez Carazo, doctora en Medicina y vicepresidenta de la Asociación Nacional Contra el Acoso Psicológico. Firman también este artículo José Luis Úriz, parlamentario del PSN, y otras 13 personas más.
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