EE UU y Rusia acuerdan reducir sus armas nucleares
Unas 9.000 cabezas atómicas se desmantelarán o enterrarán en los próximos 10 años
Estados Unidos y Rusia han decidido acabar, definitivamente, con los arsenales heredados de la guerra fría. George Bush anunció ayer un acuerdo, corroborado por Vladímir Putin, por el que unas 9.000 cabezas nucleares de los misiles de largo alcance serán desmanteladas o almacenadas en los próximos diez años. Bush y Putin firmarán el acuerdo de reducción de arsenales estratégicos el próximo día 24, en Moscú. El arsenal nuclear de EE UU, que dispone de 7.000 cabezas, no tendrá más de 2.200 en 2012; el ruso, con unas 6.000 cabezas, bajará hasta casi 2.000.
'Con este acuerdo, la guerra fría puede darse por terminada de una vez por todas', dijo ayer Bush sobre el césped de la Casa Blanca, cuando por sorpresa anunció que la larga negociación con Moscú había concluido con éxito. Bush y Putin siempre estuvieron de acuerdo en los objetivos y lo único complicado fue resolver los detalles. De hecho, el tratado START II obligaba a ambas potencias nucleares a mantener sólo 3.500 cabezas activas y, en 1997, Bill Clinton y Borís Yeltsin acordaron que el SALT III fijaría un máximo de 2.500. El entendimiento en lo fundamental viene de antiguo.
El despliegue masivo de armamento atómico propio de la guerra fría y de la llamada MAD (destrucción mutua asegurada), un equilibrio basado en el terror, era desde hace años un derroche de dinero y recursos humanos, muy difícil de sostener para Rusia. Bush ya dijo antes de ganar las elecciones que aligeraría el arsenal estratégico estadounidense, hiciera lo que hiciera Putin. Su intención era, y es, dar carpetazo a la acumulación de fuerza nuclear bruta y concentrarse en artefactos más sofisticados: las pequeñas bombas atómicas de uso táctico, que podrían ser útiles para destruir fortificaciones subterráneas, y sobre todo el escudo antimisiles, un plan basado en proyectiles inteligentes que, en teoría, deberían ser capaces de interceptar los misiles enemigos en pleno vuelo.
Al final, EE UU y Rusia han alcanzado un acuerdo que cabe en tres folios, un espacio muy reducido para lo que es habitual en negociaciones de desarme. Moscú quería que las cabezas retiradas del arsenal fueran totalmente desmanteladas, aunque no destruidas (por dificultades tecnológicas); Washington prefería almacenarlas. La posición estadounidense parece haber prevalecido, ya que, según un portavoz del Departamento de Estado, cada país será libre de desmantelar o almacenar. EE UU anunció que sólo destruirá una cierta cantidad de sus misiles; el resto se desmontará para disponer de piezas de recambio para las cabezas en activo o se almacenará 'de forma muy segura', añadió el portavoz.
Moscú ha prevalecido, en cambio, al lograr que el acuerdo se plasme en un documento escrito. Cuando George Bush y Vladímir Putin trazaron las líneas maestras del plan, el pasado noviembre, en el rancho presidencial de Tejas, no ocultaron a la prensa sus diferencias sobre la desembocadura formal de las negociaciones. 'Bastará un apretón de manos entre amigos', dijo Bush. 'Estas cosas deben quedar por escrito', respondió Putin.
Este acuerdo deja sobre la mesa dos problemas pendientes de resolución entre las superpotencias nucleares. Rusia mantiene una oposición firme al proyecto del escudo antimisiles, y ha mantenido contactos con China para articular un frente común contra un sistema defensivo que, de llegar a funcionar, podría conceder a EE UU una ventaja ligera, pero decisiva en el equilibrio nuclear. Washington, por su parte, considera que la tecnología nuclear rusa no está lo bastante controlada y se filtra hacia países considerados enemigos, como Irak, Siria, Irán o Corea del Norte, o hacia organizaciones terroristas antiestadounidenses.
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