La marcha rebelde
Los jugadores irlandeses se dan ánimos antes de los partidos entonando canciones marciales
El hotel más permeable de la Copa del Mundo debe ser el Westin Chosun del centro de Seúl. En ese rascacielos de 30 pisos se aloja la plantilla más melómana del campeonato, los jugadores de la selección de la República de Irlanda que hoy se enfrentan a España. Verdaderos amantes de la música.
Mera coincidencia o no, además de ser el cuartel general irlandés, en el entresuelo el Chosun posee uno de los más amplios pubs de la capital coreana. No falta el folklore celta y los acordes de guitarra y es frecuente ver a jugadores como Given o al seleccionador, Mick McCarthy, cruzarse con sus esposas, hijos, tías, sobrinos o, simplemente, con un grupo de cuatro mariachis -guitarrón, guitarra, vigüela y bongos- en un espacio en el que también conviven cientos de aficionados vestidos de verde. El clima es más que familiar. Es comunal. Pelirrojos de Kerry, caras rojas de Munster, afables campesinos llegados al Extremo Oriente desde las llanuras de Leinster y Tyrone para beber cerveza y animar a los muchachos que llevan su sangre.
Mientras los italianos y los españoles se confinan en parajes inaccesibles, cercados por pelotones de policías, los irlandeses se instalan en pleno centro financiero de Corea del Sur. A diez metros de la plaza del Ayuntamiento de Seúl y prestos a manifestar su orgullo patrio cuando haga falta.
Los jugadores adoran la bebida y la música, y, sobre todo, las marchas militares con un punto nacionalista. Las llaman Rebel Songs o Canciones Rebeldes y son un elemento fundamental a la hora de hacer grupo, de exaltar la moral o de salir a jugar un partido. La noche que empataron ante Alemania, los futbolistas se reunieron en una habitación hasta el amanecer, juntaron sus guitarras, bebieron y cantaron para celebrar. El día que los abandonó su capitán, Roy Keane, cuando el futuro del equipo en la Copa era oscuro, también cantaron. Cantaron su vieja canción guerrera, Estamos en el mismo camino. 'Estamos en el mismo camino/ compartiendo el mismo peso/ en el camino a Dios sabe dónde/ Estamos en el mismo camino, quizá el camino equivocado/ Pero estamos juntos ahora, así que ¿a quién le importa?'.
Rudyard Kipling describió al irlandés en su estado natural en Malay Doola, un cuento corto que sirve de consejo subliminal al Rey Emperador de Inglaterra: 'Viene de una raza que no produce beneficios económicos. En su sangre hay una llama roja que brota por su cabeza y le da color a su pelo. Hazle jefe de tu Ejército (...). Aliméntalo con palabras y favores e incluso con el licor de ciertas botellas y será un combatiente extraordinario. Pero niégale la propiedad de una brizna de hierba. Ésta es la naturaleza que le ha dado Dios'.
Reunidos en el vestuario del estadio de Suwon, antes de saltar al césped para enfrentarse a Hierro, Raúl y los demás futbolistas de Camacho, hoy los jugadores de verde entonarán Sean South from Garryowen, una canción evocadora de la campaña del IRA en los años cincuenta. Es su marcha predilecta a la hora de los sacrificios, pues consideran que su marcialidad es apropiada antes de jugar contra los equipos grandes, como España. Se saben demasiado pobres como para albergar esperanzas de victoria. Así es que se dan ánimos repitiendo las cuatro estrofas que cuentan la historia trágica de un héroe republicano que marcha hacia la muerte: 'Ocurrió en las aterradoras vísperas de Año Nuevo/ mientras caían las sombras de la noche,/ Un camión cargado de voluntarios/ llegó a la ciudad fronteriza,/ Había hombres de Dublín y de Cork,/ Fermanagh y Tyrone/ Pero el líder era uno de Limerick,/ Sean South de Garryowen'.
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