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Entrevista:JOSÉ CARLOS SOMOZA

'La intriga es la principal herramienta del autor'

Algunos aún le preguntan por sus orígenes cubanos, porque nació en La Habana en 1959, pero José Carlos Somoza, que vive en Madrid, no tiene lazos con esa isla. Sin embargo, sería difícil decir de dónde es al leer sus novelas. En ellas no se nota un anclaje geográfico ni histórico. Este autor prefiere sentir la libertad de situar sus novelas en cualquier tiempo y lugar, para alejarse de la tendencia realista que domina en la literatura española.

PREGUNTA. Hay un elemento común en todas sus novelas, y es el de la intriga.

RESPUESTA. La intriga es la herramienta más importante para los autores. Es el hilo conductor que nos ayuda a no perdernos en la trama y, a la vez, nos permite hablar de cualquier cosa. La intriga es lo más realista que se puede concebir. Dalí decía de Un perro andaluz que era una película realista porque estaba hecha de fragmentos inconexos e incomprensibles, que es la forma en que percibimos la realidad del momento. Vivimos en constante suspense.

P. También la trama es fundamental en su escritura.

R. Sí, la trama es muy importante en mis novelas. A pesar de eso, no hay trama sin personajes, como decía Wilkie Collins. Hay que inventar una buena trama y unos buenos personajes, si no la novela cojea. No creo en la novela en la que una prosa poderosa y un personaje perfectamente construido den peso a una nadería.

P. Usted es de los que sostiene que la novela no está muerta.

R. Creo que el camino a seguir en la novela es la unión entre Kafka y Stevenson. Una novela capaz de profundizar como Kafka y que está escrita de forma tan distraída y suelta como Stevenson.

P. Se ha dicho que sus novelas están muy bien estructuradas pero que no tienen mucha profundidad.

R. Lo que yo quiero es que el lector se distraiga. Por otro lado, la profundidad es algo que debe ser invisible. Lo importante es que la haya. Es interesante que podamos discutir sobre ella, pero que no se vea. No creo que la misión del autor sea provocar profundidad. No me imagino a Shakespeare pensando cómo hacer a Hamlet más trascendente, sino que sea agradable al lector o al espectador, en este caso.

P. Sus novelas se desarrollan en sitios imprecisos y épocas diversas. Algo poco habitual en la novela española actual.

R. Muchos de los escritores de ahora siguen sujetos al realismo más extremo. Yo la llamo, más bien, fantasía realista, porque no creo que se pueda reproducir la realidad. Siempre me ha llamado la atención la escasez de la tradición fantástica en la literatura española, y no sólo en el siglo XX sino casi desde el Lazarillo de Tormes. Y eso que yo no soy propiamente un escritor fantástico. Escribir sobre fantasmas, duendes y extraterrestres es tan reducido como el realismo.

P. ¿Por qué duda que la literatura pueda reflejar la realidad?

R. Nos pasamos un tercio de la vida soñando y dos tercios intentando soñar. ¿Qué es la realidad? ¿Lo que sucede ante nuestros ojos, lo que pensamos mientras sucede, lo que ven los demás?

P. A pesar de ser psiquiatra, sus personajes no suelen ser gente desquiciada.

R. Los enfermos mentales están muy mitificados. Para muchos parecen ser fuente de inspiración y se les identifica con la rebeldía y su reacción en contra de la sociedad. Como psiquiatra los veo de otra manera. Son seres que sufren muchísimo y no me causan ningún tipo de inspiración.

P. Después de su trilogía metaliteraria (Cartas de un asesino insignificante, Dafne desvanecida y La caverna de las ideas) dice haber recuperado la confianza en la literatura.

R. Esa trilogía fue una especie de introducción al mundo metaliterario porque me sentía incapaz de imponer una historia ficticia. Me parecía que era como imponer una mentira al lector y al propio autor. Pese a todo fue una etapa optimista porque creía que la literatura podía ser útil a las personas. No comprendemos bien para qué sirve, lo único que logra a veces es una transformación en el lector al terminar el libro. Ahora me siento capaz de crear y prefiero escribir obras de ficción pura y ahora me dicen que soy más realista.

P. Su carrera literaria despegó con un premio, La Sonrisa Vertical, al que luego han seguido otros, como ser finalista del Nadal y el Fernando Lara en 2001. ¿Qué opina de la importancia de los premios para un autor actual?

R. Siempre son un espaldarazo, pero creo que la mayoría de los escritores no tenemos esa meta. Lo que queremos es publicar, que se nos lea y poder vivir de ello. Un premio siempre halaga, aunque no está bien que se hayan convertido en el único vehículo para que los escritores jóvenes puedan darse a conocer.

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