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'Yo recogí a Nicolás, que cayó a la calle envuelto en llamas'

La explosión se produjo sobre las 0.30 horas en el primer piso del número 4 de la calle de Liszt, un edificio de tres plantas construido a principios de los años sesenta, en el barrio de Fondo de Santa Coloma. A causa del estallido y el posterior incendio, la fachada y las dos primeras plantas de la parte delantera de la finca se vinieron abajo, aunque las viviendas construidas en la azotea permanecieron en pie.

Los escombros se amontonaron en los bajos, en dos locales ocupados por un bar recién reformado y una tintorería, donde ayer todavía eran visibles decenas de prendas de ropa. Increíblemente, la escalera del edificio permaneció intacta, lo que facilitó la salida y el rescate de algunos vecinos, puesto que otros abandonaron la finca por la parte trasera.

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El estallido provocó también el hundimiento de una parte de la finca contigua, la del número 6, y graves desperfectos en su estructura, por lo que ayer por la tarde se empezó a derribarla completamente. Durante todo el día se temió el derrumbe de la fachada, en la que se abrió una enorme grieta que iba creciendo conforme pasaban las horas, hasta que a media tarde dos grúas la derribaron parcialmente.

La policía científica trataba ayer de verificar la hipótesis según la cual la explosión fue provocada intencionadamente. En el primero tercera, donde se produjo la explosión, los agentes encontraron una bombona de gas con señales de haber sido 'manipulada'. Allí vivía solo Nicolás Rodríguez, de 65 años, el vecino que se encuentra ingresado con graves quemaduras en el hospital de Vall d'Hebron, en Barcelona.

Asistencia municipal

En los dos edificios afectados tenían su vivienda 17 familias, según fuentes municipales. De éstas, 12 han sido alojadas provisionalmente en hoteles y pensiones de la zona, y las restantes se hospedan en casas de familiares. El Ayuntamiento de Santa Coloma organizó ayer una oficina de atención jurídica y psicológica en el centro cívico de Fondo para los vecinos afectados e informó de que dentro de unos tres días podrán ser alojados en pisos de titularidad pública, según explicó la responsable del área de Servicios Personales, Esperança Esteve.

Ninguno de los afectados pudo entrar ayer en su vivenda para sacar sus pertenencias, porque la parte de los edificios que se mantuvo en pie amenazaba ruina. Sin embargo, por la tarde, tras el exhaustivo análisis de las ruinas, los bomberos entraron en la parte de los edificios que quedaba en pie para recuperar los objetos y enseres que los ocupantes de los pisos querían salvar a toda costa. Los bomberos sacaron básicamente documentación y bolsas con ropa y pequeños objetos.

En el instante de la explosión, la mayoría de los vecinos de los dos edificios se encontraban en casa cenando, viendo la televisión o durmiendo. 'Salir con vida fue un milagro', coincidieron en afirmar algunos de ellos.

Un miembro de la familia que ocupaba el piso situado justo encima de la vivienda donde se produjo la explosión señaló: 'Estábamos cenando nueve familiares, comenzó a temblar el suelo y en unos segundos subió una inmensa bola de fuego y el suelo se vino abajo'. 'El hundimiento', explicó este vecino, 'se tragó a mi hermano, bajé enseguida a buscarlo, lo saqué de entre los escombros y luego volví a subir para bajar al resto de la familia, entre ellos un niño de tres años y personas mayores'. 'Todo era humo y llamas', añadía otro familiar sin poder contener las lágrimas, pensando 'en el crío y en lo que hubiera podido pasar'.

Algunos vecinos escaparon del derrumbe por segundos. Es el caso de los dueños del bar de los bajos del número 4, que regentan el local desde hace pocos meses y estaban cerrando en el instante de la explosión. El propietario, Vicente López, explicó a Efe que pudieron salir 'saltando por encima de los cascotes' y añadió que fueron ellos quienes sacaron a Nicolás Rodríguez, que cayó sobre ellos 'envuelto en llamas'. Las tres hijas del restaurador se encontraban en la puerta del bar y se salvaron, según relató, porque un coche aparcado en la calle amortiguó la caída de la fachada del edificio.

Otro vecino, Antonio Alcántara, que vivía en un piso del edificio situado en el número 6, contiguo a la vivienda donde se produjo la explosión, escapó del derrumbe 'por los pelos' porque, según explicó, acababa de apagar el televisor y salir del salón hacia su dormitorio cuando el techo del primero se vino abajo. Justo encima de la vivienda de este vecino, en el segundo segunda, se encontraba un piso vacío, en venta, cuyo propietario, Gabriel Medina, explicó que la comunidad de vecinos se había reunido la semana pasada y había decidido hacer reformas en el portal y la escalera.

Rescate rápido

Tanto los ocupantes de los edificios derrumbados como el resto de los vecinos de la calle de Liszt coincidieron ayer en destacar la rapidez con que se produjo el rescate. En el momento de la explosión, los mismos vecinos, entre los que se encontraban un grupo de magrebíes propietarios de un bar de los bajos del número 6, se apresuraron a sacar a los heridos hasta que llegaron los bomberos y los efectivos de emergencias médicas.

Algunos de los heridos no pudieron ser rescatados desde la calle y hubo que sacarles por la parte trasera de los edificios. Entre ellos se encontraba Dris Mazovar, que ocupaba con su mujer, dos hijos pequeños y otro familiar una vivienda interior de la planta baja y fue sorprendido por el estruendo mientras dormía. 'Lo peor es el susto, porque pudo haber sido mucho peor', contaba Mazovar ayer a las puertas del centro cívico del barrio, donde intentaba recuperarse.

La madrugada del sábado fue muy larga en el barrio de Fondo, por lo menos hasta que se constató que no había ninguna víctima bajo los escombros. 'Hemos pasado unos nervios horribles', explicaba una vecina del edificio situado enfrente del siniestrado. Como ella, los inquilinos de los números 5 y 7 de la calle de Liszt tampoco pudieron entrar en sus casas hasta media tarde, cuando se derribó parte de la fachada del número 6, que amenazaba ruina.

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