Las claves del éxito chileno
El país ha logrado mantenerse al margen de las turbulencias que sacuden su continente
Apenas dos horas de vuelo sobre la cordillera de los Andes separan Buenos Aires de Santiago. Pero estas ciudades son en este momento dos planetas políticos diferentes con órdenes económicos casi extraños, según John O'Leary, ex embajador de Estados Unidos en Chile, que hoy dirige una consultora estratégica internacional que actúa en Washington y Santiago. Por la ubicación en el fin del mundo que impone la caprichosa geografía, por el marcado nacionalismo de sus habitantes como instinto de supervivencia, o por ambos factores a la vez, Chile ha logrado trazar un camino propio al mantenerse al margen de las turbulencias que azotan al continente latinoamericano. Y ello a pesar de haber padecido una de las dictaduras más oprobiosas de la región, que encarnó el general, todavía con vida, Augusto Pinochet Ugarte.
Bastó que el dictador entregara el poder después de perder un plebiscito organizado a su medida para que el país levantara la cabeza y convirtiera los años noventa en su década dorada. Chile recibió el calificativo de jaguar de América Latina, por exhibir unos indicadores económicos que despertaban envidia en la región, con un crecimiento promedio del PIB en torno al 7%.
En un contexto regional de depresión generalizada, Chile acaba de firmar un acuerdo ambicioso e innovador con la Unión Europea y negocia un tratado similar con Estados Unidos que, de llegar a buen puerto, le convertiría en el primer país de América del Sur y el quinto del mundo que firma un acuerdo de libre comercio con EE UU. Más comercio internacional, más flujos de inversión y más y mejores oportunidades de empleo son algunos de los objetivos que preconiza el Gobierno del socialdemócrata Ricardo Lagos.
Chile ha conseguido evitar el contagio del llamado efecto tango, utilizado para describir el grave estado de la vecina Argentina. Ello ha sido posible gracias a la solidez del sector financiero y de la política macroeconómica, que quedó demostrada en octubre pasado cuando Chile acudió por primera vez en tres años a los mercados internacionales, donde colocó sin problemas bonos de su deuda pública (3.300 millones de euros) a tipos de interés favorables.
Los indicadores económicos de este país de 15 millones de habitantes siguen colocándolo a la cabeza del hemisferio, a pesar de que el crecimiento del 7% de años pasados descendió al 3% en 2001, porcentaje todavía superior a la mayoría de sus vecinos de América Latina, la región emergente más golpeada por la recesión mundial. La inflación es del 2,5%, el superávit fiscal se sitúa en el 1,3% del PIB, la deuda externa neta en 44.000 millones de euros y las exportaciones significan el 28% del producto interno. El desempleo, alrededor del 10%, es la mancha negra y el mayor reto del Gobierno de Lagos.
¿Cuál es el secreto del éxito del llamado modelo chileno en un entorno tan adverso? La ortodoxia fiscal y monetaria, la mejora de la competitividad, la estabilidad social, la imagen de solidez y credibilidad (todo lo contrario de Argentina) y la diversificación del comercio exterior son algunas de las claves, según coinciden diversos analistas. Hay que añadir, y no como cuestión menor, la transparencia. Líderes empresariales estadounidenses aseguran que hacer negocios en Chile es más fácil que en cualquier otro país de América del Sur, por ética comercial y escasa corrupción gubernamental. La organización Transparencia Internacional calificó en su último informe a Chile como el país menos corrupto de América del Sur y el 17º del mundo, al mismo nivel que Estados Unidos.
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